Alessandro Gisotti
"En la actual guerra en Ucrania, estamos siendo testigos de la impotencia de la Organización de las Naciones Unidas". Las palabras del Papa Francisco ayer en la audiencia general tuvieron un amplio eco. Sin embargo, no son menos importantes las palabras que preceden inmediatamente a esta declaración. De hecho, son la premisa de la amarga afirmación: "Después de la Segunda Guerra Mundial se intentó sentar las bases de una nueva historia de paz, pero desgraciadamente – no aprendimos – la vieja historia de las grandes potencias en competencia continuó". El Papa Francisco cree firmemente en el papel de las Naciones Unidas y en el valor del multilateralismo. Una convicción que hoy es aún más fuerte en ese "cambio de época" que estamos viviendo en la ardua búsqueda de un nuevo horizonte de convivencia para la humanidad. Siguiendo los pasos de sus predecesores – y en particular de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI –, Francisco ha multiplicado los gestos y las palabras de apoyo a las Naciones Unidas, alentando un proceso de reforma que piden en particular los países, los pueblos, que más sufren las consecuencias de esa impotencia a la que se refería el Papa.
Al intervenir el 25 de septiembre de 2015 en la Asamblea General de la ONU, el Pontífice ya afirmó que "la reforma y la adaptación a los tiempos son siempre necesarias, avanzando hacia el objetivo final de conceder a todos los países, sin excepción, una participación e influencia real e igualitaria en la toma de decisiones". Por ello, desde los primeros años de su pontificado insistió en el tema de "la necesidad de una mayor equidad", especialmente "para los organismos con capacidad ejecutiva efectiva, como el Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos creados específicamente para tratar las crisis económicas". Y concluyó su discurso en la sede de la ONU reiterando la necesidad de fortalecer la ONU. "La loable construcción jurídica internacional de la Organización de las Naciones Unidas", observó, "puede ser prenda de un futuro seguro y feliz para las generaciones futuras. Será así si los representantes de los Estados saben dejar de lado los intereses e ideologías sectoriales y buscan sinceramente el servicio del bien común". Estos conceptos fueron reiterados en noviembre del mismo año durante su visita a la sede de las Naciones Unidas en Nairobi.
Sobre el compromiso del cuidado de la Casa Común, la resolución pacífica de las disputas internacionales o un desarrollo económico centrado en las personas y los pueblos, el Papa y la Santa Sede consideran que la Organización de las Naciones Unidas es el foro internacional más adecuado para encontrar un punto de convergencia entre diferentes instancias e intereses. En diciembre de 2019, en un videomensaje conjunto, el Papa y el secretario general de la ONU, António Guterres, reiteraron que "la confianza en el diálogo entre los pueblos y entre las naciones, en el multilateralismo, en el papel de las organizaciones internacionales, en la diplomacia como instrumento de entendimiento y de acuerdo, es indispensable para construir un mundo en paz".
Unos meses más tarde, estalló la pandemia del Covid-19, lo que hace, si cabe, más imprescindible apostar por el multilateralismo, sabiendo que todos estamos en el mismo barco de la humanidad. La pandemia", observó en un mensaje de vídeo con motivo de la 75ª fundación de la ONU, el 25 de septiembre de 2020, "nos ha demostrado que no podemos vivir unos sin otros, o peor aún, unos contra otros". Las Naciones Unidas se crearon para unir a las naciones, para acercarlas, como un puente entre los pueblos". Y en palabras que enlazan bien con lo que dijo ayer, añadió que "nuestro conflictivo mundo necesita que la ONU se convierta en un laboratorio de paz cada vez más eficaz, lo que requiere que los miembros del Consejo de Seguridad, especialmente los Miembros Permanentes, actúen con mayor unidad y determinación".
Significativamente, la reforma de las Naciones Unidas también encuentra espacio en la Encíclica Fratelli tutti. Francisco dedica un párrafo entero al tema, 173. (Juan XXIII había dedicado el párrafo 75 de la Pacem in Terris a la ONU). Para el Papa, esta reforma es necesaria "para que el concepto de familia de naciones tenga un contenido real". Es necesario garantizar, está seguro, "el imperio de la ley sin discusión y el recurso incansable a la negociación, los buenos oficios y el arbitraje". Con un sentimiento que también le llevó a pronunciar las palabras de ayer, también advierte que "es necesario evitar la deslegitimación de esta organización, porque sus problemas y carencias pueden abordarse y resolverse conjuntamente". Por lo tanto, las Naciones Unidas no existen, parece sugerirnos el Papa, si las naciones no están unidas, unidas en la búsqueda valiente del camino del acuerdo. Ya sea el fin de una guerra, las patentes de las vacunas o la lucha contra el calentamiento global, cada uno debe estar dispuesto a "perder" un poco para que todos podamos ganar juntos. Está en juego el reto más importante: el futuro de la humanidad.