Ciudad del Vaticano
La mañana del miércoles 9 de septiembre tiene lugar la Audiencia General del Papa Francisco con la presencia de fieles, venidos de Italia y de diversas partes del mundo. Es la segunda que se realiza en el Patio de San Dámaso.
Durante la catequesis, el Papa Francisco se refirió al hecho de que este tiempo en que como humanidad enfrentamos la pandemia del Covid-19, podría ser un momento oportuno porque “podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común, si hacemos lo contrario, saldremos peor”. También hace notar que muchas realidades amenazan esta búsqueda y enumera algunas: “hay quien quisiera apropiarse de posibles soluciones, como en el caso de las vacunas” otros fomentan divisiones para buscar ventajas “económicas o políticas, generando o aumentando conflictos”, así como hay otros que “no se interesan por el sufrimiento de los demás”.
El Papa Francisco subraya que “La respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede (cfr 1 Jn 4, 19). Él nos ama primero y nos precede en el amor y en la solución. Nos ama incondicionalmente, y cuando acogemos este amor divino, entonces podemos responder de forma parecida”.
Francisco insiste en la respuesta al amor de Dios: “Amo no solo a quien me ama (…) sino también a los que no me aman”. Por eso afirma con fuerza “amar a todos, incluidos los enemigos. Esta es la sabiduría cristiana. Es el punto más alto de la santidad, digámoslo así amar a los enemigos no es fácil, no es fácil. Ciertamente que es difícil, ¡diría que es un arte! Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien”.
Francisco afirma que el amor no se limita a las relaciones entre dos o tres personas, o a los amigos, o a la familia. “Incluye las relaciones cívicas y políticas (cfr Catecismo de la Iglesia Católica [CCC], 1907-1912), incluso la relación con la naturaleza (Enc. Laudato si’ [LS], 231). Como somos seres sociales y políticos, una de las más altas expresiones de amor es precisamente la social y política, decisiva para el desarrollo humano y para afrontar todo tipo de crisis (ibid., 231)”.
Indagando en la lógica del amor en la vida del cristiano, Francisco afirma: “Sabemos que el amor fructifica a las familias y las amistades; pero está bien recordar que fructifica también las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, permitiéndonos construir una “civilización del amor”, como le gustaba decir a san Pablo VI[1] y, siguiendo sus huellas, san Juan Pablo II. Sin esta inspiración, prevalece la cultura del egoísmo, de la indiferencia, del descarte. que es desechar lo que no amo, lo que no puedo amar o aquellos que me parecen inútiles en la sociedad. Hoy en la entrada un matrimonio nos dijo: "Reza por nosotros porque tenemos un hijo discapacitado". Le pregunté: "¿Qué edad tiene? - Muchos - ¿Y qué haces? - Lo acompañamos, lo ayudamos". Toda una vida de padres para ese hijo discapacitado. Eso es amor. Y los enemigos, los oponentes políticos, incluso en nuestra opinión, parecen ser políticamente, socialmente discapacitados, pero parecen serlo. Dios sabe si lo son o no. Pero debemos amarlos, debemos dialogar, debemos construir esta civilización del amor, esta civilización política, social, de la unidad de toda la humanidad. Al contrario, guerras, divisiones, envidias, incluso guerras en la familia: porque el amor inclusivo es social, es familiar, es político... el amor lo impregna todo”.
El Papa continúa desarrollando la idea de los frutos del amor al insistir: “El coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona (cfr CCC, 1905-1906). La salud, además de individual, es también un bien público. Una sociedad sana es la que cuida de la salud de todos. Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones”.
Para enfrentar este virus, afirma Francisco, se pueden generar “estructuras sociales que nos animen a compartir más que a competir, que nos permitan incluir a los más vulnerables y no descartarlos, y que nos ayuden a expresar lo mejor de nuestra naturaleza humana y no lo peor”.
El Papa advierte sobre el peligro de que las soluciones a la pandemia lleven la huella del egoísmo e insiste: “quizá podamos salir del coronavirus, pero ciertamente no de la crisis humana y social que el virus ha resaltado y acentuado. Por tanto, ¡cuidado con construir sobre la arena (cfr Mt 7, 21-27)! Para construir una sociedad sana, inclusiva, justa y pacífica, debemos hacerlo encima de la roca del bien común[2]. El bien común es una roca. Y esto es tarea de todos, no solo de algún especialista. Cada ciudadano es responsable del bien común”.
Francisco subraya que “el coronavirus nos muestra que el bien para cada uno es un bien para todos, que la salud de cada persona es también un bien público. Por eso, una sociedad sana es la que se hace cargo de la salud de todos”. Por eso, la respuesta a esta pandemia incluye una dimensión personal y otra social: “Si cada uno pone de su parte, y si no se deja a nadie fuera, podremos regenerar buenas relaciones a nivel comunitario, nacional, internacional y también en armonía con el ambiente (cfr LS, 236). Lo que haces en la familia, lo que haces en el vecindario, lo que haces en el pueblo, lo que haces en la gran ciudad e internacionalmente es lo mismo, es la misma semilla que crece, crece, crece y da fruto. Si en la familia, en el vecindario empiezas con la envidia, con la lucha será la guerra al final. En cambio, si empiezas con el amor, con compartir el amor, con el perdón, será amor y perdón para todos. Así en nuestros gestos, también en los más humildes, se hará visible algo de la imagen de Dios que llevamos en nosotros, porque Dios es Trinidad de Amor. Dios es amor, es la más bella definición de Dios que hay en la Biblia. Con su ayuda, podemos sanar al mundo trabajando todos juntos por el bien común”.
Al terminar la catequesis, el Papa saludó a los peregrinos de lengua española y pidió a Dios que “nos ayude a cultivar la virtud de la caridad, a través de gestos de ternura y cercanía hacia nuestros hermanos. Así, con su ayuda, podremos curar el mundo, trabajando unidos por el bien común, por el bien de todos”.
[1] Mensaje por la X Jornada Mundial de la Paz 1 de enero de 1977: AAS 68 (1976), 709.
[2] Ibid., 10.