BUDAPEST, Hungría (CNS) -- Elogiando la piedad y la caridad de los cristianos húngaros y su compromiso con el apoyo a la vida familiar tradicional, el Papa Francisco dijo que Cristo también les llama a abrir sus corazones -- y tal vez sus fronteras -- a los necesitados.
Cuando se trata de la Iglesia o de la sociedad, el aislacionismo no es cristiano, dijo el Papa de diversas maneras durante su visita a Budapest, Hungría, del 28 al 30 de abril.
Debido a los problemas de movilidad del pontífice, quien tiene 86 años, el viaje se limitó a la capital y la agenda oficial fue más ligera de lo habitual. Sin embargo, como es habitual, el Papa, aprovechó parte de sus largas pausas de mediodía y las primeras horas de la tarde para mantener reuniones privadas, entre ellas con el Metropolitano ortodoxo ruso Hilarión de Budapest y Hungría.
En su vuelo de regreso a Roma el 30 de abril, el Papa confirmó que había hablado con el Metropolitano Hilarión sobre la guerra de Rusia contra Ucrania, y dijo que el Vaticano tiene en marcha alguna "misión" especial, pero no quiso dar más detalles.
El Papa también habló de la guerra con el primer ministro Viktor Orbán, quien, a pesar de ser amigo del presidente ruso Vladimir Putin, ha condenado la guerra. Pero en la Unión Europea Hungría ha votado sistemáticamente en contra de sancionar a Rusia y de enviar armas a Ucrania.
Orbán ha afirmado que su postura le convierte en el único líder europeo que se pone del lado del Papa Francisco, aunque éste ha insistido en que Ucrania tiene derecho a defenderse.
En su primer discurso en Hungría -- dirigido a los líderes gubernamentales y cívicos y a los diplomáticos que trabajan en Budapest -- el Papa animó a los líderes a fomentar una mayor unidad europea en lugar de seguir cada uno por su lado.
La "pasión por la política comunitaria y por la multilateralidad parece un bonito recuerdo del pasado", dijo el 28 de abril en su discurso en el antiguo monasterio carmelita que ahora alberga la oficina de Orbán.
"En general”, dijo el Papa, “parece que se hubiera disuelto en los ánimos el entusiasmo de edificar una comunidad de naciones pacífica y estable, delimitando las zonas, acentuando las diferencias, volviendo a rugir los nacionalismos y exasperándose los juicios y los tonos hacia los demás".
Ucrania es uno de los vecinos orientales de Hungría y los húngaros han ayudado a unos 2.5 millones de ucranianos que han cruzado la frontera desde que comenzó la guerra de Rusia contra Ucrania en febrero de 2022. Unos 35,000 de los refugiados ucranianos han permanecido en Hungría.
El Papa Francisco elogió repetidamente a los húngaros por abrir su país y sus corazones a los ucranianos, pero en varios discursos y en su Misa del 30 de abril en la plaza Kossuth Lajos de Budapest, les instó a estar abiertos a todos los necesitados.
"Es triste y hace daño ver puertas cerradas", dijo en su homilía. Citó "las puertas cerradas de nuestro egoísmo hacia quien camina con nosotros cada día, las puertas cerradas de nuestro individualismo en una sociedad que corre el riesgo de atrofiarse en la soledad; las puertas cerradas de nuestra indiferencia ante quien está sumido en el sufrimiento y en la pobreza; las puertas cerradas al extranjero, al que es diferente, al migrante, al pobre".
Orbán y la presidenta Katalin Novák, que han promovido las restricciones migratorias, se encontraban entre los cerca de 50,000 asistentes a la Misa en la plaza frente al edificio del Parlamento húngaro.
El Papa también predicó la apertura el 28 de abril durante un encuentro con obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas húngaros.
Llamó a los católicos húngaros a abrazar la "acogida abierta a la profecía" o "bienvenida profética", que, dijo, "supone aprender a reconocer los signos de la presencia de Dios en la realidad, incluso allí donde no aparece explícitamente marcada por el espíritu cristiano y nos sale al encuentro con ese carácter que nos provoca y nos interpela".
Los cristianos crecen en "receptividad con profecía", dijo, "para transmitir el consuelo del Señor en las situaciones de dolor y pobreza del mundo, acompañando a los cristianos perseguidos, a los migrantes que buscan hospitalidad, a las personas de otras etnias, a cualquiera que lo necesite".
El Papa Francisco se reunió con más de 10,000 jóvenes húngaros en un estadio deportivo el 29 de abril y escuchó a cuatro de ellos compartir cómo han superado obstáculos y crecido en su fe.
Uno de ellos, Tódor Levcsenkó, un estudiante de 17 años en Miskolc, Hungría, e hijo de un sacerdote católico oriental de la Eparquía de Mukachevo en Ucrania occidental, dijo a sus compañeros que su sentido de misión y propósito puede ser "adormecido por el hecho de que vivimos en seguridad y paz", pero a sólo unos kilómetros de distancia, al otro lado de la frontera, "la guerra y el sufrimiento están a la orden del día."
"Que tengamos el valor de defender nuestra fe y asumir nuestra llamada a ser artífices de la paz", dijo.
El Papa Francisco se hizo eco de su llamamiento, diciendo a los jóvenes: "He aquí, pues, la invitación: tomar la vida en nuestras manos para ayudar al mundo a vivir en paz. Dejemos que esto nos interpele. Preguntémonos, cada uno de nosotros: ¿qué hago yo por los demás?, ¿qué hago yo por la sociedad, ¿qué hago yo por la Iglesia?, ¿qué hago yo por mis enemigos? ¿Vivo pensando en mi propio bien o me arriesgo por alguien, sin calcular mis propios intereses?".