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Mientras que la justicia exige no violar los derechos de los demás, sino darles lo que les corresponde, la caridad nos hace sentir las necesidades de los demás como propias. Esto fomenta la cooperación y la amistad fructíferas. Por tanto, la verdadera paz puede establecerse en el mundo cuando la justicia encuentra su cumplimiento en la caridad o el amor.
El Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, expuso este argumento en un mensaje de vídeo el martes al "Foro Global de Corea para la Paz" (KGFP), un evento anual que el Ministerio de Unificación de Corea del Sur acoge cada año, en el que participan expertos, investigadores y funcionarios gubernamentales de más de veinte países. El tema del KGFP de este año, del 31 de agosto al 2 de septiembre, es "Una nueva visión de las relaciones intercoreanas y de la comunidad: Por la paz, la economía y la vida". Debido a la pandemia, se celebra por Internet.
El martes, el máximo diplomático del Vaticano presentó una extensa ponencia sobre "El papel de las Iglesias en el establecimiento de la paz en la península coreana", en la que ofreció principios, valores e ideales de la tradición de la Iglesia y del Evangelio que pueden ayudar a lograr la paz y la reconciliación en la península.
Según el Papa Pablo VI, los pueblos y las naciones deben encontrarse como hermanos y hermanas, como hijos de Dios, y trabajar juntos para construir el futuro común del género humano, a fin de crear las condiciones para el desarrollo integral de la humanidad basado en la solidaridad. Este proceso, señaló el cardenal Parolin, se favorece con las acciones de acoger, acompañar y escuchar.
El Papa Francisco describe la acogida como cercanía, apertura al diálogo, paciencia y una amabilidad que no condena. Significa hacerles un espacio en nuestras vidas y estar dispuestos a compartir nuestras alegrías y penas, lo que ayuda a construir relaciones auténticas.
Al explicar la necesidad de acompañar, el cardenal Parolin dijo que no puede haber un desarrollo armonioso de la sociedad en todas sus partes si no ponemos en práctica estrategias compartidas en situaciones concretas, que apunten al respeto de la vida humana y de la dignidad de cada uno y al acompañamiento progresivo de las personas.
El acto de escuchar o dialogar implica dedicar conscientemente un tiempo y una atención preciosos para descodificar cuidadosamente las señales que recibimos.
El cardenal Parolin dijo que la escucha ayuda a la resolución de conflictos, a la mediación cultural y a la construcción de la paz en comunidades y grupos. Según el Papa Francisco, el diálogo nos ayuda a comprender y apreciar las necesidades de los demás y fomenta en nosotros una actitud de escucha y apertura a los puntos de vista válidos del interlocutor.
El cardenal Parolin sostuvo que el diálogo es un gran signo de respeto, ya que ayuda a las personas a comprender y apreciar las necesidades de los demás. El diálogo se convierte en una expresión de caridad, ya que puede ayudarnos a buscar y compartir el bien común sin ignorar las diferencias y sin hacer prevalecer nuestra posición sobre la de los demás.
Oración ecuménica por la reunificación de las dos Coreas el 15 de agosto
Con respecto a una nueva visión de las relaciones en la península coreana, el cardenal de 66 años destacó la figura del Papa Juan XXIII, que siempre hizo hincapié en los valores universales que unen a las personas. Siempre buscó la bondad presente en cada persona y sociedad, y estableció un diálogo basado en el respeto y el reconocimiento mutuos que superó la estrechez de miras que creaba divisiones. Creer que hay bondad en cada persona, le llevó a buscar primero lo que une que lo que divide. Esta es la base del diálogo, dijo el Cardenal Parolin, y esto es lo que permitió al Papa Juan XXIII ayudar a resolver pacíficamente la crisis de los misiles en Cuba.
Según el Concilio Vaticano II, explicó el cardenal Parolin, la paz es más que la ausencia de guerra o el equilibrio de poder entre fuerzas opuestas. No puede haber paz si no se salvaguarda el bienestar de las personas y si no se comparten entre sí las riquezas de sus mentes y sus talentos libremente y con un espíritu de confianza mutua. Así pues, la paz es también fruto del amor, porque el amor va más allá de lo que la justicia puede conseguir.
También podríamos decir que la paz es amistad y benevolencia. Según Confucio, señaló el cardenal, la benevolencia significa no imponer a los demás lo que no se desea para uno mismo, un principio cercano al precepto cristiano: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,39).
Citando al Papa Juan Pablo II, el Cardenal Parolin dijo que para que la verdadera paz se establezca en el mundo, la justicia debe encontrar su realización en la caridad, es decir, en el amor. Por eso recordó que el perdón es necesario para resolver los problemas de las personas y de los pueblos. Sólo una humanidad en la que reine la "civilización del amor" podrá disfrutar de una paz auténtica y duradera.
Según el Papa Francisco, la amistad tiene también una dimensión social basada en la solidaridad y la reciprocidad.
A esto se refería cuando, en medio de los estragos de Covid-19 en una Plaza de San Pedro desierta el 27 de marzo de 2020, dijo que todos estamos en la misma barca, frágiles y desorientados, pero que todos nos necesitamos, ya que nadie se salva solo.
En su encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, Fratelli tutti, el Papa Francisco describe el diálogo como acercarse, hablar, escuchar, mirar, llegar a conocerse y entenderse, y encontrar un terreno común. Este tipo de diálogos por parte de muchas personas generosas, dice el Papa, mantiene unidas a las familias y a las comunidades, sin que se produzcan titulares.
Para concluir, el cardenal Parolin dijo a la KGFP que, para una auténtica paz en el mundo, la justicia debe encontrar su realización en la caridad y las personas deben buscar más lo que les une que lo que les divide. Insistiendo en la necesidad de la amistad y la fraternidad en el mundo, el Papa Pablo VI dijo que debemos ver en los demás no a un extraño, un rival, una molestia, un adversario o un enemigo, sino a seres humanos como nosotros, dignos de respeto, estima, ayuda y amor.
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