La familia es la célula de la sociedad y la sociedad es reflejo de lo que se vive en dicha célula. Dentro de la familia tradicional, el hombre y la mujer juegan papeles importantes y decisivos en la vida de sus hijos.
En la familia se comparte, lo bueno y lo malo, porque "ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar", como lo explica el Papa Francisco en su exhortación apostólica Amoris Laetitia.
Si bien es cierto que es bello tener una familia, también lo es que mantenerla no es tarea fácil -- lo bueno es que esa tarea vale la pena. Se requiere de muchos ingredientes, el principal, tener a Cristo en el centro de las vidas, con ello llegan otros dos pilares que son, el respeto y el amor, los cuales paradójicamente se fortalecen cuando hay oportunidades para crecer, de otra manera llamadas crisis.
"Hay crisis comunes que suelen ocurrir en todos los matrimonios, como la crisis de los comienzos, cuando hay que aprender a compatibilizar las diferencias y desprenderse de los padres; o la crisis de la llegada del hijo, con sus nuevos desafíos emocionales; la crisis de la crianza, que cambia los hábitos del matrimonio; la crisis de la adolescencia del hijo, que exige muchas energías, desestabiliza a los padres y a veces los enfrenta entre sí; la crisis del 'nido vacío', que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a sí misma; la crisis que se origina en la vejez de los padres de los cónyuges, que reclaman más presencia, cuidados y decisiones difíciles", plantea el Papa Francisco en Amoris Laetitia, llamando a estas crisis "situaciones exigentes", que pueden afectar la unión.
"A estas se suman las crisis personales que inciden en la pareja, relacionadas con dificultades económicas, laborales, afectivas, sociales, espirituales. Y se agregan circunstancias inesperadas que pueden alterar la vida familiar, y que exigen un camino de perdón y reconciliación", continúa.
Las oportunidades que llegan disfrazadas de crisis permiten poner en práctica el mandamiento del amor, y una vez superadas a través del diálogo respetuoso y honesto, permiten mejorar a nivel personal, generando armonía en el entorno familiar.
Las familias que han superado los obstáculos de salud, financieros, y hasta de infidelidad, se afianzan más y se vuelven más estables. Porque, no se trata de si va a llegar la crisis, sino de cuándo va a llegar, y ser conscientes para superarla.
En cuanto a las finanzas, la pareja debe hablar de manera clara y sincera acerca de sus ingresos y gastos, pues ya no se trata de "mis gastos" o "mis ingresos", se trata de "nuestros ingresos", "nuestros gastos" y "nuestras responsabilidades". Las prioridades y necesidades de cada uno deben satisfacerse y trabajar en metas comunes. Además, a los hijos también se les debe enseñar el valor del dinero y la responsabilidad de hacer presupuestos.
Los problemas de salud pueden surgir en cualquier momento. Cuando algún miembro se enferma, los demás se convierten en sus cuidadores y el amor en la mejor medicina. Al igual que en la vejez, a donde la pareja aspira a llegar para cuidarse juntos.
En cuanto a la prueba de infidelidad, un artículo de la Clínica Mayo dice que "recuperarse de una infidelidad puede ser uno de los momentos más difíciles de un matrimonio. Es posible que esta dificultad venga acompañada de sentimientos encontrados e incertidumbre. Pero a medida que los cónyuges reconstruyen la confianza, asumen la responsabilidad de sus actos, resuelven los conflictos y perdonan, el proceso puede profundizar y fortalecer el amor y el afecto". Y añade que "Si ambos se comprometen a sanar su relación, la recompensa puede ser un nuevo tipo de matrimonio que seguirá creciendo y que probablemente superará las expectativas anteriores".
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que "El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente 'Iglesia doméstica', comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana".
Tener una familia con la idea de que va a ser perfecta es el primer obstáculo para tener una familia feliz. Siempre que hay dos seres humanos va a existir algún nivel de conflicto. Aun así, la familia es una buena inversión, en todos los niveles y vale la pena dar lo mejor para mantenerla. De allí que sea vital poner a Cristo en el centro de la vida familiar.
La Iglesia católica ofrece retiros y clases prematrimoniales, en los cuales preparan a las parejas para potenciales desafíos y para la planificación familiar natural, igualmente varias parroquias tienen retiros para diferentes etapas del matrimonio. También existen retiros para padres e hijos.
La familia es una escuela de amor y perdón, una inversión constante a corto, mediano y largo plazo. Jesús dio ejemplo de la importancia de ésta naciendo en una familia.