Federico Piana- Ciudad del Vaticano
"El camino sinodal de la Iglesia filipina se ha caracterizado por tres verbos: escuchar, aprender y amar". Monseñor Ruperto Cruz Santos, obispo de la diócesis de Balanga, cuenta cómo la experiencia de sinodalidad vivida en el país del sudeste asiático ha sido "portadora de esperanza para toda la gente, especialmente para los marginados". El camino de la escucha y el discernimiento concluyó el pasado 6 de julio con un gran encuentro nacional de obispos, sacerdotes, laicos y delegados de movimientos eclesiales que tuvo lugar en la ciudad de Tagaytay, al sur de la capital, Manila. "Ahora -recuerda monseñor Santos- se elaborará un resumen de nuestro trabajo y se enviará a Roma con vistas a la Asamblea Sinodal prevista para octubre del próximo año".
Ciertamente. Escuchamos con paciencia todo lo que nuestra gente quería decirnos. Dedicamos todo nuestro tiempo a escuchar, sin interrumpir y sin hacer preguntas. En segundo lugar, hemos aprendido de cada experiencia que hemos tenido con el pueblo: hemos comprendido que el pueblo colabora con la Iglesia poniendo sus talentos a disposición de la Viña del Señor. En tercer lugar, hemos aprendido la importancia de amar sirviendo a nuestro pueblo en libertad y justicia, procurando darle una vida verdaderamente humana.
Ha sido muy significativo. Los fieles respondieron a nuestras preguntas con total honestidad usando la cabeza y el corazón. La sinodalidad es un estímulo para todos; muestra que la Iglesia piensa y trabaja para el pueblo porque representa el corazón y las manos de Dios.
En primer lugar, surgió que la sinodalidad da valor a nuestro pueblo para vivir como Dios quiere en medio de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo: pandemias, guerras y crisis económicas. Otra reflexión se refería al modelo de sinodalidad filipino, que ha asumido nuevos estilos y nuevas formas de evangelizar de manera muy eficaz.
Los frutos que brotarán de esta experiencia serán la ayuda mutua, la esperanza generalizada y alegre, y la atención a los últimos, a los pobres. La Iglesia filipina va en busca de sus ovejas y las ovejas siempre esperan a su pastor.
Esta idea surgió en el seno de la Conferencia Episcopal de Filipinas con el objetivo de ayudar a los filipinos en otros países, por ejemplo en Europa, a incorporarse mejor a sus parroquias locales. No sólo eso, la prelatura personal también facilitaría el trabajo con los emigrantes filipinos recién llegados a un país. Esta propuesta forma parte del camino de la sinodalidad que hemos hecho y es sólo una hipótesis sobre la que podemos trabajar.