La semana antes de Navidad, me encontré con multitudes en el aeropuerto esperando para embarcar en sus vuelos, pero aglomerados en la zona de la puerta de embarque y obstaculizando al resto de nosotros que intentábamos llegar a nuestro destino. Me quedé como atrapada detrás de un individuo que arrastraba su maleta, pero estaba concentrado en su teléfono. Su bolsa golpeaba a la gente en los tobillos y provocaba un cuello de botella en el flujo del tráfico. Frustrada por su evidente falta de atención, pensé: "¡Amigo, levante la vista del teléfono!".
Curiosa, decidí hacer un experimento muy poco científico y pregunté a varios grupos de personas: "¿Cuántos de ustedes sienten que pasan demasiado tiempo en sus pantallas?". Cuando la mayoría levantó la mano, concluí que mucha gente sabe que pasa demasiado tiempo con sus aparatos electrónicos. Ciertamente, todos necesitamos estar con nuestros aparatos durante parte de ese tiempo, pero ¿durante todo el tiempo?
¿Qué quieres hacer desde hace tiempo, pero no encuentras el momento? Tal vez quieras aumentar el tiempo que pasas con tus hijos o te gustaría ponerte al día con los proyectos de la casa. Tal vez quieras visitar a un amigo enfermo o pasar más tiempo con Dios en oración.
Sea lo que sea, un poco menos de tiempo frente a la pantalla podría ayudarte a cumplir estos deseos.
Al empezar este nuevo año, ¿quizás Dios te está inspirando a pasar menos tiempo mirando una pantalla y más tiempo mirando a la gente y los lugares que te rodean? He aquí algunas cosas que debes recordar cuando intentes reducir tu consumo digital.
En primer lugar, practica la disciplina. Cuando entro en YouTube, tiendo a caer en la madriguera del conejo, aunque sea por razones válidas. Al pasar de un video a otro, pierdo una cantidad vergonzosa de tiempo antes de darme cuenta. Ahora, cuando entro en YouTube, me pongo un límite de 30 minutos. Después, rezo una oración rápida al beato Carlo Acutis para que me ayude. Era jugaba videojuegos, pero sólo se permitía una hora a la semana, porque sabía lo fácil que es perderse jugando.
En segundo lugar, responsabilízate de ti mismo y conoce tus hábitos en línea. Reconoce las necesidades legítimas que tienes para estar en línea, pero asegúrate de pasar el tiempo adecuado con tus seres queridos cara a cara. Muestra verdadero interés por las personas escuchándolas atentamente sin juzgarlas y muestra verdadero interés por profundizar en tu relación con Dios.
A continuación, discierne. Haz preguntas cuando estés usando los medios de comunicación en línea. No queremos estar tan absorbidos por la tecnología que perdamos de vista quiénes somos o nos encontremos sumidos en una adicción. ¿Lo que haces en Internet te aporta paz y serenidad o te provoca ansiedad? ¿Quizá necesitas llevar a la oración lo que ves en el ámbito digital? ¿Es tu vida digital un reflejo auténtico de tu vida como discípulo de Cristo? Pídele al Espíritu Santo el don del discernimiento a la hora de elegir la actividad en línea y decidir cuánto tiempo vas a pasar en ella.
Por último, cultiva momentos de silencio. Hace poco, un encargo me llevó por la autopista de la costa del Pacífico. Se me antojó y me detuve (de forma segura) a un lado de la carretera. Apagué el auto, bajé la ventanilla del lado que daba al mar, cerré los ojos y escuché el sonido de las olas durante unos minutos. Puede que esto no se pueda calificar estrictamente como silencio, ya que aún podía oír el ruido de los autos zumbando, pero tranquilicé mi mente y mi corazón durante tres minutos, y fue bueno para mi alma.
Todos necesitamos silencio en nuestras vidas. Con el silencio viene la reflexión y la capacidad de escuchar las muchas maneras en que Dios está constantemente llegando a nosotros en la vida cotidiana. El silencio no sólo nos permite oír a Dios, sino también las necesidades de los demás más claramente.
Si te propones reducir el tiempo que pasas en línea frente a una pantalla, sospecho que no sólo te ayudarás a ti mismo, sino también a los que te rodean, a vivir un 2024 más equilibrado, pacífico y santo.