Por F. Douglas Kneibert, OSV News (OSV News) -- Hay momentos en los que, al leer la Biblia, me detengo frente a un pasaje que antes había pasado por alto o leído sin comprender plenamente su significado. Descubrí que algo similar puede suceder con un villancico navideño, incluso con uno tan conocido como "Noche de paz".
La Navidad pasada me llamó especialmente la atención el final de la tercera estrofa de la versión en inglés: 'Jesus, Lord, at thy birth' (Jesús, Señor, en tu nacimiento). Hasta entonces, solía asociar el señorío de Jesús con sus años de madurez y su ministerio: su bautismo, sus milagros, su transfiguración... ahí era donde percibía claramente su divinidad. O al menos eso creía.
Sin embargo, el señorío de Jesús no es algo que haya adquirido con el tiempo ni que el Padre le haya concedido en su adultez. Esa realidad ya estaba presente desde su nacimiento en el humilde establo de Belén.
Ese proceso comenzó con la Anunciación, cuando el ángel Gabriel le anunció a María que concebiría de manera milagrosa, pues el Espíritu Santo descendería sobre ella "y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1, 35).
La palabra griega que se traduce como "cubrirá con su sombra" es "episkiasei", y describe la presencia de Dios que se manifiesta como una nube. Este término también se utiliza para describir la Transfiguración de Jesús en la montaña, cuando una nube descendió y desde ella se escuchó la voz de Dios. En el relato del Éxodo, Dios condujo al pueblo de Israel fuera de Egipto en una nube que los acompañaba durante el día.
Entre los misterios cristianos, la Encarnación tiene un lugar único, desafiando cualquier explicación racional. Como señala el Catecismo de la Iglesia Católica: "Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas..." (nº 497).
Con admirable sencillez, el catecismo ofrece probablemente la descripción más clara que podamos tener sobre el proceso físico que tuvo lugar: "El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es ‘el Señor que da la vida’, haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya" (nº 485).
Entre las muchas glorias de la Encarnación, las de María destacan y muestran por qué la iglesia católica, junto con las ortodoxas, cumple la profecía de María: todas las generaciones me llamarán bienaventurada (Lc 1, 48). Como veremos más adelante, estos pasajes de la Escritura encierran también un poderoso mensaje a favor de la vida.
Todos conocemos al "niño Jesús" que colocamos en el pesebre cada Navidad al armar los nacimientos en nuestros hogares e iglesias. A medida que crece, la Iglesia lo aclama como el Niño Jesús, cuyas imágenes adornan iglesias católicas en todo el mundo.
Sin embargo, la estatua más famosa y el modelo para todas las demás, se encuentra en Praga, República Checa, centro del culto al Niño Jesús. (La palabra "culto", en el sentido católico, denota una devoción especial, como la que se tiene hacia un santo o una reliquia o, como en este caso, una estatua).
El origen de la estatua de Praga es incierto, pero a principios del siglo XVII ya era objeto de especial veneración y peregrinaciones.
Al Niño de Praga se le atribuyen plegarias respondidas y sanaciones milagrosas, especialmente en el caso de las mujeres embarazadas.
La fiesta anual del Niño Jesús, que incluye una solemne procesión por las calles de Praga, se celebra cada mayo.
Varios santos tuvieron un amor especial por el Niño Jesús, entre ellos Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Antonio de Padua y Teresita del Niño Jesús.
Se dice que la estatua estuvo una vez en posesión de Santa Teresita, lo que coincide con su supuesto origen español. Ella era tan devota del Niño Jesús que hizo colocar una copia de la estatua de Praga en el noviciado carmelita de Lisieux, Francia.
La estatua de Praga, que se encuentra en la Iglesia de Santa María de la Victoria en la zona antigua de la ciudad, mide aproximadamente 47 centímetros de altura y lleva una corona adornada con joyas y vestiduras reales, dignas de una representación del joven Rey de reyes y Señor de señores. El niño parece tener entre 3 o 4 años.
La estatua está tallada en madera y recubierta con cera. La mano derecha está levantada en señal de bendición, mientras que la izquierda sostiene un globo coronado con una cruz, que representa la soberanía de Cristo sobre el mundo y el universo entero. Su vestimenta se cambia periódicamente para reflejar los colores del año litúrgico. En enero, la iglesia dedica el mes para honrar al Niño Jesús.
En Estados Unidos, el Santuario Nacional del Niño Jesús de Praga se encuentra en la iglesia de San Wenceslao, en la pequeña ciudad de Praga (Oklahoma).
La infancia y los primeros años de la vida adulta de Jesús constituyen los "años ocultos" de su vida. Su consagración al Padre poco después de su nacimiento y su hallazgo en el Templo mucho más tarde, son los únicos momentos que rompen el silencio de los Evangelios sobre estos años de Jesús. Es el tiempo en que, según las palabras del catecismo, “permaneció oculto en el silencio de una vida ordinaria” (nº 534).
Precisamente la falta de información sobre su juventud pudo haber contribuido al surgimiento de la devoción al Niño Jesús. Aunque se sabe poco sobre esta etapa, se consideraba importante reconocer y venerar su joven señorío. El hecho de que los Evangelios guarden silencio sobre este periodo no significa que no haya sido significativo.
Entre la multitud que se encontraba en Belén durante el censo imperial, solo María y José fueron conscientes del trascendental acontecimiento que suponía el nacimiento de Jesús.
Pero la noticia no tardó en difundirse, gracias al anuncio del coro celestial, y los pastores se acercaron a rendirle homenaje. Más tarde llegaron los Reyes Magos de Oriente. En el templo, Simeón y Ana también reconocieron al hijo de María como el Mesías.
Sin embargo, el niño Jesús también tuvo sus enemigos, una lista que crecería al comenzar su ministerio. Cuando el rey Herodes se enteró del nacimiento del "rey de los judíos", puso en marcha un plan para asesinarlo. El terrible resultado fue la matanza de los Santos Inocentes, quienes son considerados los primeros mártires de la Iglesia.
En cuanto a la vida cotidiana del Niño Jesús, solo podemos preguntarnos y especular. ¿Habrá sido fácil criarlo? ¿Habrá tenido momentos difíciles? ¿Cómo habrán manejado él (y su madre) los "terribles dos años"? ¿Habrá tenido compañeros de juego en Nazaret?
Es probable que Jesús pasara por todas las etapas normales del crecimiento, experimentando cosas buenas y no tan buenas, como cualquier otro niño de la Palestina del siglo I. Aunque Jesús era de naturaleza divina, también era un ser humano como cualquier otro, lo que significa que su experiencia, salvo en lo que respecta al pecado, habría sido igual a la de todos los seres humanos.
Cuando el padre Josef Mohr, autor de la letra de "Noche de Paz" ("Silent Night"), proclamó que Jesús era el Señor al nacer, tenía toda la razón. Pero esto no es todo: el Señorío encarnado de Jesús comenzó en el momento de su gestación.
El catecismo lo aclara al afirmar que Jesús era el Cristo "desde el principio de su existencia humana" (nº 486). Puesto que la Iglesia Católica enseña la verdad científica de que la vida comienza en la concepción, eso significa que la divinidad fue concebida en el vientre de María cuando el Espíritu Santo "descendió" sobre ella.
Los Padres de la Iglesia, al comprender el profundo significado de todo esto, vieron en María el Arca viva de la Alianza. En la antigua Alianza, el Arca, que ocupaba el lugar Santísimo tanto en el tabernáculo como más tarde en el templo, era el lugar donde Dios se reunía con su pueblo. Era la posesión más sagrada de Israel.
San Atanasio alabó a María diciendo: "¡Oh, noble Virgen... vestida de pureza en lugar de oro! Tú eres el arca en la que se encuentra el vaso de oro que contiene el verdadero maná ... la carne en la que reside la divinidad".
El Adviento y la Navidad constituyen el momento ideal para meditar sobre los profundos misterios de la Encarnación. Que el Niño Jesús y su Santísima Madre sean tus guías.