1 Reyes 3:5, 7-12
Sal 119:57, 72, 76-77, 127-128, 129-130
Romanos 8:28-30
Mateo 13:44-52
"Antiques Roadshow" es un popular programa de televisión que evoca al cazador de tesoros que todos llevamos dentro. El espectáculo cuenta con expertos en arte y tasadores que ven a personas de todos los ámbitos de la vida traer sus reliquias familiares y objetos preciados para su revisión y tasación. Algunos visitantes están encantados de saber que sus tesoros son valiosos más allá de sus expectativas, mientras que otros descubren que el valor real de su posesión no es lo que pensaban.
El atractivo del show está en el elemento sorpresa, ya que los tasadores revelan su estimación final del valor de un objeto preciado. A menudo, incluso cuando un objeto recibe una valoración baja, todavía ocupa un lugar preciado en los corazones y la memoria de sus dueños. Hay algo en nosotros que le gusta descubrir y guardar tesoros, ya sea que los encontremos en nuestros áticos, sótanos, en ventas de garaje o entre objetos personales o familiares olvidados hace mucho tiempo.
En el Evangelio, Jesús compara el reino de los cielos con un tesoro enterrado en un campo, uno que una persona encuentra y vuelve a esconder. De alegría va y vende todo lo que tiene para comprar el campo. El reino de los cielos, dice Jesús, es como un mercader que busca perlas finas. Cuando el mercader encuentra una perla de gran precio, vende todo lo que tiene para comprar ese tesoro.
Mientras meditamos en sus palabras, podríamos preguntarnos, ¿cuál es el tesoro del que habla el Señor? De todos los dones que recibimos, la palabra de Dios nos invita a ver nuestra fe en Jesús como un tesoro de valor incomparable. La fe es la perla de gran precio, porque transforma nuestras vidas a medida que crecemos en la amistad con Jesús. La fe nos ayuda a superar los desafíos de la vida y a reconocer las alegrías y las gracias que hemos recibido como discípulos del Señor. En la fe comenzamos a vivir con gratitud como hijos amados incondicionalmente por Dios en su reino que es eterno.
San Pablo dirige nuestra mente al incomparable tesoro de la fe cuando recuerda a los romanos que "sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por él según su designio salvador". La fe nos introduce en el círculo del amor divino, para encomendarnos a Dios en confiada esperanza.
El salmista también nos invita a reconocer el precioso don de la fe mientras canta a Dios un himno de alabanza: "Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata".
La palabra de Dios invita a una pregunta más profunda: ¿qué busco en la vida? ¿Qué es lo que más atesoro? ¿Es la pertenencia al reino de Dios mi perla de gran precio? ¿Es la amistad con Dios el tesoro que anhelo cada día? Jesús nos invita a reconocer y dar gracias por el don de la fe hoy. Y mientras nos mantenemos cerca del tesoro de la palabra de Dios, descubrimos en la fe el verdadero significado y propósito de la vida mientras oramos, "háblame, Señor".
Pregunta: ¿Cómo te invitan hoy las palabras de Jesús a una fe más profunda?