(OSV News) -- Se dice a veces que el suicidio es una solución permanente para un problema temporal. Sin embargo, para al menos 49.449 estadounidenses durante el 2022, los sentimientos de angustia fueron tan profundos que, durante el 2022, decidieron tomar sus propias vidas.
Como recientemente informó CNN al momento de publicar los datos provisionales de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (o CDC, por sus siglas en inglés), "la tasa de suicidio aumentó en 2021, revirtiendo dos años de declive. Y con el aumento continuo en 2022, las tasas superaron el récord anterior de 2018".
Según CDC, las tasas de suicidio aumentaron un 37% entre 2000 y 2018 y disminuyeron un 5% entre 2018 y 2020. Sin embargo, las tasas casi volvieron a su pico en 2021.
"No hay una epidemia de suicidios, tal como se usa ese término en epidemiología", explicó David Jobes, quien es profesor de psicología en la Universidad Católica de América en Washington y director del Laboratorio de Prevención del Suicidio. "¿Motivo de preocupación? ¡Seguro que sí!"
Según Jobes, con frecuencia, se pasa por alto el número elevado de personas que contemplan el suicidio. La Administración de Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental (o SAMHSA, por sus siglas en inglés) informó que los datos de la encuesta de 2021 señalan que por cada suicidio individual, alrededor de 265 personas consideraron seriamente el suicidio en los 12 meses anteriores.
"Si fuéramos mejores identificando a las personas que tienen ideaciones suicidas y las tratáramos de manera preventiva", expresó Jobes, "tendríamos menos individuos que intentan (suicidarse) y mueren por suicidio".
Los factores de riesgo de suicidio citados por el CDC incluyen "el racismo y la discriminación en nuestra sociedad, las dificultades económicas, la pobreza, la falta de viviendas accesibles, la falta de oportunidades educativas, y las barreras para acceder a la atención de la salud física y mental".
Según el CDC, otros factores son "problemas de relacionamiento, el sentimiento de una falta de conexión con los demás, fácil acceso a medios letales entre las personas en riesgo, experiencias de violencia como el abuso y la negligencia infantil, experiencias adversas en la infancia, el acoso, y condiciones de salud graves".
El diácono Ed Shoener, presidente de la Asociación de Ministros Católicos de Salud Mental, manifestó que no le han sorprendido las últimas cifras del CDC.
"Hay una percepción errónea de que las personas tienen una elección racional, como Hamlet, 'Ser, o no ser'", dijo el diácono Shoener. "Shakespeare usaba el suicidio como un cambio inesperado en el trama con bastante frecuencia, sugiriendo que es algo racional. No hay nada racional en el suicidio".
La atención pública, enfatizó el diácono Shoener, es fundamental.
"No hemos destinado suficientes recursos para comprender la psicología del suicidio, y los problemas de salud mental que lo acompañan, para poder reducir estas tasas nuevamente", añadió.
"Nadie quiere morir por suicidio. He hablado con varias personas que sobrevivieron al intento, y todas dicen, una vez que están mental y psicológicamente estables, 'Gracias a Dios que no morí; no quería hacer esto'", recordó el diácono Shoener. "Pero de alguna manera, su cerebro los lleva al punto en el que creen que es lo mejor que pueden hacer, de hecho, creen que es lo único que pueden hacer".
Para el diácono Shoener, el dolor es personal. En 2016, perdió a su propia hija, Katie, por suicidio. "Esta vida no es para mí", escribió en una nota final antes de dispararse.
Su pérdida llevó al diácono Shoener a un ministerio de acompañamiento en salud mental, y la experiencia obtenida lo capacitó para sugerir formas en que la Iglesia Católica puede hacer lo mismo.
El diácono Shoener y el obispo John P. Dolan de Phoenix son coeditores de "When a Loved One Dies by Suicide" ("Cuando Un Ser Querido Muere por Suicidio") y de la serie de películas complementaria, Responding to Suicide: A Pastoral Handbook for Catholic Leaders" ("Respondiendo al Suicidio: Un Manual Pastoral para Líderes Católicos") de Ave Maria Press.
"El papel de la Iglesia en la salud mental, la enfermedad mental, e incluso en las conductas suicidas es asegurar a las personas de que Cristo está con ellos en medio de sus luchas", expresó el diácono Shoener. "Así como cuando alguien vive con cáncer o esclerosis múltiple, no podemos hacer que estas enfermedades físicas desaparezcan. Pero lo que podemos hacer es asegurar a las personas que Cristo está con ellos, que comprende su sufrimiento".
Y la Iglesia puede ayudar a reducir el peso del estigma.
"La Iglesia puede guiar a las personas y asegurarles que es un regalo de Dios buscar atención médica para la salud mental. Uno no es un mal católico si visita a un terapeuta o consejero, o si toma medicamentos psiquiátricos", enfatizó el diácono Shoener. "Eso también es un regalo de Dios".
Al igual que el diácono Shoener, el padre Marianista Chris Alar, superior provincial de los Padres Marianistas de la Inmaculada Concepción, ha experimentado el impacto emocional que causa que un ser querido de repente se quite la vida.
"Usando una pequeña pistola que se guardaba en la casa para protección, mi abuela se disparó en el baño y quedó tendida en un charco de sangre durante lo que las autoridades estimaron que habían sido unas dos horas", relató el padre Alar en el libro que coescribió con el padre marianista Jason Lewis, "After Suicide: There's Hope for Them and You" ("Después del Suicidio: Hay Esperanza para Ellos y para Ti") de Marian Press.
"La razón principal por la que el padre Jason Lewis y yo escribimos el libro fue educar y proporcionar ayuda pastoral a las personas que desesperaban por sus seres queridos perdidos porque siempre habían aprendido que, si uno se quita la vida, automáticamente está condenado al infierno", compartió el padre Alar. "Esa no es la enseñanza de la Iglesia -- lo cual sorprende a algunos -- porque la única forma en que perdemos nuestra alma es al morir en un estado de pecado mortal sin estar arrepentidos".
La Iglesia Católica enseña que para que un pecado sea mortal, deben estar presentes tres condiciones: materia grave; conocimiento de que el acto es un pecado; y libre albedrío.
Si bien el padre Alar está convencido de que la mayoría de las personas saben que el suicidio es un asunto grave y un pecado, "es la tercera condición la que debemos analizar: se debe tener un libre albedrío completo y querer elegirlo. Ahora bien, mi abuela, al quitarse la vida, sé con certeza que no tenía libre albedrío", reflexionó. "No quería quitarse la vida. Luchó durante años contra el más intenso dolor y sufrimiento. Luchó, luchó, y luchó. Y sé que Dios sabe que ella intentó luchar contra el dolor y el sufrimiento. Simplemente no pudo más".
El Catecismo de la Iglesia Católica establece: "Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella. ... No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador".
El padre Alar enfatizó que la compasión de Dios no es una base para la presunción. El suicidio, subrayó, es "un pecado muy grave. Nunca es la respuesta; nunca podemos justificarlo. Pero podemos tener esperanza en la misericordia de Dios de que hay una manera de que aún puedan ser salvados".
También está de acuerdo con el diácono Shoener en que se debe hacer más.
"La Iglesia finalmente está aprendiendo que la salud mental es una influencia importante en nuestra vida espiritual", observó el padre Alar. "Necesitamos hablar con nuestros pastores ... Necesitamos que nuestra gente vaya a sus obispos y diócesis y solicite servicios de apoyo para los afligidos y para la salud mental", dijo el padre Alar. "Esto es algo que las personas deben pedir a sus obispos".
La hermana Kathryn J. Hermes, una monja paulina y autora de "Surviving Depression: A Catholic Approach" ("Sobreviviendo a la Depresión: Un Enfoque Católico") y “La Drepresión: Es posible superarla” de Pauline Books & Media, sugiere que un curso de homilética inmersiva para seminaristas podría ayudarles a darse cuenta del impacto de sus palabras en aquellos que luchan con enfermedades mentales.
"El sacerdote da su homilía", imagina la hermana Kathryn, "y alguien en la asamblea está considerando el suicidio; o hay alguien que tiene depresión maníaca; alguien que ha sido abusado -- hay una variedad de personas que representan a la gente que se tendrá en una parroquia. Entonces, después de dar la homilía, el pastor se sienta y escucha a cada una de esas personas", manifestó la hermana Kathryn. "¿Cómo mantienes unidos la verdad y la realidad pastoral?"
El objetivo, dijo la hermana Kathryn, no es que todos se conviertan en terapeutas, sino que se den cuenta del impacto que las palabras y acciones pueden tener en aquellos que luchan con problemas de salud mental.
"¿La parroquia realmente los ve?", preguntó la hermana Kathryn. "La gente se viste con sus ropas de domingo y va a Misa, y aparentan estar bien durante el tiempo que están en público, pero ¿alguien ha tocado la profundidad de su dolor? Ni siquiera se dan cuenta de cuánto se necesita esto".