Por Teresita de Jesús Kontos, Ministra Laica Eclesial
Miren, el jornal que ustedes han retenido a los trabajadores que cosecharon sus campos están clamando, y los gritos de los cosechadores llegan a oídos del Señor Todopoderoso (Sant 5,4). Los campesinos migrantes arraigados en la tierra que cultivan encarnan los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) sobre la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores, la solidaridad, el cuidado de la creación de Dios y el bien común. Su arduo trabajo y dedicación no solo alimenta a sus familias, sino también al mundo entero. Estos principios, profundamente enraizados en su vida, son esenciales para la supervivencia y el progreso de la humanidad.
El Condado de Yuma, ubicado al noroeste de Arizona, se conoce como “la capital mundial de los vegetales de invierno” debido a su próspera industria en la agricultura. Como en muchas regiones del país, su fuerza laboral está compuesta mayormente por trabajadores migrantes que llegan a través del Programa Agrícola Temporal H-2A. Estos trabajadores, en su mayoría mexicanos, están frecuentemente expuestos a condiciones laborales difíciles, incluyendo climas extremos que varían desde el calor durante el verano hasta el frio intenso de invierno. También están constantemente en contacto con pesticidas peligrosos que pueden afectar su salud a largo plazo y las extenuantes jornadas de trabajo que duran desde el amanecer hasta el anochecer solo agravan su situación.
A pesar de su incansable esfuerzo y su importante contribución a la economía agrícola, estos trabajadores enfrentan serios problemas de aislamiento social debido al prolongado período de separación de sus familias, lo cual afecta profundamente su bienestar emocional y mental. Además de los riesgos y abusos laborales que soportan, los salarios injustos y las barreras lingüísticas y culturales restringen significativamente su capacidad de integrarse y recibir apoyo comunitario. Este panorama no solo acentúa las condiciones adversas que enfrentan estos trabajadores, sino que también señala la urgente necesidad de reconocer y valorar su esfuerzo desde una ética de solidaridad que honre su dignidad, derechos laborales y contribuciones.
El Magisterio de la Iglesia Católica viene afirmando desde hace más de un siglo los derechos de los trabajadores, en particular de los más desfavorecidos. En mayo de 1891, se publicó la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, cuyo mensaje principal es la defensa de los derechos de los trabajadores y la promoción de la justicia social en la era industrial. En esta encíclica, el Papa León XIII condenó enérgicamente la explotación de los trabajadores, señalando que explotar y defraudar a los trabajadores necesitados de un salario justo es un gran crimen condenado por las leyes divinas y humanas (n.15).
La Doctrina Social de la Iglesia ha mostrado una profunda preocupación por la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores al igual que las difíciles circunstancias que enfrentan los trabajadores agrícolas. Este compromiso se refleja en sus constantes apelaciones a la justicia social en defensa de los derechos laborales, enfatizando la importancia de condiciones más justas y humanas.
Los obispos católicos de los Estados Unidos, movidos por esta preocupación han publicado cartas pastorales y declaraciones anuales expresando su solidaridad con los trabajadores y proponiendo acciones concretas para valorar la dignidad del trabajo. Un ejemplo de estas cartas es el documento pastoral Porque Tuve Hambre Y Ustedes Me Dieron de Comer: Reflexiones Católicas Sobre Los Alimentos, Los Agricultores Y Los Trabajadores Agrícolas. En este documento, los obispos declaran que proveer alimentos para todos es un imperativo del Evangelio. Los obispos señalan que “La agricultura es la manera en que los agricultores, rancheros y trabajadores agrícolas brindan una vida decente a sus familias y ayudan a alimentar a un mundo hambriento. No es simplemente otra actividad económica” (Introducción, pág. 1). En efecto, la dignidad del trabajo influye en todos los aspectos de nuestras vidas, afecta como tratamos a quienes producen nuestros alimentos y también a quienes carecen de ellos. La creciente concentración, tecnología y globalización en la agricultura daña a las comunidades rurales. Para los católicos, estas cuestiones tienen dimensiones éticas y humanas esenciales.
En la Declaración del Día del Trabajo 2024, los obispos reafirmaron su compromiso con la construcción de una sociedad que honre la dignidad humana de todos los trabajadores. Los obispos enfatizaron que “Nuestra fe católica nos llama a orar, trabajar y abogar a favor de protecciones que permitan que todos los trabajadores prosperen, tanto los recién llegados a nuestro país como aquellos cuyas familias han estado aquí por generaciones”. Este llamado a la acción refleja una continuidad sobre la Doctrina Social de la Iglesia, que siempre ha valorado la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores, promoviendo un entorno donde cada trabajador pueda vivir con dignidad y recibir un trato justo.
En consonancia con estos principios, la Diócesis de Tucson creó la Pastoral Campesina bajo la dirección de la Oficina del Ministerio Hispano. Esta pastoral tiene como propósito atender las necesidades sacramentales y pastorales de los campesinos migrantes e inmigrantes rurales del Vicariato de Yuma/La Paz. Entre sus metas, se incluye el desarrollo de estrategias de evangelización adecuadas y eficaces, ofreciendo una catequesis que considere la cultura, el idioma, los horarios de trabajo, el nivel de educación y las posibilidades de participación de los trabajadores agrícolas. Además, colaboramos como enlace entre las agencias que proporcionan programas de asistencia social y legal. También concientizamos a los trabajadores agrícolas sobre la importancia de apoyar a las organizaciones que abogan por mejores condiciones de trabajo, salario, vivienda y salud.
Gracias al apoyo y la estrecha colaboración con diversas organizaciones tanto locales como nacionales, se ha podido proveer una amplia gama de información y servicios básicos a los trabajadores agrícolas. Una de estas organizaciones más sobresalientes en este esfuerzo es La Red Católica del Campesino Migrante (CMFN por sus siglas en inglés) que ha beneficiado a la comunidad del Condado de Yuma por más de una década. A través de talleres y cursos de liderazgo pastoral, CMFN ha capacitado a muchos miembros de la comunidad, fortaleciendo su capacidad para abogar por sus derechos y mejorar sus condiciones de vida. Una de sus iniciativas más recientes que estamos promoviendo en nuestra comunidad es El Sembrador. Este programa no solo capacita a líderes para un ministerio agrícola sostenible que acoge y protege a los trabajadores campesinos, sino que también promueve su integración en la parroquia y en la comunidad en general. Inspirados por las enseñanzas del Papa Francisco en Fratelli Tutti sobre la fraternidad y la amistad social, este programa refleja el compromiso de la Iglesia de crear un entorno inclusivo y solidario, donde los trabajadores agrícolas puedan prosperar y encontrar apoyo constante.
Según el Santo Padre, “Cuando el prójimo es una persona migrante se agregan desafíos complejos. Es verdad que lo ideal sería evitar las migraciones innecesarias y para ello el camino es crear en los países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, de manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio desarrollo integral. Pero mientras no haya serios avances en esta línea, nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda no solamente satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia, sino también realizarse integralmente como persona” (Fratelli Tutti, n.129).
Ante esta realidad, sería bueno preguntarse:
¿Cómo podemos aplicar hoy en día las enseñanzas del Apóstol Santiago sobre la justicia en el ámbito laboral?
¿De qué manera la comunidad puede apoyar a los trabajadores que están siendo explotados para defender su dignidad y derechos laborales?
¿Qué podemos hacer para que nuestras políticas laborales y hábitos de consumo honren la dignidad del campesino migrante como trabajador esencial e hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza?
Las enseñanzas de la Sagrada Escritura y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia sobre la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores nos recuerdan la importancia de vivir la fe con acciones concretas. La vida del campesino migrante es un testimonio viviente de nuestra fe, fraternidad humana y amistad social. Estas enseñanzas y principios éticos nos proveen una guía para construir una sociedad más justa y humana que promueva la inclusión y apoyo a los trabajadores agrícolas dentro de las comunidades donde laboran. Solo así podremos avanzar hacia una ética de solidaridad, participación y esperanza.
Sobre la Autora:
Teresita de Jesús Kontos, es de origen mexicano, esposa y madre de dos hijos. Obtuvo una licenciatura en Ciencias de la Comunicación Social en México. En 2017, fue certificada como ministra laica eclesial por la Diócesis de Tucson. Actualmente está cursando su segundo año de la Maestría Bilingüe en Estudios Pastorales en la Universidad de Loyola Chicago. Desde hace dos décadas, Teresita ha servido como voluntaria en diversos ministerios del Apostolado Hispano en la parroquia de Inmaculada Concepción en Yuma, Arizona. Trabaja como coordinadora de la Pastoral Campesina donde promueve el ministerio pastoral para los trabajadores agrícolas, ofreciendo apoyo sacramental y pastoral, trabajo en red, actividades y recursos. Además, aboga por esta población a nivel nacional a través de su colaboración como presidenta de la Junta Directiva de la Red Católica de Campesinos Migrantes (CMFN).