INDIANÁPOLIS (OSV News) -- La Eucaristía nos sostiene, nos consuela en el camino y permanece con nosotros, curando toda herida, dijeron sacerdotes y ponentes al dirigirse a alrededor de 2.000 católicos hispanos que participaron en la Misa en español y la sesión de Encuentro en el segundo día del Congreso Eucarístico Nacional.
"La Eucaristía es la respuesta de Dios al hambre más profunda del corazón", expresó el arzobispo de Filadelfia, Nelson J. Pérez, en su homilía. "En la Eucaristía, Jesús se hace frágil. Frágil como el pan que se rompe y se fragmenta. En la Eucaristía la fragilidad es fuerza -- fuerza del amor que se hace pequeño para ser acogido".
En el segundo día completo del congreso, católicos se concentraron en el tema "En Getsemaní", empezando por la Misa en español (una de las tres misas matinales ofrecidas diariamente.) La Misa fue celebrada por el arzobispo Pérez, quien dio la bienvenida a los sacerdotes y obispos concelebrantes, especialmente al cardenal Luis Antonio Tagle quien participó en el congreso como delegado del Papa Francisco y al arzobispo de Indianápolis Charles C. Thompson.
Durante su homilía el arzobispo dio palabras de aliento a la comunidad y habló de que, como los discípulos que iban camino a Emaús, muchos estaban queriendo quedarse con Jesús en este congreso que atrajo a cerca de 50.000 personas a Indianápolis.
"Jesús se ha quedado con nosotros en su palabra, en la Eucaristía, y en el corazón de nuestra comunidad", dijo el arzobispo Pérez. Y añadió que, en 150 años, cuando todos los presentes ya no estén aquí, la Eucaristía permanecerá, y continuará siendo sostén y consuelo de todos los que buscan a Jesús.
El arzobispo también habló del "polvo del camino" que se recoge al andar. A veces ese polvo "son las heridas causadas por otros" que causan heridas profundas y otras veces recogemos ese polvo a "consecuencia de nuestras propias decisiones".
"Todas las decisiones tienen consecuencias. Todas," dijo. "Son las consecuencias de nuestras propias decisiones, que marcan nuestro corazón. Las consecuencias cuando caemos y no somos fieles a mis propios valores. Y eso es difícil".
Pero, añadió, algo con lo que podemos contar es que Dios siempre está presente, como lo estaba con los discípulos de Emaús cuando se alejaban de Jerusalén al sentirse solos, tristes y derrotados.
"Jesús se hace presente con nosotros, camina con nosotros que somos pueblo en marcha", aseveró.
El arzobispo también habló de un mural que mostraba una imagen de un barrio en los tiempos de Jesús que muestra el dedo de la hemorroísa tocando el manto de Jesús, como relatan los Evangelios, e insto a la gente a acercarse a la gracias de Dios, padre misericordioso.
"Es una gracia, una bendición, un honor poder tocar su manto y ser sanados cada vez que nos acercamos a la Eucaristía, a su presencia real" dijo.
Tras la Misa, una multitud de católicos hispanos escuchó la predicación del arzobispo de San Antonio, Mons. Gustavo García-Siller, y las conmovedoras palabras de Kathia Arango, que habló de la Eucaristía como medicina para las almas heridas.
"La Eucaristía no es premio de los buenos, es sanación de los enfermos", dijo.
"La Eucaristía es más que un rito, es la fuente y cumbre de nuestra vida cristiana", manifestó el prelado durante la segunda sesión de impacto del Encuentro. "Al participar en la Eucaristía, no solo se transforman las especies eucarísticas en parte de nosotros, sino que nosotros nos convertimos poco a poco en lo que recibimos".
La Eucaristía nos permite vivir fielmente nuestra vocación bautismal de discípulos misioneros porque "recordamos nuestra identidad de hijos de Dios, amados, redimidos por la sangre de Cristo", enfatizó.
Y la medicina de Cristo también sana "nuestra incapacidad de amar" y nos da esperanza porque "mediante nuestra participación plena, consciente y activa en la celebración eucarística, somos transformados en el amor de Dios", dijo el arzobispo García-Siller.
Recibir la eucaristía también nos capacita "para practicar las obras de misericordia corporales y espirituales, que son, como nos recuerda el Papa Francisco, el protocolo sobre el cual seremos juzgados", añadió. "La Eucaristía nos comunica la vida de Cristo y este amor nos impulsa a realizar actos de caridad, a acercarnos a los marginados, a los abandonados, a los pobres, a los migrantes y refugiados, a los que sufren".
Sabiendo que la Eucaristía es "antídoto para no morir y alimento para vivir en Jesucristo por siempre" y, a través de la gracia, superar el pecado para poder participar de su gloria. "Esta profunda verdad nos llena de una esperanza capaz de vencer cualquier tristeza, recordándonos que nuestro destino último es la comunión eterna con Dios. Fuimos creados por Él y nuestro fin está en Él", afirmó el arzobispo.
Arango, directora de la Oficina para Católicos Hispanos de la Arquidiócesis de Filadelfia, invitó a los asistentes a poner una mano sobre el pecho mientras rezaban. "Con cada latido, Jesús dice: 'Te amo'. Él te está sanando con cada latido -- cuando lo llevamos con nosotros, cuando lo recibimos (en la Eucaristía), el Señor está diciendo: 'Quiero sanarte'".
Al afirmar que la presencia de Dios sana del pecado que nos impide vivir en su amor, Arango destacó que la Eucaristía reconcilia a las personas con Dios y repara las heridas que tenemos dentro.
"Sólo yendo a Dios podemos encontrarnos con Dios", dijo. "Y ese encuentro se vuelve tan íntimo que Jesús no se queda lejos, sino que entra en nosotros y transforma nuestro corazón para llenar nuestros vacíos, para llenar nuestras tristezas".
Ella añadió que a pesar de cualquier sufrimiento -- incluso las dolencias físicas -- "Dios tiene la última palabra".
"Si Jesús está vivo, si Jesús está presente, si Jesús está presente en esa hostia -- y yo lo creo --, Jesús sigue sanando como hace 2000 años", dijo Arango, que también es presidenta del Comité Nacional Hispano para la Renovación Carismática Católica en Estados Unidos y Canadá.
"Y si Jesús está en medio nuestro y dentro nuestro, hermanos y hermanas, hoy necesitamos creer y convencernos ... que Jesús nos puede sanar físicamente", añadió. "Jesús nos puede sanar emocionalmente, que Jesús nos puede sanar espiritualmente cuando sentimos que no somos dignos de recibirlo porque somos pecadores".