Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano
En su discurso a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Pontífice les dijo que en el siglo pasado, “la conciencia de que el escándalo de la división de los cristianos tuvo un peso histórico en la generación del mal que ha envenenado el mundo con el dolor y la injusticia, conmovió a las comunidades creyentes, bajo la guía del Espíritu Santo, a desear la unidad por la que el Señor oró y dio su vida”.
Y este anhelo de unidad, les dijo, es el que hoy debe ser alimentado de nuevo, sobre todo “ante la barbarie de la guerra”:
“El anuncio del Evangelio de la paz, el Evangelio que desarma los corazones incluso ante los ejércitos, sólo será más creíble si lo proclaman cristianos finalmente reconciliados en Jesús, Príncipe de la Paz; cristianos animados por su mensaje de amor y fraternidad universales, que trasciende los confines de su propia comunidad y nación”.
Es a partir de esta unidad, que el Dicasterio busca cómo celebrar de forma ecuménica el 1700 aniversario del primer Concilio de Nicea, que tendrá lugar en 2025. Sobre este Concilio, el Santo Padre recordó que, no obstante, los turbulentos acontecimientos de su preparación y, sobre todo, del largo periodo de recepción posterior, el primer concilio ecuménico fue un acontecimiento de reconciliación para la Iglesia, que de forma sinodal reafirmó su unidad en torno a la profesión de su fe.
El Papa sugirió que el Concilio de Nicea ilumine el “camino ecuménico de hoy” para conducir a nuevos pasos concretos hacia el objetivo de restaurar plenamente la unidad de los cristianos. Sobre todo porque el 1700 aniversario del Primer Concilio de Nicea coincide con el Año Jubilar.
El Papa Francisco, recordó que el primer Concilio Ecuménico fue un acto sinodal, ya que manifestó a nivel de la Iglesia universal la sinodalidad como forma de vida y de organización de la comunidad cristiana, al respecto el Santo Padre subrayó la invitación que, junto con la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, este Dicasterio ha dirigido a las Conferencias Episcopales, pidiéndoles que busquen el modo de escuchar, durante el actual proceso sinodal de la Iglesia católica, también las voces de los hermanos y hermanas de otras Confesiones sobre las cuestiones que desafían la fe y la diaconía en el mundo de hoy:
“Si realmente queremos escuchar la voz del Espíritu, no podemos dejar de oír lo que ha dicho y dice a todos los que han nacido de nuevo "del agua y del Espíritu" (Jn 3,5)”.
El Pontífice recordó además la dificultad que ha tenido el dicasterio en realizar su Sesión Plenaria desde que comenzó la pandemia, sobre todo para poder realizarse en forma presencial. La pandemia, señaló, con su trágico impacto en la vida social de todo el mundo, también ha condicionado fuertemente las actividades ecuménicas, impidiendo la realización de los contactos habituales y de nuevos proyectos en los últimos dos años. Pero al mismo tiempo, afirmó Francisco, la crisis sanitaria fue también una oportunidad para fortalecer y renovar las relaciones entre los cristianos.
El Papa dijo a los participantes en la plenaria que un primer resultado ecuménico importante de la pandemia ha sido una renovada conciencia de pertenecer a la única familia cristiana, una conciencia enraizada en la experiencia de compartir la misma fragilidad y de poder confiar sólo en la ayuda de Dios, y añadió:
"Paradójicamente, la pandemia, que nos ha obligado a mantener las distancias entre nosotros, nos ha hecho darnos cuenta de lo cerca que estamos realmente los unos de los otros y de lo responsables que somos unos de otros. Es esencial que sigamos cultivando esta conciencia, y que tomemos iniciativas que hagan explícito este sentimiento de hermandad y lo incrementen. De hecho, es fácil olvidar esta profunda verdad. Cuando esto ocurre con las comunidades cristianas, nos exponemos seriamente al riesgo de la presunción de autosuficiencia y autorreferencialidad, que son graves obstáculos para el ecumenismo".
El Papa Francisco, por último, afirmó con pesar, que antes que terminara la emergencia sanitaria, el mundo entero se enfrentó a un nuevo y trágico desafío, la guerra en curso en Ucrania. Además, señaló, que desde que llegó el final de la Segunda Guerra Mundial, no han faltado las guerras regionales, hasta el punto de que a menudo, el Papa ha hablado de una tercera guerra mundial a trozos, dispersa por todas partes:
"Sin embargo, esta guerra, tan cruel y sin sentido como cualquier otra, tiene una dimensión mayor y amenaza al mundo entero, y no puede dejar de cuestionar la conciencia de cada cristiano y de cada Iglesia. Debemos preguntarnos: ¿qué han hecho y qué pueden hacer las Iglesias para contribuir al "desarrollo de una comunidad mundial, capaz de lograr la fraternidad a partir de pueblos y naciones que viven en amistad social" (Enc. Fratelli tutti, 154)?".