PORT MORESBY, Papúa Nueva Guinea (CNS) -- Dios llama a los cristianos a tener el coraje de abrirse a la fe y a ser verdaderos prójimos unos de otros, predicó el Papa Francisco en Papúa Nueva Guinea.
"Hoy les dice el Señor: ¡Ánimo, no temas, pueblo papú! ¡Ábrete! Ábrete a la alegría del Evangelio, ábrete al encuentro con Dios, ábrete al amor de los hermanos", dijo el Papa en la Misa del 8 de septiembre en el estadio Sir John Guise de Port Moresby.
Desde que llegó a Papúa Nueva Guinea procedente de Indonesia el 6 de septiembre, el Papa Francisco había oído hablar del trabajo del gobierno y de la iglesia local para combatir la violencia entre clanes y ayudar a las personas -- en su mayoría mujeres y niños -- que son golpeadas o quemadas tras ser acusadas de ser brujas o de traer el mal a sus comunidades.
Las rivalidades tribales y la creencia en la brujería tienen raíces ancestrales en las culturas de muchos de los grupos étnicos de Papúa Nueva Guinea, pero la ferocidad de los ataques ha empeorado con la disponibilidad de armas modernas y la ruptura del liderazgo tradicional de la comunidad.
Dejen todo eso a un lado, dijo el Papa Francisco a la gente, y escuchen al Señor decir: "¡Sean fuertes, no teman!".
El Papa, que llegó antes de lo previsto al estadio, utilizó un pequeño carrito de golf eléctrico para pasear por la pista y entre la gente sentada en el campo antes de que comenzara la misa. Según las autoridades locales, 35.000 personas asistieron a la Misa, contando a las personas sentadas tanto dentro como fuera del estadio.
Bailarines tradicionales y tamborileros encabezaron la procesión de obispos y sacerdotes concelebrantes, formando dos filas que atravesaron a los pies del altar.
Mientras el Papa recitaba algunas de las oraciones de la Misa en un inglés entrecortado, pronunció su homilía en italiano y un ayudante leyó la traducción al inglés. La homilía se centró en la lectura del Evangelio del día, el relato de San Marcos sobre la curación del sordo por Jesús.
El hombre de la historia "se encontraba lejos de Dios, estaba lejos de los hombres porque no tenía la posibilidad de comunicarse", dijo el Papa. Y, como él, "pudiera ocurrirnos que nos encontremos apartados de la comunión y de la amistad con Dios y con los hermanos cuando, más que los oídos y la lengua, sea el corazón el que esté obstruido".
"Existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios, nos cierra a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar", dijo.
Pero Dios envió a Jesús "que cuida nuestra vida, que supera toda distancia" entre las personas y Dios y entre las personas mismas, dijo el Papa.
"Cuando nos sentimos alejados, y decidimos distanciarnos —de Dios, de los hermanos y de quienes son diferentes a nosotros—, entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos", dijo. "Terminamos girando sólo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo".
Pero Jesús quiere curar a la gente, dijo, venciendo "nuestra dureza de corazón, ayudándonos a superar nuestros miedos, a abrir nuestros oídos y a soltar nuestras lenguas; de este modo, nos redescubrimos como hijos amados por Dios y como hermanos y hermanas los unos de los otros".