Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
Ante todo, la escucha, en primer lugar a las víctimas, luego la prevención, la formación de los educadores y de las familias, y también el trabajo en el mundo digital para educar a los jóvenes en la comprensión de los códigos de referencia válidos y no los que conducen a la desviación y a la autodestrucción. Estas son las directrices que guiarán los trabajos de la Conferencia sobre la Protección de Menores y Adultos Vulnerables, que comenzará en Varsovia del domingo 19 al 22 de septiembre. La conferencia, organizada por la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores y la Conferencia Episcopal Polaca, es la primera sobre este tema para las Iglesias de Europa Central y Oriental. "Las expectativas son, en efecto, muy altas", dice a Vatican News Ernesto Caffo, fundador y presidente de "SOS Il Telefono Azzurro", una histórica organización sin ánimo de lucro que trabaja desde los años 80 en la defensa de los derechos de los niños.
16/09/2021
Caffo desde 2018 se encuentra entre los miembros de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores y, como tal, trabaja para crear "un puente" entre la Iglesia y las realidades sociales de numerosos territorios que abarca "Il Telefono Azzurro". Esta es la contribución que traerá a Varsovia, junto con el amplio trabajo en el mundo digital en una sociedad en constante cambio.
- Dr. Caffo, ¿cuál es el punto central de la Conferencia de Varsovia?
Es una conferencia que se ha preparado con mucho cuidado, a pesar de las dificultades, y creo que uno de los puntos fundamentales es la dimensión de la escucha. En mi experiencia, tanto como psiquiatra como presidente de Telefono Azzurro, siempre he considerado prioritario escuchar las voces de quienes se ocupan de estos temas. Empezaremos por escuchar a las víctimas, porque son el punto de referencia. Al mismo tiempo, también intentaremos comprender por qué durante tanto tiempo -y todavía hoy- ha habido silencios sobre esta cuestión y cómo es posible tener el valor de reflexionar juntos entre las diversas realidades de la Iglesia: comunidades, estructuras, Conferencias Episcopales. Otro objetivo importante es identificar cómo mejorar la red de intervención, porque creo que hay que ver el maltrato como un problema sistémico que hay que revisar, mirando los casos individuales pero tratando de entender las disfunciones y así encontrar soluciones.
- ¿Por qué se eligió Varsovia?
Cada país tiene sus propios problemas que hay que resolver, pero en Europa del Este ha habido mayores retrasos. Por eso queríamos que la conferencia se celebrara en Varsovia. También queremos recoger las experiencias positivas de esta zona regional, así como los modelos innovadores de intervención que hay que desarrollar. Todo esto es un ejemplo del trabajo que venimos realizando desde hace tiempo, muy centrado en las realidades locales, pero también observando otros continentes donde se han desarrollado estas cuestiones.
- ¿Cuáles son los principales temas de los discursos, informes y mesas redondas que marcarán estos tres días?
La escucha, como hemos dicho, es fundamental, luego la formación de todos los trabajadores y movimientos religiosos, incluidos los laicos en torno a la Iglesia, el desarrollo de vías de terapia para ayudar a las víctimas, y la atención también a los autores de estos comportamientos impropios. Este es también un tema que nos hemos propuesto para tratar de encontrar respuestas adecuadas y funcionales. El objetivo principal es ayudar a los obispos, que son el elemento clave para abordar la cuestión de los abusos, porque tienen la responsabilidad y la experiencia para hacerlo.
16/09/2021
También es muy significativo para mí -en vista del próximo itinerario sinodal- reunir a todas las diferentes conferencias episcopales, movimientos y otras realidades, manteniendo siempre en el centro a los frágiles, es decir, a las víctimas. Nos damos cuenta de que hay una enorme necesidad de actuar, y hay que hacerlo de inmediato, porque hay muchos abusos sexuales de niños, y el sufrimiento de los niños en otros ámbitos es generalizado... Debemos atender a las víctimas, y esto requiere una contribución conjunta y cada vez más eficaz de la Iglesia.
- ¿Qué tipo de trabajo realiza "Telefono Azzurro" con la Iglesia en este tema?
Hay tres áreas principales de intervención. Uno de ellos es encontrar modelos más eficaces de escucha, que es lo que está ocurriendo especialmente en Sudamérica y otras partes del mundo. Escuchar, sobre todo, a través de los sistemas digitales, porque en este periodo de pandemia ha aumentado la petición de ayuda a través de la web. La prevención sigue siendo otro elemento clave: ayudar a las víctimas al principio de un proceso es mucho más apropiado y eficaz que los interventos tardíos. El segundo componente es la formación, especialmente para los educadores y las personas en contacto con los niños y las familias.
El tercer componente es un análisis cada vez más cuidadoso del mundo digital, es decir, todo el cribado con las grandes empresas y otros departamentos para reflexionar juntos sobre cómo bloquear ciertas imágenes de niños, empezando por la pornografía infantil recientemente denunciada por el Santo Padre.
- En la Iglesia ha quedado claro que parte del problema de los abusos se puede gestionar. Pero hay otros ámbitos en los que probablemente también sea necesaria la cooperación del mundo laico...
La Iglesia tiene hoy un papel que desempeñar en la síntesis de algunas grandes complejidades, buscando tener en el centro a la persona y su dignidad, como ha dicho tantas veces el Papa. Tenemos que pensar que la Iglesia tiene que liderar los procesos de cambio, pero conociéndolos y profundizando en los aspectos que son cada vez más un reto para todos, sobre todo en una perspectiva a medio y largo plazo. Los que trabajamos con niños nos damos cuenta de la importancia que tiene hoy en día orientar a las familias y al mundo de los educadores para ayudar a los menores.
También tenemos que hacer que los niños sean responsables en este mundo y hacerlos participar con diferentes herramientas. Me preocupa mucho, por ejemplo, la atracción de los niños por los mundos digitales que no tienen valores ni códigos de referencia. Creo que debemos hacer un esfuerzo dentro de la Iglesia para entender cómo comunicar los valores de la persona y de la fe a las nuevas generaciones. En mi opinión, este es un camino que hay que seguir inmediatamente, sin esperar a que los niños se sientan atraídos por modelos de "influencers" y creadores de contenidos que no pertenecen a una cultura del bienestar, de la vida en común, sino más bien a la dimensión de la destructividad y la desviación. Hay mucho trabajo por hacer en cuanto a modelos y códigos de referencia, un proceso en el que quizás haya un retraso dentro de la Iglesia.
- ¿Qué espera que cambie después de Varsovia?
Que escuchemos a las víctimas, que podamos prestarles ayuda inmediata y ello sin juzgarlas, sino con una gran capacidad por nuestra parte de entender cómo ese sufrimiento puede ser un estímulo para que otros hablen y pidan ayuda. Me gustaría que se creara en la comunidad un sentimiento de acogida y no de marginación hacia quienes han sido víctimas de abusos y violencia en la Iglesia. Debemos acoger a todos y este sentido de la escucha y la acogida estará en el centro de la acción no sólo de la Comisión, sino de toda la Iglesia.
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