(OSV News) -- La fe, la ciencia y una atención pastoral compasiva pueden ser herramientas efectivas para abordar la crisis de la adicción, según afirmaron expertos en una reciente mesa de debate.
El Instituto McGrath para la Vida de la Iglesia de la Universidad de Notre Dame se asoció con la organización sin fines de lucro 'Catholic in Recovery' para presentar un webinar el 27 de septiembre sobre "Adicción y Recuperación: Acompañamiento Hacia la Plenitud y la Curación", parte de la colección "Conversaciones que importan" del Instituto.
Entre los expositores se encontraban el padre Sean Kilcawley, director del apostolado 'Freedom from Pornography' de la Diócesis de Lincoln, Nebraska, y un orador nacional sobre la teología del cuerpo; la Dra. Amy Ricke, psiquiatra certificada por el consejo en Indianápolis que se especializa en trastornos del estado de ánimo, ansiedad y uso de sustancias, así como en traumas del desarrollo; y el terapeuta de matrimonio y familia Scott Weeman, fundador de 'Catholic in Recovery'.
Beth Hlabse, asesora en salud mental y directora del Programa Fiat sobre Fe y Salud Mental del Instituto, fue la moderadora del debate.
Para empezar, Ricke resaltó las alarmantes estadísticas nacionales sobre los niveles actuales de adicción.
Según la Administración de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA, por sus sigla en inglés), en 2021 más de 46,3 millones de personas padecían algún trastorno por abuso de sustancias. El abuso de alcohol (29,5 millones) encabezaba la lista, seguido del abuso de drogas (24 millones) y el abuso combinado de alcohol y drogas (7,3 millones). La adicción afecta de manera desproporcionada a ciertos grupos. Las poblaciones de Indios Americanos y Nativos de Alaska tienen la tasa más alta de afectación (27,6%). Los grupos de raza negra (17,2%) y blanca (17%) están igualmente afectados, mientras que los hispanos tienen una tasa ligeramente menor (15,7%) y los grupos asiáticos la tasa más baja (8%).
Esas cifras "ni siquiera incluyen a las personas que sufren adicciones conductuales, como la adicción compulsiva al juego, al sexo, a la pornografía y similares", dijo Ricke.
"Sólo el 6,3% de las personas con trastorno por abuso de sustancias habían recibido tratamiento", señaló Ricke.
En 2021, aproximadamente 107.000 personas murieron a causa de sobredosis en EE.UU., según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas.
"También es importante recordar que al menos un tercio, o incluso más, de las personas que luchan contra adicciones, también han luchado contra enfermedades psiquiátricas, como la ansiedad, la depresión, el trastorno de estrés postraumático o la psicosis", afirmó Ricke.
Los panelistas afirmaron que es esencial comprender la verdadera naturaleza de la adicción para poder abordar el problema, al tiempo que destacaron que la adicción es una enfermedad que afecta el cuerpo, la mente y el espíritu de las personas.
"Como una enfermedad cerebral crónica tratable, la adicción implica interacciones complejas entre los circuitos neuronales, la genética, el entorno y las propias experiencias de vida", explicó Ricke.
"Las drogas y el alcohol 'pueden imitar o replicar' las funciones de los neurotransmisores del cerebro -- como la dopamina, que regula la capacidad de sentir placer y motivación -- e 'hiperestimular' el centro de recompensa del cerebro, lo que provoca 'una pérdida de autocontrol' y un deseo de consumir una sustancia de manera reiterada", explicó Ricke.
"Existe una explicación científica en la pérdida de la libre voluntad y el desarrollo de comportamientos compulsivos", señaló el Padre Kilcawley. "La adicción causa un deterioro en la corteza prefrontal del cerebro, que es la parte responsable del juicio moral, la lógica y la razón. Cuando una persona está atrapada en un proceso adictivo, la corteza prefrontal se vuelve menos eficaz y deja de funcionar de la manera en que debería funcionar".
Si bien la adicción tiene aspectos biológicos claros, "no existe un gen o un factor de riesgo que pueda predecir con certeza si alguien desarrollará una adicción", afirmó Ricke.
Weeman señaló que " una comprensión puramente biológica de la adicción es insuficiente y no abarca todos los aspectos importantes de este problema", e instó a los líderes pastorales a adoptar "un enfoque integral" que desafíe varios mitos en torno a la adicción.
"Los trastornos por abuso de sustancias y procesos no discriminan", dijo, y añadió que "lo positivo es que la recuperación tampoco lo hace".
"Cuando las personas se reúnen en un lugar, están en igualdad de condiciones, independientemente de sus diferencias o antecedentes. Están juntas porque necesitan desesperadamente la compañía y el apoyo mutuo, así como la ayuda del Señor, para encontrar la libertad día a día y vivir la vida con alegría y propósito", afirmó.
La adicción no debe considerarse como "un juicio moral sobre la vida de una persona", subrayó Weeman. "Muchas veces, es simplemente una forma de afrontar las circunstancias difíciles de la vida".
"Por definición, para recuperarse de una adicción se necesita ayuda espiritual", afirmó.
"No existe fuerza humana que pueda mantenernos alejados y librarnos de nuestras adicciones", afirmó Weeman. "Necesitamos la ayuda de Dios".
"En el fondo, la adicción refleja la necesidad que tienen las personas del amor de Dios", dijo el padre Kilcawley.
"Ser creados a imagen de Dios es ser creados para el amor, por amor, y para relacionarnos con los demás", dijo. "Muchas veces, cuando caemos en comportamientos adictivos, lo hacemos para tratar de reemplazar emociones negativas con sensaciones positivas. Así que, en otras palabras, cuando me siento aburrido, solo, enfadado, estresado, cansado, no me siento valorado, me siento excluido, no me siento elegido, cuando la vida se pone difícil, ¿busco refugio en el Señor o busco refugio en una cosa?".
Desde una perspectiva espiritual, "en realidad hacemos referencia a lo que San Pablo dice constantemente en las Sagradas Escrituras: 'Antes eran esclavos y ahora son libres'".
"La gracia de Dios sana el cuerpo, la mente y el espíritu", dijo.
"A medida que vamos recuperándonos y nuestro cerebro va sanando, nuestra razón, nuestro juicio moral, nuestra empatía vuelven a estar en funcionamiento", dijo el padre Kilcawley. "Y es algo increíble de ver".
"La adicción y el consiguiente aislamiento ponen de manifiesto la necesidad innata que tenemos de vivir en comunidad", afirmaron los panelistas.
"Nosotros, como individuos y como comunidad eclesial, debemos tratar de mostrar a la persona que es mucho más que la adicción que padece", dijo Ricke.
"Nadie en las Escrituras es sanado en secreto", dijo el padre Kilcawley. "A veces queremos ir al sacerdote sanador y que nos bendiga y nos cure en secreto y no contárselo a nadie. Sin embargo, no hay nadie en los Evangelios que haya pasado por esa experiencia".
Las parroquias pueden curar las heridas de la adicción entre sus fieles si se elimina la vergüenza y se brinda ayuda pastoral práctica, como la colaboración con grupos de 12 pasos y actividades de recuperación, ministerios sociales y simplemente la convivencia entre miembros de la comunidad religiosa.
"Todos estamos llamados a la conversión. Todos necesitamos profundizar nuestro amor y relación con Dios. Y todos necesitamos ser transformados", dijo el padre Kilcawley. "Y una vez que reconocemos estas necesidades en nosotros mismos y creamos entornos o espacios en los que las personas puedan recibir ayuda, se puede dar lugar a algo verdaderamente hermoso".