Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
Parece realmente difícil mantener viva la esperanza para quienes sufren la violencia de la guerra. Sin embargo, los ucranianos lo están haciendo, y de ello son testigos las organizaciones de Cáritas del país, comprometidas hasta el agotamiento de sus fuerzas para ayudar a los civiles y, al mismo tiempo, espectadoras de cómo la palabra esperanza se concreta precisamente en dar ayuda a los demás y preservar su dignidad. Este fue el llamamiento que se repitió en la videoconferencia organizada por Caritas Internationalis para hacer un balance de la acción humanitaria de la organización: hay que abrir corredores humanitarios. El secretario general, Aloysius John, señaló cómo, en menos de una semana, "la vida pacífica de los ucranianos se ha convertido en una pesadilla, convertida en miedo, pánico, sufrimiento y exilio. Con las mujeres, los niños y los ancianos abandonando sus hogares, buscando seguridad, sin poder llevar nada consigo".
Cáritas Ucrania y Cáritas Polonia están en primera línea, distribuyendo alimentos y otros artículos de primera necesidad a los afectados por el conflicto, y prestando asistencia sanitaria y psicológica, algo esencial en esta situación, en la que la capital se ha convertido en una ciudad fantasma, "un enorme drama", explica Tetiana Stawnychy, presidenta de Cáritas Ucrania, que informa desde Kiev, "que implicará un largo y difícil proceso de reconstrucción, no se podrá volver a la vida de antes. Es un trauma para toda la gente, veo a los padres luchando por sus hijos, y a los que corren arriba y abajo de los refugios cada vez que suenan las sirenas antiaéreas".
Testigo del drama de los refugiados -las cifras de la ONU hablan de más de 660.000- es el director de Cáritas Polonia, Ireneusz Krause, que describe las kilométricas filas de cientos de miles de personas que huyen, con "niños que llegan exhaustos", en la frontera entre Ucrania y Polonia, donde la situación cambia constantemente a medida que se agrava el conflicto. "Por favor, salven a nuestra gente": este es el llamamiento del padre Vyacheslav Grynevych, director ejecutivo de Caritas-Spes Ucrania que, en estos momentos, está apoyando a más de cuatro mil personas, también con alojamiento temporal en albergues, en cinco ciudades, incluida Kiev. "El problema es la comida -explica a Vatican News-, aquí en Kiev no tenemos, con el toque de queda no podemos ni salir de casa, en las tiendas no se encuentra casi nada", explica el padre Vyacheslav que, al igual que Caritas Spes, ha abierto una panadería en Kiev, con una monja que prepara y distribuye el pan.
El verdadero drama es el destino de los niños que viven bajo el bombardeo y que deben ser rescatados. "Hay que pensar en organizar el corredor humanitario", repite el sacerdote, que tiene que evacuar a unos 400 niños que actualmente mantiene escondidos Cáritas. Hay momentos en los que se siente miedo, confiesa el padre Vyacheslav, "pero se está haciendo algo importante y esto me ayudará a concentrarme más en las cosas, en cómo ayudar a la gente, en cómo organizar el corredor humanitario para la evacuación". Y entonces, a pesar de los temores, permanecerá en Kiev porque "la vocación es permanecer con el pueblo en un momento difícil". Una vocación que parece ser compartida por todos los ucranianos, la de ser fuertes juntos. "Rusia -continúa el director de Caritas Spes Ucrania- no ha entendido que podamos estar tan unidos incluso en la respuesta a la agresión. Será difícil ocupar todo nuestro país -prevee-, pero también será difícil llegar a un acuerdo, porque para Putin el imperativo es ocupar. Pero nuestro deseo de libertad no puede ser ocupado, no es posible". Por lo tanto, la resistencia continuará, "porque para los ucranianos, la independencia es más importante que sus propias vidas". Por lo tanto, en este momento, la petición es: "sigan rezando por la paz, por todos nosotros, Dios escuchará nuestras oraciones y nos ayudará en esta situación tan difícil".