Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
En un artículo publicado en Civiltà Cattolica, el padre Antonio Spadaro SJ amplía detalles de la conversación del Papa Francisco con los jesuitas malteses. El encuentro se desarrolló de forma privada el domingo 3 de abril, durante el Viaje Apostólico a la República de Malta. A las 7:20 de la mañana el Papa Francisco ingresó en un salón de la Nunciatura de Malta, donde se encontraban 38 jesuitas malteses, entre ellos el Padre Roberto Del Riccio, superior de la provincia euro-mediterránea, que comprende Malta, Italia, Albania y Rumanía.
En su texto, Spadaro relata que Francisco saludó a todos los presentes, uno a uno, y se sentó para abrir una “conversación libre y espontánea”, como es habitual en estos espacios. El clima -narra Spadaro- era cordial y fraterno.
Francisco -evoca Spadaro- comenzó diciendo: "El único recuerdo que tengo de los jesuitas malteses es el de mis compañeros de filosofía. Su destino era Chile. Yo mismo hice mi juniorato en Chile. Luego se fueron a estudiar a Buenos Aires. Hablé con el último de ese grupo por teléfono el año pasado antes de que muriera. Hagan alguna pregunta para hablar un poco juntos...".
Ante una consulta sobre cómo será la Iglesia del futuro, el Papa Francisco aclaró que “Benedicto XVI fue un profeta de esta Iglesia del futuro, una Iglesia que se volverá más pequeña, que perderá muchos privilegios, será más humilde y auténtica y encontrará energía para lo esencial. Será una Iglesia más espiritual, más pobre y menos política: una Iglesia de los pequeños”.
Francisco recalcó que Benedicto, desde obispo, lo había dicho: “Preparémonos a ser una Iglesia más pequeña”. “Esta es una de sus intuiciones más ricas”, señaló.
El Papa recordó que, en el Sínodo de 2001, fue suplente del Cardenal (Edward) Egan, quien era el relator, pero debido a la tragedia de las Torres Gemelas, debió regresar a Nueva York, su diócesis. En aquel entonces -puntualizó Francisco- se recogían las opiniones de todos, también de grupos individuales, y se enviaban a la Secretaría general. “Yo recogía el material y lo organizaba. El secretario del Sínodo lo analizaba y decía que se eliminara tal o tal cosa que había sido aprobada por el voto de los distintos grupos”, expresa el Sucesor de Pedro.
Según Francisco, había una preselección de los materiales. “Claramente no se había entendido que así es un Sínodo. Hoy hemos avanzado y no hay vuelta atrás. Al final del último Sínodo, en el sondeo de los temas a tratar en el siguiente, los dos primeros fueron el sacerdocio y la sinodalidad. Me pareció claro que queríamos reflexionar sobre la teología de la sinodalidad para dar un paso decisivo hacia una Iglesia sinodal”.
Uno de los participantes en el encuentro le planteó esta situación: “Si hay un incendio en la habitación cercana, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos allí y continuamos nuestra reunión? Es una imagen: lo mismo sucede en el mundo con el cambio climático. El mundo arde y nosotros estamos tranquilos”.
“Trabajen en este campo, sí”, les contestó Francisco. “No cuidar el clima es un pecado contra el don de Dios que es la Creación”, subrayó el Papa, quien manifestó que, para él, no cuidar de la Creación es como idolatrarlo, reducirlo a un ídolo, desvinculándolo del don de la Creación.
En este sentido -continuó el Sucesor de Pedro- cuidar la casa común ya es “evangelizar” y es urgente. “Si las cosas siguen como hasta ahora, nuestros hijos ya no podrán vivir en nuestro Planeta”.
Francisco tomó como ejemplo las primeras sesiones del Sínodo sobre la Amazonia, en las que se prestó mucha atención a la cuestión de los sacerdotes.
Luego -evaluó el Pontífice- el Espíritu también nos hizo ver que faltaban muchas otras cosas: catequistas, diáconos permanentes, el seminario para aborígenes, sacerdotes que venían de otras diócesis o que se trasladaban dentro de la misma diócesis. Todo esto se vivió entre consuelos y desolaciones. Esta es la dinámica espiritual del Sínodo.
Al final de la reunión, que duró unos 40 minutos -escribe Spadaro-, Francisco les pidió que rezaran juntos un Ave María. A continuación, dio su bendición a los presentes, los saludó y les pidió que rezaran por él, entregándoles un rosario.