Escuchémonos mutuamente. De verdad; tomémonos el tiempo para hacer esto. Escuchar exige poco y mucho al mismo tiempo. Es difícil decir que queremos mantener la unidad si no aprendemos a escucharnos unos a otros con amor cristiano y admiración mutua.
El proceso sinodal es en última instancia un recordatorio de lo que somos: Pueblo de Dios guiado por el Espíritu Santo. Como tal, somos una comunidad sinodal, un conjunto de discípulos cristianos que caminamos juntos en la historia con una esperanza común. Dios nos habla por medio de muchas voces. Escuchemos.
Poco ha generado tanto interés en la comunidad católica mundial desde los días del Concilio Vaticano II como lo ha hecho el proceso que acompaña el Sínodo sobre la Sinodalidad. El proceso sinodal ha logrado cautivar la atención de una gran variedad de voces católicas que van desde agentes pastorales dedicados de lleno a la evangelización hasta católicos que viven en las márgenes de la vida de la Iglesia.
Al centro del proceso sinodal está la invitación a escuchar. La tarea puede parecer abrumadora, especialmente cuando ese escuchar ocurre en un momento histórico en el que tenemos acceso a muchos medios para expresar nuestras voces sin filtro alguno y podemos llegar a grandes audiencias con poco esfuerzo.
Una gran multiplicidad de voces con muchos tonos y perspectivas hablan al mismo tiempo. Todas guiadas por el Espíritu Santo. ¿Cacofonía o harmonía? Yo diría que las dos. A medida que los bautizados discernimos maneras para escucharnos mutuamente con sinceridad, también buscamos escuchar la voz de Dios.
Tanto quienes apoyan o rechazan el proceso sinodal, al cual el Papa Francisco ha invitado a todos los católicos en el mundo entero, nadan libremente en un océano agitado de voces y opiniones. El proceso como tal anticipa esto. Si tomamos el proceso sinodal en serio, deberíamos estar dispuestos a escuchar a los 1.300 millones de voces católicas que hay en el mundo.
Conversaciones incesantes en los medios de comunicación social, artículos en periódicos y revistas, columnas de opinión, blogs, páginas web, libros, cartas pastorales, homilías, enseñanzas, tratados teológicos, ponencias y un sinnúmero de conversaciones diarias coinciden al mismo tiempo, compartiendo esperanzas y preocupaciones católicas que nos tocan a todos.
Para muchos católicos, ser parte de un proceso como éste es inusual, quizás incómodo e incluso espantoso. Somos herederos de una cultura eclesial de siglos en la cual pocas voces expresaban su opinión sobre cómo vivir y practicar la fe. Muchos católicos parecían estar contentos con dicho statu quo, delegando cualquier responsabilidad a los pocos -- por lo general ministros ordenados o personas altamente educadas -- o simplemente no tenían interés alguno en participar de estas conversaciones.
El Concilio Vaticano II recordó a los católicos que todos los bautizados tenemos una responsabilidad ineludible con relación a la evangelización. Los bautizados hemos recibido el Espíritu Santo que nos mueve a construir la Iglesia y a caminar hacia la santidad. Nadie está exento de ello.
Porque el Espíritu Santo vive en nosotros como pueblo de Dios constituido por personas bautizadas, todas nuestras voces cuentan al momento de discernir cómo vivir mejor nuestra fe como Iglesia. El Espíritu Santo habla "en" y "por medio" de toda persona bautizada. El proceso sinodal es una invitación a escuchar al Espíritu Santo hablando por medio de muchas voces.
Es urgente que en medio de nuestro celo por promover ideas progresivas o mantener la tradición no terminemos rechazando la obra del Espíritu Santo, cerrándonos a ciertas voces para privilegiar otras. Necesitamos escucharnos mutuamente con corazones y mentes abiertas.
Tenemos que escuchar con humildad eclesial y una actitud de oración. Por eso es que se nos invita a la práctica de la conversación espiritual. Escuchemos. Oremos. Escuchemos de nuevo. Hablemos cuando sea necesario.
¿Podremos los católicos de hecho escucharnos unos a otros mientras construimos comunión en medio del pluralismo de voces y perspectivas que nos definen como Iglesia? No tenemos opción. Somos una Iglesia sinodal. Escuchemos las muchas voces por medio de las cuales nos habla el Espíritu Santo en nuestro tiempo.