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El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de San Pedro, ha escrito una nota útil para comprender las últimas disposiciones relativas a las misas celebradas por la mañana en la Basílica vaticana. El prelado, ofrece algunas consideraciones sobre el comunicado emitido por la Secretaría de Estado el pasado 12 de marzo para que las celebraciones "se desarrollen en un clima de recogimiento y decoro litúrgico".
Las nuevas normas - explica el cardenal - se inspiran en dos principios: "ordenar las celebraciones desde el punto de vista de su escansión temporal y su calidad" y "acoger e integrar los deseos particulares y legítimos de los fieles, en la medida de lo posible". Según estas disposiciones, "entre las 7 y las 9 de la mañana los sacerdotes pueden concelebrar en una de las misas programadas en los lugares establecidos". Al mismo tiempo, "se admiten excepciones en cuanto a los lugares de celebración -con motivo de la memoria de un santo cuyos restos se conservan en la basílica- y a la realización simultánea de algunas celebraciones para grupos de peregrinos o en la forma extraordinaria del rito romano".
"El modo de ordenar las celebraciones matutinas previsto por el comunicado de la Secretaría de Estado -señala la nota- constituye una oportunidad para recordar el sentido y el valor de la concelebración eucarística que, como han recordado los Padres en el último Concilio, forma parte del surco de la Tradición de la Iglesia. Como se afirma en la Sacrosanctum Concilium, "las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es 'sacramento de la unidad', es decir, el pueblo santo reunido y ordenado bajo la guía de los Obispos". Por tanto, la "celebración comunitaria caracterizada por la presencia y la participación activa de los fieles" debe preferirse "a la celebración individual y casi privada", aunque "toda misa tiene siempre un carácter público y social y para la administración de los sacramentos" (SC 26-27). De hecho -se observa- la asamblea reunida para la Eucaristía manifiesta plenamente el misterio de la Iglesia: "es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, la que celebra".
En consecuencia -explica la nota- "cuando es posible, es más que apropiado que los sacerdotes concelebren, dado que hay una alternancia regular de la presidencia para las concelebraciones que tienen lugar ordinariamente en la Basílica de San Pedro. Lo mismo ocurre con los fieles individuales y los grupos, invitados a participar en la misma misa para que sea expresión de fraternidad y no de particularismos que no reflejan el sentido de comunión eclesial que se manifiesta en la celebración eucarística". "Sin restar en absoluto legitimidad a la celebración de la misa por parte de los sacerdotes de forma individual, aunque los fieles no puedan participar" -se subraya- es necesario reconocer "el carácter dirimente" de la norma que prohíbe celebrar "de forma individual [...] al mismo tiempo en que en la misma iglesia u oratorio se celebra la concelebración" (cf. CIC 902).
La nota recuerda las excepciones contempladas por el Magisterio en los casos en que el beneficio de los fieles aconseje diversamente. En el caso particular de las misas en San Pedro, por ejemplo, no se debe subestimar "la importancia de la comprensión de la lengua en la liturgia" para los grupos de peregrinos que vienen de todo el mundo. También hay que tener en cuenta que "las dimensiones de la Basílica de San Pedro y su arquitectura permiten responder a las diferentes necesidades de quienes desean celebrar la Eucaristía en grupo sin que se superponga a la concelebración que tiene lugar en los principales lugares litúrgicos". Además, "en la franja horaria entre las 7 y las 9 de la mañana el número de personas que frecuentan la Basílica es numéricamente contenido".
Por estas razones, el cardenal Gambetti ya ha dado disposiciones "para que las peticiones de celebrar en la franja de las 7 a las 9 de la mañana por parte de grupos con necesidades particulares y legítimas puedan ser concedidas en la medida de lo posible". Las peticiones para celebrar de forma individual también pueden ser objeto de discernimiento en cada ocasión, sin perjuicio del principio de que todo se desarrolle en un ambiente de recogimiento y decoro y procurando que lo que tiene carácter excepcional no se convierta en ordinario, desvirtuando las intenciones y el sentido del Magisterio".
Además, "para las celebraciones con el Missale Romanum de 1962 se debe hacer todo lo posible para cumplir los deseos de los fieles y de los sacerdotes, tal como se prevé en el Motu Proprio Summorum Pontificum". "De este modo -concluye Gambetti- confío en que el camino iniciado pueda favorecer para cada sacerdote y cada fiel la posibilidad de vivir las celebraciones en San Pedro de un modo cada vez más ordenado al bien, a la belleza y a la verdad.
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