Soy el Padre Manuel Fragoso Carranza, sacerdote de la Diócesis de Tucson y párroco de la Inmaculada Concepción, en Yuma, AZ.
Desde que la pandemia dio inicio en marzo de este año, la gente que trabajamos en la Inmaculada Concepción buscamos la manera de seguir disponibles a las necesidades de la comunidad. Seguimos todos los protocolos que se nos fueron dando, y cada quien nos cuidamos para poder cuidar a los otros. En cada Misa dominical repetíamos lo que se nos pedía para poder seguir congregándonos como familia de Dios.
Sin embargo, sabíamos que todo esto no iba a ser suficiente para detener el virus y, el 12 de noviembre tuvimos que cerrar nuestra Iglesia porque yo salí positivo. No es suficiente, pero si ha sido de mucha ayuda en la lucha contra esta enfermedad.
Sabemos que seguimos expuestos constantemente a esta enfermedad, pero también sabemos que al seguir todos los protocolos se minorizan las probabilidades de que se extienda el contagio. Vivir en medio de esta pandemia, no es vivir en miedo, ni actuar a través del miedo. Es seguir trabajando con todo el amor de Dios poniéndonos al servicio de los demás tomando las medidas necesarias para hacerlo con cautela y sabiduría.
Como les decía, seguir los protocolos no nos da seguridad de que no nos va a dar el virus, pero si nos da la certeza de que le estamos poniendo un gran obstáculo para que se reproduzca descontroladamente.
Es muy importante que, para cuidar a los otros, sigamos usando el cubrebocas, nos lavemos las manos constantemente, mantengamos la distancia social, no salgamos de nuestras casas si nos sentimos enfermos, etc.
¡Practiquemos el amor cristiano, sigamos los protocolos!
Hoy nuestra Iglesia se encuentra cerrada, pero con el favor de Dios se reabrirá y continuaremos nuestra labor de servicio. Seguiremos insistiendo en las medidas de seguridad. Gracias a Dios yo he sido asintomático, pero hemos sabido de parroquianos y sus familiares que han sufrido mucho, hasta el punto de enfrentarse a la muerte de seres queridos.
En nuestra oración como individuos y como comunidad, nuestra Iglesia nos invita no solamente a elevar nuestras voces al Padre amoroso que nos escucha, sino también a ponernos en acción para que la voluntad de Dios vaya tomando forma a través de nuestras acciones.
Es por eso que les pido encarecidamente que elevemos nuestras oraciones por todos aquellos que de alguna manera han o están sufriendo esta enfermedad, y que nos mantengamos firmes a seguir los protocolos que se nos dicten, para poder ayudar a controlarla.
Que Dios nos de la fuerza para seguir adelante y el amor para protegernos unos a otros!
¡Bendiciones!