“Las páginas que tenemos ante nosotros son capaces de dar una noble respuesta, que derivan de los esfuerzos del amor del Papa por China. Gracias de nuevo al Padre Adel Afif Nasr y al editor Padre Christian Gabrieli, osb, por el ‘puente’ que simbólicamente han dejado entrever entre la Santa Sede y China”, lo escribe el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado Vaticano, en el Prólogo del libro “Un puente con China. El Papa y la Delegación Apostólica en Pequín (1919 – 1939)”, del Padre Adel Afif Nasr, publicado este 13 de mayo de 2021.
El Cardenal Pietro Parolin, presentando la obra del sacerdote de origen libanes – incardinado a la diócesis de Concordia-Pordenone, Italia, que por algunos años fue enviado como sacerdote Fidei donum al Vicariato de Kuwait y Arabia del Norte – señala que el afecto y la cercanía de los Pontífices y de la Santa Sede al pueblo chino se dieron, particularmente, desde 1952, cuando el Papa Pío XII envió la Carta Apostólica Cupimus imprimis, en momento verdaderamente difícil de su historia para consolarlos y exhortarlos paternalmente. “Un momento en el que muchos Obispos, sacerdotes y laicos que se dedicaban a la evangelización – recuerda el Cardenal Parolin – se vieron apartados de su trabajo o impedidos en el ejercicio de sus respectivas actividades”.
Este sentimiento de cercanía remite a un impulso constante a lo largo del tiempo por parte de los sucesores de Pedro, afirma el Secretario de Estado; un vínculo muy especial de afecto y estima sinceros, que luego se refleja en las decisiones y formas de entablar relaciones cada vez más fructíferas, fraternas y caritativas con China. “Creo que este es el contexto y el sentimiento, tan auténticamente fundado en el Evangelio, que ha impulsado a la Santa Sede a buscar formas siempre nuevas de relacionarse con China y, al mismo tiempo, el deseo de crear plataformas misioneras capaces de llevar a buen término el proyecto del Papa, que se hizo evidente con Benedicto XV, cuando en 1919 escribió la Carta Apostólica Maximum illud, la gran magna charta de las misiones.
El Cardenal Parolin también señala que, su sucesor, Pío XI, se dedicó de lleno en el proyecto y, apenas elegido, buscó y encontró la clave que le permitiera abrazar al pueblo chino. Para tener éxito en su proyecto, necesitaba construir un puente sólido, y por eso creó la Delegación Apostólica en China, con el objetivo de servir de enlace para todas las misiones del territorio y, al mismo tiempo, dar la sacudida que la Maximum illud había pedido explícitamente como indispensable. Confió esta representación pontificia a Monseñor Celso Costantini, que se convirtió en un intérprete autorizado y coadyuvante del proyecto y sentó unas bases sólidas para el futuro de las misiones en China.
El futuro Cardenal supo sortear mil dificultades con la política imperante y la presión siempre presente de las naciones extranjeras. A pesar de ello, con la ayuda del Papa y de los distintos Dicasterios romanos, logró alcanzar objetivos verdaderamente estratégicos, fuertemente deseados desde hace tiempo: En primer lugar, la convocatoria del primer (y hasta ahora único) Concilio plenario de China, con representantes de todas las misiones; la descolonización religiosa y una mayor inculturación; un importante desarrollo dado al clero indigeno (este es verdaderamente el objetivo principal de la voluntad expresada por la Maximun Ilud, con el deseo de fundar verdaderamente la plantatio Ecclesiae en China), con el consiguiente nombramiento de los primeros Obispos chinos, muy deseados por el Papa, que él mismo consagró en San Pietro en 1926.
El Cardenal Pietro Parolin además subraya que, el Delegado Apostólico siempre ha tratado de promover estos sentimientos, a lo largo del período en que permaneció en China. Incluso intentó, en varias ocasiones, instar a la Santa Sede a que estableciera relaciones diplomáticas directas con China a través de un concordato (o de un instrumento diplomático similar), que permitiera las relaciones directas con el Gobierno, sin intermediarios extranjeros. Desgraciadamente, la situación política y diplomática del país no permitió el resultado deseado, pero no cabe duda de que se intentó. Otro esfuerzo se refería a la llamada cuestión de los ritos chinos, una peculiar controversia que la Congregación de Propaganda Fideconsiguió finalmente resolver en 1939.
Todos estos aspectos, naturalmente sólo esbozados, afirma el Secretario de Estado, constituyen la base del excelente trabajo editorial del Padre Adel Afif Nasr, presbítero de la diócesis de Concordia-Pordenone y postulador de la causa de beatificación del Cardenal Celso Costantini. A él se le unió el monje benedictino Padre Christian Gabrieli, osb, que ha editado esta publicación. Sin duda, el autor de esta obra se encontró con la dificultad de sintetizar la gran masa de documentos existentes, especialmente en los archivos de la Santa Sede. Por este trabajo expreso mi profunda gratitud.
Las circunstancias actuales también nos enfrentan a la urgencia del conocimiento mutuo y del diálogo constructivo. Espero que este trabajo sea un paso adelante en esta dirección. El Papa Francisco nos recuerda a menudo que es crucial, para abordar los numerosos problemas que agobian la vida de la Iglesia en China, tener un espíritu de auténtica reconciliación, dejando de lado los malentendidos y las divisiones que son herencia del pasado. ¿Cómo es posible superar esta situación? ¿Cómo podemos eliminar los obstáculos en las relaciones? Las páginas que tenemos ante nosotros son capaces de dar una noble respuesta, que derivan de los esfuerzos del amor del Papa por China. Gracias de nuevo al Padre Adel Afif Nasr y al editor Padre Christian Gabrieli, osb, por el "puente" que simbólicamente han dejado entrever entre la Santa Sede y China.