Por Agata Puscikowska
(OSV News) -- Si bien la guerra en Ucrania continúa sin un final a la vista, un grupo en particular está contribuyendo a un mundo más pacífico en medio de la agitación de la invasión rusa: las hermanas religiosas católicas de Ucrania.
Desde alimentar y albergar a refugiados desplazados, evacuar orfanatos y brindar apoyo espiritual y psicológico, hasta esconder los tesoros artísticos de sus monasterios, estas religiosas reflejan lo que muchas congregaciones hicieron durante la Segunda Guerra Mundial en la vecina Polonia. ¿La regla bajo la que operan? "Es nuestra vocación".
Antes de la guerra, unas mil hermanas religiosas vivían y trabajaban en varias decenas de congregaciones femeninas en Ucrania. Después de la invasión rusa que comenzó el 24 de febrero de 2022, la mayoría de las hermanas decidieron quedarse en el país devastado por la guerra para apoyar a la población local.
"No podíamos dejar solas a esas pobres personas", dijo la Hermana Orionina Renata Jurczak a OSV News. "Teníamos que ayudarlos". La mayoría de las hermanas católicas de rito latino que trabajan en Ucrania son polacas, pero algunas son ucranianas y eslovacas, y algunas provienen de Moldavia y Armenia.
Poco después del estallido de la guerra, las hermanas orioninas de Kharkiv, en el este de Ucrania, decidieron evacuar "Esperanza", su hogar para madres solteras.
"Sabíamos que si los rusos entraban en la ciudad, esas jóvenes madres serían amenazadas con violencia", dijo la Hermana Renata Jurczak a OSV News. En el espacio de una hora, las hermanas empacaron y escaparon de Kharkiv junto con las madres y sus hijos, un total de 200 personas. Después de viajar durante varios días, llegaron a la Congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción en Yazlovets, en el oeste de Ucrania.
"Abrimos nuestro monasterio porque había una necesidad. Y esta ayuda continúa hoy", dijo la Hermana Julia Podles de Yazlovets, y agregó: "Sería imposible permanecer tanto tiempo sin la ayuda que llega de Polonia: comida, pañales, ropa de asociaciones, parroquias u (organizaciones benéficas como) Caritas".
Después de meses de guerra, varias hermanas orioninas decidieron regresar a Kharkiv para apoyar a quienes se habían quedado allí.
"A pesar de la guerra, allí nacen niños, incluso niños no deseados. Las mujeres quedan solas, sin ayuda", dijo la Hermana Renata, quien junto con otras dos hermanas retomaron las operaciones del albergue Esperanza.
Acompañadas de explosiones y ataques con cohetes, las hermanas dan la bienvenida no solo a las madres solteras y sus hijos, sino también a quienes simplemente se quedaron sin hogar. En diciembre vivían con ellos una docena de mujeres y niños. "La madre soltera más joven tiene 16 años y dio a luz a mellizos en noviembre", dijo la Hermana Renata.
Para proporcionar alimentos a las mujeres y los bebés, la Hermana Renata viaja regularmente desde Kharkiv a Polonia, 1,200 millas de ida, en busca de suministros. Justo antes de Navidad, logró reunir dos camionetas de comida y una cantidad de dinero que permitirá que la casa funcione durante los próximos meses.
"A veces tengo miedo tanto de los viajes como de los cohetes", dijo la Hermana Renata a OSV News. "Pero sé que Dios está conmigo".
Aunque la ciudad de Zhovkva, a 70 millas al este de la frontera polaca, parece sacada de un cuento de hadas, en este momento está lejos de ser un paraíso invernal. En medio del invierno más duro en Ucrania desde la Segunda Guerra Mundial, las hermanas dominicas radicadas allí han estado aceptando y reubicando a personas desplazadas, y lo han hecho desde el comienzo de la guerra. La proximidad de la frontera les permitió organizar un gran puesto de socorro, que ha recibido suministros europeos durante toda la guerra.
"Clasificamos los suministros y los enviamos más al este", dijo la Hermana dominicana Mateusza Trynda a OSV News. "El invierno es lo peor".
En muchos lugares en este momento no hay electricidad, las casas están dañadas por los cohetes y hay escasez de alimentos. "Por eso debemos seguir organizando ayudas concretas", dijo la Hermana Mateusza.
Las religiosas católicas en Ucrania también cuidan a los niños huérfanos. Al comienzo del conflicto armado, muchos orfanatos fueron evacuados a la vecina Polonia. Algunos regresaron a Ucrania después de unos meses cuando los niños extrañaban demasiado su tierra natal.
En el orfanato de las Hermanas de los Ángeles en Zhytomyr, varios niños tienen un hogar. Las monjas se aseguran de que los pequeños no sientan los efectos de la guerra, proporcionando no solo un techo sobre sus cabezas sino también apoyo psicológico. "Solo queremos que se sientan seguros", dijo a OSV News la Hermana de los Ángeles Irena Wlasowa.
Las Hermanas de San José cerca de Lviv y las Hermanas Siervas de la Santísima Virgen María de la Inmaculada Concepción de Horodok en el oeste de Ucrania dirigen centros para enfermos y ancianos. También decidieron no irse después de la invasión rusa.
"Nuestra gente no puede ser evacuada. No sobrevivirían a la mudanza", dijo a OSV News la Hermana Adrianna Kis, una Sierva de la Santísima Virgen María. "No los dejamos ni siquiera durante una alerta de misiles para que se sientan seguros. Si morimos, moriremos juntos".
Los ancianos que están a su cargo recuerdan la Segunda Guerra Mundial, y el conflicto actual es otro trauma para ellos. Si no fuera por el apoyo de las hermanas, muchos pacientes estarían condenados a la soledad y, como resultado, a la muerte.
Muchos conventos religiosos en Ucrania también apoyan a los soldados locales que luchan por la libertad. Las hermanas recolectan alimentos para ellos, pero sobre todo, les brindan apoyo espiritual. Por su seguridad, piden el anonimato.
"Nos reunimos con los soldados para hablar de Dios, dar rosarios y rezar juntos", dijo una de las hermanas. "Queremos llevarles esperanza. Los soldados ucranianos nos están agradecidos, están dispuestos a rezar aunque no hayan asistido a la iglesia antes de la guerra".
Las hermanas también cuidan de las viudas y los niños de los soldados caídos. Trabajan en silencio, sin publicidad. No son héroes, dicen. Más bien, lo que hacen es una expresión de su amor a Dios y al prójimo, y, de este modo, cumplen su vocación.