MONTERREY, México (OSV News) -- La hermana Sandra López García busca un lugar para estacionarse en una calle poco iluminada de uno de los barrios de Monterrey, México. Necesita un lugar cercano para evitar el posible robo de la batería de su coche. Va acompañada de un equipo de misioneros laicos y de la hermana Sanjuana Morales Nájera, con quienes realiza su visita semanal a Los Monckis, una banda de muchachos entre los 7 y los 26 años.
Las hermanas y los misioneros se reúnen con los muchachos en la calle, debajo de más de una docena de pares de tenis que cuelgan de los cables de electricidad. A lo lejos se puede escuchar música ranchera. Mientras las hermanas de la Compañía María de Nazareth se acercan a los jóvenes, ellos las reciben con saludos y sonrisas.
La hermana López García no se refiere a estos chicos como pandilleros, sino como "chavos banda" o bandas juveniles que no están vinculadas a los cárteles de la droga. Estos grupos, dijo, pelean con piedras y no con armas de fuego. Muchos no venden drogas, aunque el abuso de sustancias es común entre ellos, continuó.
Fernando Barrientos, de 20 años, uno de Los Monckis, llama con emoción a la hermana López García para mostrarle su teléfono con las últimas fotos de su hijo Liam.
"Cuando vienen los misioneros y las hermanas y hablan conmigo de eso, de la Palabra de Dios y todo eso, es algo que me motiva", dijo Barrientos a Global Sisters Report, al mismo tiempo que mostraba un tatuaje con la fecha de nacimiento de Liam. "Me da pa’ arriba, me hacen cambiar de página".
La religiosa asegura que en las calles es donde se ha encontrado con Jesús. Por eso ella y el equipo de misioneros evangelizan a las bandas que encuentran día a día en entre los barrios de Monterrey. Su misión, dice, es ofrecer acompañamiento espiritual y tratar de mantener a los chavos alejados de las drogas y de la violencia.
Esta pasión se despertó en ella a los 16 años, cuando acompañó a las hermanas de la Compañía María de Nazareth durante sus visitas a las bandas en Chiapas, su lugar de nacimiento. Cuando la misión terminó y las hermanas regresaron a Monterrey, López García se fue junto con ellas.
"Ahí fue cuando dije: ‘Quiero vivir como ellas’", aseveró la hermana López García. "Yo quería ser como las hermanas".
Ella comenzó su apostolado en Monterrey como misionera laica de tiempo completo en 2004. Sin embargo, un año más tarde, ingresó en la comunidad religiosa, en donde profesó sus votos perpetuos en el 2014. Estudió Psicología con la intención de servir a los más necesitados, al mismo tiempo que trabajaba con los grupos de misioneros y colaboraba con la formación de las novicias.
"La primera vez que salí a las calles sentí miedo, pues encontramos a un chico al que apodaban Rogan y que tenía fama de ser peligroso", recordó la hermana. "Él se sorprendió de que le saludáramos y nos preguntó si creíamos que él era malo. Uno de los misioneros le dijo que no, y le aseguró que Dios lo amaba. Rogan comenzó a llorar pues nos dijo que nunca nadie le había dicho algo igual".
Este primer impacto provocó un cambio radical en la vida de López García. Ella dice haber sentido pesar de que muchas veces se había cruzado con pandilleros y nunca les dijo que Dios les amaba.
Sin embargo, en aquel momento decidió consagrar su vida para que muchachos como Rogan no mueran sin escuchar que son amados por Dios.
"Dios me llamó en la banda", dijo la hermana López García.
La zona metropolitana de Monterrey rondaba los 5,3 millones de habitantes en 2020, según el portal gubernamental Data México. Sin embargo, es imposible saber con exactitud cuántas bandas existen en el área debido a que algunas duran pocos años, mientras que otras son heredadas de generación en generación, dijo el padre José Luis Guerra Castañeda, sacerdote asesor de Raza Nueva en Cristo, un grupo de atención pastoral para miembros de las bandas.
Para él, tanto la familia disfuncional como la violencia son algunas de las razones por las cuales los chavos salen de su casa para buscar compañía y seguridad en la banda.
"La banda se convierte para ellos en su espacio de seguridad", dijo el padre Guerra Castañeda. "Algunos piensan: ‘En mi casa me golpean y aquí no’. Por eso se quedan en la banda".
Aun con todo, son muy pocos los "chavos banda" que dan el paso a ingresar en alguno de los cárteles de la droga, pues cuando lo hacen ya no pueden salir, señaló. "La salida es la cárcel o la muerte".
El padre Guerra Castañeda se refiere al trabajo de las hermanas y de los misioneros como algo más que estratégico. "Es una necesidad primordial que los chicos estén acompañados".
La pobreza es otro de los factores que hacen que los jóvenes se unan a las bandas. Así se puede ver en la parroquia de Santa Filomena, uno de los lugares de misión de las hermanas, que se ubica en un sector de clase socioeconómica baja, explicó el padre José Gonzalo Chaires Acosta, el párroco. La realidad y los retos que aquí se presentan favorecen mucho para que surja el pandillerismo, la drogadicción, el desempleo y la inseguridad, dijo. El sacerdote enalteció el deseo de las hermanas "de salir de los templos e ir al encuentro del hermano que padece. (Por eso) la comunidad ya conoce su trabajo y les tiene un gran aprecio".
Desde su fundación hace 30 años, el carisma de la Compañía María de Nazareth se ha centrado en acompañar y evangelizar a jóvenes, adolescentes y niños en situación de drogadicción, pandillerismo o violencia.
Cuando las hermanas se encuentran con los miembros de alguna banda por primera vez, toman su mano, los ven a los ojos y les dicen: Ustedes son "valiosos e importantes", dijo la hermana Guillermina Burciaga Mata, fundadora de la comunidad. "No importa lo que hayan hecho, a ustedes Dios los ama".
"Una vez que nos conocen, pedimos permiso para regresar a donde ellos están", dijo Burciaga Mata, enfatizando el respeto que sienten por ellos.
El carisma de las hermanas atrajó la atención de laicos misioneros, quienes ahondando en su propia vida, decidieron comprometerse para esta misión.
"Yo tenía un único hijo que era chavo banda", dijo la misionera laica Yolanda Martínez Hernández. "Un día él estaba con unos muchachos más pequeños que él y otra banda los encontró para provocarles. Mi hijo de 23 años quiso defenderlos y ahí mismo, uno de la otra banda lo mató con un cuchillo".
Desde aquel día ve a los chavos banda con otros ojos. Comenzó a acompañarlos y a formarlos para que recibieran los sacramentos.
Dos veces a la semana, sobre las 9 p. m., las hermanas y los misioneros salen a las calles vestidos con camisetas iguales que por su reverso llevan impresa la frase "A tu lado". La hermana López García anima al equipo a acercarse a los chavos con la misma actitud con la que irían a encontrarse con un buen amigo.
Sin embargo, aunque la gente de los barrios les conoce, eso no quiere decir que pueden entrar en todos los callejones de los vecindarios. Así, durante la visita nocturna de un jueves de mayo, los misioneros fueron advertidos sobre el peligro de visitar a una casa cercana. "Hay algunos hombres armados", dijo Morales Nájera. Hablaron discretamente y decidieron posponer esa visita.
En la calle de Los Bronx, banda contraria a Los Monckis, la visita fue más sombría.
Pasando las ruinas de una casa incendiada, las hermanas reunieron a las personas frente a un memorial dedicado a dos miembros de la banda recién fallecidos a causa de un accidente de moto -- cuatro muchachos viajaban en esa moto, pero solo dos sobrevivieron. La hermana López García formó un semicírculo con los chavos banda y rezó junto con ellos.
Después de despedirse, las hermanas pidieron a los chavos que mantuvieran la paz.
"En la oscuridad parece que no hay vida, pero llegamos a la oscuridad y encontramos que sí hay mucha vida", dijo Martínez Hernández. "Nosotros cumplimos con un sueño de Dios que él puso en nuestras manos".
No había pasado una hora desde la visita, cuando alguien avisó que Los Monckis y Los Bronx se habían enfrentado con piedras. Esto, sin embargo, no desanimó al equipo, quienes siguieron con su misión y avanzaron al siguiente lugar.
La hermana López García sabe que los procesos de transformación son largos. Así lo dice al recordar a un grupo que se había visto involucrado con el crimen organizado. Ahora, sin embargo, cuando ella se encuentra con algunos de ellos le presentan a sus esposas, y ellas les agradecen. "Madre, él me trata muy bien", le dijo una de las mujeres. "Él es un buen esposo, ni me grita ni me pega".
La hermana incluso recuerda que otros le han dicho que quieren enviar a sus hijas al convento para que se hagan 'monjitas'. Todas estas cosas, dice, le dan una alegría inmensa. "Uno siembra y Dios da el fruto", afirmó.
Ella dijo que Dios le pide una disponibilidad total para acompañar pastoralmente a los "chavos banda" en sus procesos personales.
La hermana López García está convencida de que la misión en las calles le ha dado una fe más sencilla, que la hace capaz de encontrarse con Jesús en los últimos de la sociedad y en los que son excluidos.