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En la mañana de este jueves 5 de mayo el Santo Padre se dirigió, en el Aula Pablo VI, a las aproximadamente 900 participantes de la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, la UISG, en curso en Roma en forma presencial del 2 al 6 de mayo y en forma virtual. El Pontífice entregó el texto preparado, un extenso discurso en español, en el que la atención se centró sobre dos escenas bíblicas: Jesús que lava los pies a Pedro en la última cena y María Magdalena que experimentó una gran liberación en su encuentro con Jesús.
Pedro debió cambiar de mentalidad, dejándose servir; Magdalena fue elegida como apóstola no obstante su historia pasada. De estas dos contemplaciones, vuelve la necesidad hoy de perseverar en la actitud de servicio y escucha mutua para la plena comunión eclesial.
La Iglesia aprende de su Maestro que, para poder dar su vida sirviendo a los demás, está invitada a reconocer y acoger su propia fragilidad y, a partir de ahí, a inclinarse ante la fragilidad de los demás.
En esta perspectiva, la recomendación es vivir la autoridad como servicio. El Papa no rehúye considerar los aspectos de fragilidad relativos a la vida consagrada y a las vocaciones religiosas -reducción numérica, obras y relevancia social, abandono-, pero asume e invita a adoptar una visión positiva e impetuosa. Luego afirma que convertirse en siervos no se trata de servidumbre.
“Abajarse no es replegarse sobre las propias heridas e inconsistencias, sino que abre a la relación, a un intercambio que dignifica y sana, como a Pedro, y del que parte un nuevo camino con Jesús.”
En esencia, Francisco escribe que se necesita reposicionar a los pies de la humanidad, donde se crea un verdadero espacio teológico. Esta misma actitud será una fuente de alegría y crecimiento. "Porque es desde ahí, desde abajo, que cada uno de nosotros puede releer nuestro carisma y nuestra historia". El Papa insiste en la invitación a no tener miedo de buscar nuevos ministerios y nuevas formas de ejercer evangélicamente la autoridad.
“Que no sea una búsqueda teórica e ideológica —las ideologías mutilan el Evangelio—, sino una búsqueda que parta del acercamiento a los pies de la humanidad herida y del caminar al lado de las hermanas y los hermanos heridos, comenzando por las hermanas de sus comunidades.”
"No tengáis miedo de vuestra vulnerabilidad", repite el Papa a los Superiores, invitándolas a participar activamente en el proceso sinodal, enriqueciendo así a la Iglesia con sus propios carismas, pero sobre todo activando el trabajo sinodal dentro de su propia vida comunitaria. Porque, como volvió a subrayar en su discurso a los religiosas, el camino es ser constructores de comunión, tejedores de relaciones.
Es una oportunidad para escucharse unas a otras, para animarse unas a otras a hablar con parresia, para hacerse preguntas sobre los elementos esenciales de la vida religiosa hoy. También para dejar emerger preguntas incómodas. No teman su propia vulnerabilidad, no tengan miedo de presentarla a Jesús.
Francisco también subraya la urgencia del ministerio de acompañamiento, en el que los laicos también pueden participar en las espiritualidades encarnadas por los diferentes Institutos. "Un hermoso signo de esta renovación sinodal debe ser el cuidado mutuo", vuelve a exhortar el Papa Francisco, pensando en particular en las congregaciones pequeñas o en las que están en declive hasta el punto de ser difícilmente sostenibles. Pero lo importante -concluye- es poder dar siempre una respuesta fiel y creativa al Señor.