VATICAN NEWS
“Redescubrir el asombro eucarístico” es el objetivo de las predicaciones de Cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa. Este viernes 11 de marzo, a las nueve de la mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano y ante los miembros de la Curia Romana, el Predicador de la Casa Pontificia propuso una catequesis mistagógica sobre la eucaristía para las reflexiones cuaresmales, que tendrán como objeto la Eucaristía en su etapa actual, es decir, como sacramento. Mistagógica porque su objetivo, en la Iglesia antigua, era revelar a los neófitos el significado de los ritos celebrados y las profundidades de los misterios de la fe: bautismo, confirmación o unción y, en particular, la Eucaristía. Por ello explicó que en las predicaciones serán seguidos de cerca el desarrollo de la misa en sus tres partes, ligurgia de la palabra, liturgia eucarística y comunión, para permanecer lo más posible anclados a la naturaleza sacramental y ritual de la misma, y se añadirá al final una reflexión sobre el culto eucarístico fuera de la Misa.
La Eucaristía, comenzó diciendo, es “presencia en la historia del acontecimiento que ha invertido para siempre los papeles entre vencedores y víctimas”. Esto porque, en la cruz, “Cristo hizo de la víctima el verdadero vencedor” y así, la Eucaristía “nos asegura que Jesús está con nosotros, no solo intencionalmente, sino realmente en este mundo nuestro, que parece escaparse de nuestras manos en cualquier momento”.
Nos repite: "¡Ánimo! ¡Yo he vencido al mundo!" (Juan 16: 33).
En la historia de la salvación la Eucaristía está presente en el Antiguo Testamento como figura; está presente en el Nuevo Testamento como acontecimiento y está presente en el tiempo de la Iglesia como sacramento. La figura – explicó el Padre Cantalamessa - anticipa y prepara el acontecimiento, el sacramento «prolonga» y actualiza el evento. Y acrecentó:
En el Antiguo Testamento, la Eucaristía está presente «en figura». Una de estas figuras era el maná, otra el sacrificio de Melquisedec, otra el sacrificio de Isaac. Con la venida de Cristo y su misterio de muerte y resurrección, la Eucaristía ya no está presente como figura, sino como acontecimiento, como realidad. Lo llamamos «acontecimiento» porque es algo que sucedió históricamente, un hecho único en el tiempo y en el espacio, sucedido solo una vez (semel) e irrepetible: Cristo «sólo una vez, en la plenitud de los tiempos, apareció para anular el pecado por medio del sacrificio de sí mismo» (Heb 9,26). Finalmente, en el tiempo de la Iglesia, la Eucaristía, está presente como sacramento, es decir, en el signo del pan y del vino, instituido por Cristo.
Porque la Misa renueva el acontecimiento de la cruz celebrándolo (¡no reiterándolo!) y lo celebra renovándolo (¡no sólo recordándolo!), la palabra en la que hoy se logra el mayor consenso ecuménico es quizás el verbo representar, entendido en el sentido fuerte de re-presentar, es decir, “hacer presente de nuevo”, precisó el predicador de la Casa Pontificia.
Gracias a la Eucaristía nos convertimos en contemporáneos del acontecimiento.