Lisa Zengarini – Ciudad del Vaticano
Cercanía en la oración, condolencias por las víctimas, pero también un llamamiento a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que sean solidarios con las personas afectadas por el terremoto. Así lo expresó, en nombre de todo el clero y los fieles de la archidiócesis de Puerto Príncipe, el arzobispo de la capital haitiana, monseñor Max Leroy Mésidor, quien en una nota pidió a las autoridades haitianas "intervenciones rápidas y eficaces" para los departamentos afectados por el fuerte terremoto del 14 de agosto. "En este momento de prueba, provocado por un acontecimiento tan devastador como mortal, nos entristecemos por la destrucción de nuestras ya escasas infraestructuras y por la pérdida de tantas vidas humanas", dice el comunicado.
La arquidiócesis también hizo un llamamiento urgente a las bandas armadas que hacen estragos en la capital para que depongan las armas "de una vez por todas" y "se sumen al dolor ajeno, facilitando el paso de las ayudas" a los departamentos del suroeste devastados por el terremoto. Finalmente, una oración para que la Asunción de la Virgen María interceda por el país y para que Dios dé la "fuerza de su Espíritu" a los afectados en este tiempo de prueba.
El número de víctimas mortales del terremoto de 7,2 grados de magnitud, que afectó principalmente a las provincias meridionales de Grand'Anse y Nippe, ha superado los 1.400, pero todavía hay miles de desaparecidos y la gente sigue excavando en los cientos de edificios que se han derrumbado, mientras que los hospitales que recibieron a más de 5.700 heridos están saturados. Según el periódico francés "La Croix", entre las víctimas hay dos sacerdotes. Se trata del padre Jacques Percy, de la diócesis de Jérémie, que fue encontrado bajo los escombros de la residencia episcopal, y del padre Émile Beldor, párroco de una parroquia de la diócesis de Les Cayes, cuyo arzobispo, el cardenal Chibly Langlois, resultó herido, aunque su vida no corre peligro. Los daños materiales en iglesias, casas parroquiales, conventos y otras estructuras eclesiásticas en todas las zonas afectadas por el terremoto, más fuerte que el devastador de 2010 que dejó más de 220.000 muertos y 300.000 heridos, también fueron considerables.
El primer ministro Ariel Henry declaró el estado de emergencia en un país que ya sufre una grave crisis política, económica y social, a la que ha contribuido la sucesión de huracanes, terremotos y epidemias de los últimos 15 años. El nuevo terremoto se produjo poco más de un mes después del asesinato del presidente Jovenel Moïse por un comando, en medio de un estancamiento institucional que dura más de un año en un contexto ya marcado por la pobreza y la creciente violencia de las bandas armadas.
Mientras tanto, siguen llegando a Haití mensajes de solidaridad de las iglesias de todo el mundo. Entre ellas, las de las Iglesias latinoamericanas a través del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) y otras cuatro instituciones eclesiales del continente -Cáritas, la Confederación de Religiosos (CLAR), la red Clamor (que se ocupa de los migrantes, los refugiados y la trata de personas) y la Comisión Interamericana de Educación Católica (CIDH)-, que el sábado escribieron una declaración conjunta para expresar su apoyo en estas horas de incertidumbre y dolor, al pueblo haitiano. Ayer Cáritas México anunció el lanzamiento de una colecta para los afectados.
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