Por el Padre Patrick Briscoe
La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) reúne a jóvenes de todos los rincones del mundo para celebrar su fe católica. Lejos de casa y animados por el testimonio de sus compañeros, es posible que muchos tengan un encuentro transformador con Jesucristo. Pero no son los amigos, los viajes o el abrazo universal del espíritu humano lo que hace de la JMJ una experiencia trascendente que cambia la vida. Solo Jesucristo es capaz de eso.
De hecho, en última instancia, la JMJ no puede tratarse de otra cosa que Cristo el Señor. Incluso los objetivos nobles como el servicio o las expresiones de diversidad son principios organizacionales insuficientes. Y es que, como nos ha recordado muchas veces el Papa Francisco, la Iglesia no es una mera burocracia. ¡La iglesia es el Pueblo de Dios, el mismo cuerpo de Cristo! Y la JMJ, un encuentro visible y hermoso de la iglesia, debe tener a Cristo como centro y foco. De lo contrario, no vale la pena celebrarla.
--'Él viene a mí'
Nunca olvidaré la noche de adoración en la que tuve el privilegio de participar como sacerdote recién ordenado en Cracovia. Organizado por los Caballeros de Colón en Tauron Arena, más de 20.000 jóvenes se reunieron para la catequesis, la música y la adoración eucarística. La velada incluyó una procesión eucarística, que dio varias vueltas a la arena. Al frente de la procesión, recuerdo el deleite y la emoción expresada por un peregrino cuando nos dimos la vuelta y comenzamos a dirigirnos en su dirección. Al ver que la custodia se acercaba, la joven susurró lo suficientemente fuerte como para que yo escuchara: "Él viene a mí".
La JMJ sirve como catalizador para una relación más profunda con Jesucristo. Cuando los jóvenes católicos se reúnen para adorar, aprender y orar juntos, la alegría y la energía presentes abren corazones y mentes a la realidad de la presencia de Cristo.
Al participar en ejercicios espirituales que pueden no ser una parte regular de la vida parroquial para muchos jóvenes católicos, los peregrinos están invitados a experimentar la presencia viva de Jesús de una manera tangible. Encuentran a Jesús de manera privilegiada en el confesionario, en la Eucaristía y en la catequesis. Este encuentro fomenta un profundo sentido de intimidad y amor por Cristo, a menudo encendiendo el deseo de buscarlo con pasión y compromiso.
--Encontrar la identidad en Cristo
Para muchos jóvenes, la Jornada Mundial de la Juventud ofrece una oportunidad para alimentar su fe. Eso significa, ante todo, descubrir su identidad en Cristo. En Cracovia, el Papa Francisco señaló el encuentro que Jesús tuvo con Zaqueo, instando a los jóvenes a recordar su identidad como hijos e hijas amados de Dios. El Papa nos dijo: "Jesús ha asumido nuestra humanidad y su corazón nunca se separará de nosotros".
El encuentro con Jesucristo, especialmente a través del testimonio del Papa y de otros católicos inspiradores, refuerza el llamado a vivir una vida centrada en Cristo. A través de las sesiones de catequesis, los peregrinos reciben orientación e inspiración, equipándolos para enfrentar los desafíos del mundo moderno con una fe inquebrantable. He visto una y otra vez cómo este encuentro renueva su compromiso de ser testigos del amor de Cristo en sus comunidades y los empodera para vivir la Fe con confianza.
--Responder a la llamada
Cuando el enfoque se centra intensamente en Cristo, los jóvenes pueden escuchar la voz del Señor con mayor claridad y empezar a conocer los planes de amor que tiene para ellos. ¿Cuántos jóvenes han descubierto su vocación en la JMJ? ¿Cuántos han dado su primer "sí" a Cristo para seguir su invitación al sacerdocio, a la vida religiosa o al matrimonio?
Si se malinterpreta la JMJ como un encuentro mundial para demostrar la diversidad o la fraternidad humana, no vale la pena ni el tiempo ni el dinero. ¿Pero un evento que proponga a Jesucristo a cientos de miles de jóvenes que se mueren por no conocerlo? Eso sí que lo vale todo.