(OSV News) -- "¿Cuál es el factor más importante para que un matrimonio tenga éxito?".
A lo largo de los años, he planteado esa pregunta a cientos de parejas que asistían a clases de preparación al matrimonio. Estas parejas estaban allí, después de todo (aparte de la necesidad de cumplir con los requisitos diocesanos), por esa razón: para aprender a construir matrimonios exitosos y para asegurarse de que sus propias relaciones estaban en el buen camino.
Por supuesto, los novios siempre se imaginan matrimonios felices. Nadie se propone fracasar. Pero, por dentro, se preocupan. ¿Es realmente posible?
Con demasiada frecuencia, las parejas me decían que sus propios padres eran modelos perfectos... de matrimonios que ellos no querían. Otros vieron cómo los matrimonios de un tío favorito, una hermana mayor o un compañero de universidad se convertían rápidamente en un fracaso, empañado por el engaño, el abuso o la amargura.
Como el matrimonio parece tan arriesgado para las parejas jóvenes, encontrar el "factor éxito" importa mucho.
¿Qué es lo que estas parejas consideran más importante para que su matrimonio tenga éxito? Invariablemente, la comunicación encabezaba la lista. Ciertamente, los expertos en relaciones destacan la importancia de una buena comunicación en el matrimonio. Una buena comunicación fomenta la comprensión mutua y crea intimidad. Y cuando las emociones están a flor de piel, una buena comunicación ayuda a la pareja a superar las diferencias y a resolver los conflictos de forma constructiva.
Pero la comunicación no es el ingrediente esencial del éxito matrimonial, sino el compromiso.
¿Por qué? Porque el matrimonio, aunque similar a otras relaciones, es único. Claro que incluye amistad, intereses comunes, pasión, intimidad emocional y atracción sexual. Pero el matrimonio no depende de estas cosas. El matrimonio depende del compromiso de la pareja de amarse, de amarse como Dios ama a su pueblo, es decir, de forma permanente, fiel y fructífera.
Es fácil hablar del compromiso, lo difícil es vivirlo. Pero éste abre la ventana al amor duradero. Pienso en una mujer cuyo matrimonio se quebró después de muchos años y muchos hijos. Su esposo conoció a otra persona y abandonó a su mujer y a su familia. La mujer, que sabía que su matrimonio era real y duradero a pesar de la infidelidad de su marido, rezaba a diario por la reconciliación de su marido con Dios. Dio a sus hijos ejemplo de caridad y perdón hacia él. Guiado por la gracia, su marido acabó arrepintiéndose y regresó a la fe... y a su familia. El compromiso de su esposa de amar "pase lo que pase" y de perdonar a pesar de las dolorosas heridas infligidas por la traición de su esposo, se convirtió en un poderoso testimonio para los demás sobre lo que significa el matrimonio.
Pienso también en el veterano de la guerra de Irak que regresó a casa sin piernas, sin duda temiendo que su esposa dejara de quererle. Sin embargo, el firme compromiso de su esposa con su matrimonio le trajo la sanación y les ayudó a descubrir un nuevo propósito en sus vidas.
¿Qué hace posible un compromiso tan profundo y sin reservas? La gracia de Dios, que nos permite amar frente a las luchas ordinarias y los desafíos imposibles. A veces, las parejas tratan las gracias sacramentales del matrimonio como un generoso cheque recibido el día de su boda. Temen que, una vez cobrado, desaparezca, así que no lo utilizan y lo guardan para algo realmente importante. O se olvidan de que lo recibieron y nunca lo cobran. La gracia de Dios en el matrimonio es una línea de crédito (una línea de vida, en realidad) que se debe utilizar a diario. Sin límites, está disponible a petición.
¿Y cuál es nuestra parte? Nuestra tarea consiste en cultivar virtudes – hábitos -- que nos ayuden a vivir nuestro compromiso con el amor. Lo que hacemos nos convierte en lo que somos. Cuando desarrollamos hábitos que nos ayudan a amar mejor, nos convertimos en mejores esposas y esposos.
Dos virtudes, en particular, son esenciales para el éxito del matrimonio: la castidad y la misericordia.
La castidad significa integrar nuestra sexualidad para que se convierta en expresión de amor y santidad. Significa ver a nuestro cónyuge siempre como una persona, no como un objeto para ser utilizado.
La castidad nos ayuda a practicar el autocontrol y la abnegación, y a dirigir nuestro amor sexual siempre hacia nuestro cónyuge, no hacia otros -- incluso en nuestra imaginación. La castidad nos libera para amar a nuestro cónyuge como persona y renunciar a todos los demás.
Del mismo modo, la misericordia nos libera de ser controlados por nuestros propios sentimientos y deseos (ira, resentimiento, amargura) ante el daño o la injusticia. A nadie le gusta pedir perdón por lo que ha hecho mal. Perdonar, o practicar la misericordia, con nuestro cónyuge a diario nos ayuda a recordar nuestra propia pecaminosidad y nuestra dependencia de la misericordia de Dios. Dios, en su misericordia, no se resiste a aceptar una disculpa. No exige venganza o una última palabra para demostrar que él tenía razón y nosotros estábamos equivocados. Perdona y olvida... y sigue amándonos.
Entonces, ¿qué es lo más importante para que un matrimonio tenga éxito? El compromiso, fortalecido por la gracia que Dios nos da a través del sacramento; y por nuestras acciones de cultivar las virtudes de la castidad y la misericordia. ¿Es posible? Absolutamente.
"Todo lo puedo en aquel que me fortalece" (Flp 4,13).