Ciudad del Vaticano
“El camino del conflicto a la comunión no es fácil, pero no estamos solos: Cristo nos acompaña”: fue la afirmación del Santo Padre Francisco al recibir esta mañana en el Vaticano a una delegación de la Federación Luterana Mundial.
En su discurso, tras agradecer las palabras del Arzobispo Panti FIlibus Musa, Presidente de la Federación, el Santo Padre recuerda “con cariño” su visita a Lund en el 2016, ciudad fundacional de la Federación. "En esa inolvidable etapa ecuménica – evidencia –experimentamos la fuerza evangélica de la reconciliación", confirmando que "mediante el diálogo y el testimonio compartido ya no somos extraños. Ya no más extraños, sino hermanos”.
El Pontífice denota que, “en el camino del conflicto a la comunión” la visita de la Federación Luterana Mundial tiene lugar en el día de la conmemoración de la Confessio Augustana, “para que crezca la unidad entre nosotros” y expresa su esperanza de que “una reflexión común sobre la Confessio Augustana, en vista del 500 aniversario de su lectura el 25 de junio de 2030, beneficie nuestro camino ecuménico”. Dejando de lado el texto escrito, observa que el camino del conflicto a la comunión, “sólo se hace en crisis":
“La crisis que nos ayuda a madurar lo que estamos buscando. Del conflicto que hemos vivido durante siglos y siglos, a la comunión que queremos, y para ello nos ponemos en crisis. Una crisis que es una bendición del Señor”
A continuación, Francisco explica que la Confessio Augustana representó en su momento, "un intento de evitar la amenaza de una división en la cristiandad occidental; pensada originalmente como un documento de reconciliación intracatólica - precisa - adquirió sólo más tarde el carácter de texto confesional luterano”. Y recuerda que ya en 1980, con motivo de su 450 aniversario, luteranos y católicos afirmaron: "Lo que hemos reconocido en la Confessio Augustana como una fe común puede ayudarnos a confesar esta fe juntos de una manera nueva también en nuestro tiempo. Confesar juntos lo que nos une en la fe”. “Me vienen a la mente las palabras del apóstol Pablo cuando escribió: ‘Un solo cuerpo... un solo bautismo". Un solo Dios’", añade el Obispo de Roma.
El Obispo de Roma precisa que en el primer artículo, la Confessio Augustana profesa la fe en el Dios uno y trino, refiriéndose específicamente al Concilio de Nicea:
El credo de Nicea es una expresión de fe vinculante no sólo para católicos y luteranos, sino también para los hermanos ortodoxos y para muchas otras comunidades cristianas. Es un tesoro común: esforcémonos para que el 1700 aniversario de ese gran Concilio, que se cumplirá en 2025, dé un nuevo impulso al camino ecuménico, que es un don de Dios y para nosotros un camino irreversible.
“Todo lo que la gracia de Dios nos da la alegría de experimentar y compartir -la creciente superación de las divisiones, la progresiva curación de la memoria, la colaboración reconciliada y fraterna entre nosotros- encuentra su fundamento precisamente en el ‘único bautismo para la remisión de los pecados’, asegura a continuación el Santo Padre.
El santo bautismo es el don divino originario, que está en la base de todo nuestro esfuerzo religioso y de todo empeño para lograr la plena unidad. Sí, porque el ecumenismo no es un ejercicio de diplomacia eclesial, sino un camino de gracia. No se apoya en mediaciones y acuerdos humanos, sino en la gracia de Dios, que purifica la memoria y el corazón, supera las rigideces y orienta hacia una comunión renovada: no hacia acuerdos a la baja o sincretismos conciliadores, sino hacia una unidad reconciliada en sus diferencias. A la luz de esto, quisiera animar a todos los comprometidos en el diálogo católico-luterano a continuar con confianza en la oración incesante, en el ejercicio de la caridad compartida y en la pasión por la búsqueda de una mayor unidad entre los diversos miembros del Cuerpo de Cristo.
“La Regla de Taizé – observa seguidamente el Pontífice - contiene una hermosa exhortación: ‘Tengan pasión por la unidad del Cuerpo de Cristo’”. Y explica que “la pasión por la unidad madura a través del sufrimiento que sentimos ante las heridas que hemos infligido al Cuerpo del Señor”.
Cuando sentimos dolor por la división de los cristianos, nos acercamos a lo que experimentó Jesús, que seguía viendo a sus discípulos desunidos, con sus vestidos rotos (cf. Jn 19,23). Hoy me han regalado una patena y un cáliz de los talleres de Taizé. Les agradezco estos dones, que evocan nuestra participación en la Pasión del Señor. De hecho, también nosotros vivimos una especie de pasión, en su doble sentido: por un lado, sufrimiento, porque todavía no es posible reunirnos en torno a un mismo altar; por otro, el ardor en el servir de la causa de la unidad, por la que el Señor rezó y ofreció la vida.
Finalmente, el Papa exhorta a seguir “con pasión nuestro camino del conflicto a la comunión, en el camino de la crisis”, instando a comprender los estrechos vínculos entre Iglesia, ministerio y Eucaristía.
Será importante mirar con humildad espiritual y teológica las circunstancias que llevaron a las divisiones, confiando en que, si bien es imposible deshacer los tristes acontecimientos del pasado, es posible releerlos dentro de una historia reconciliada. Su Asamblea General de 2023 podría ser un paso importante para purificar la memoria y valorizar los numerosos tesoros espirituales que el Señor ha puesto a disposición de todos a lo largo de los siglos.
Y en la conclusión, asegura:
“Queridos hermanos y hermanas, el camino del conflicto a la comunión no es fácil, pero no estamos solos: Cristo nos acompaña”
Al inicio de la audiencia, precediendo el discurso del Pontífice, el arzobispo Panti FIlibus Musa, Presidente de la Federación Luterana Mundial, dirigió unas palabras al Santo Padre:
"Para nosotros la reconciliación tiene un rostro: Jesucristo, y con Jesús el rostro de nuestro prójimo. El amor de Dios nos orienta hacia el prójimo, la fe se vuelve activa en el amor. En el encuentro con los pobres y con aquellos que son olvidados y explotados por el mundo, descubrimos que Cristo sale a nuestro encuentro, nos tiende la mano y nos hace una cosa sola". “Estoy convencido de que para que nuestro camino del conflicto a la comunión pueda desplegar mejor su significado más profundo, debe transformarse siempre en un don de justicia y paz para quienes esperan un signo de esperanza en sus vidas”.
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