Henry Yoan David Ùsuga y Attilio Nostro - Ciudad del Vaticano
No fue hasta mediados de la década de 1980 que los ciclistas colombianos fueron apreciados en la escena deportiva europea, dando un espectáculo en cuanto las carreteras comenzaron a subir bajo sus ruedas. Dos campeones como Lucho Herrera y Fabio Parra (conocido como "el Cóndor") impresionaron al pentacampeón del Tour Jacques Anquetil, que profetizó al final de la monstruosa subida de Alpe d'Huez en 1984: "Si vuelven, serán terribles". En los últimos años, una nueva generación de ciclistas ávidos de victoria ha aparecido en el inicio de las Grandes Vueltas, subiendo al podio en la vieja Europa: Nairo Quintana, segundo en el Tour en 2013 y ganador del Giro en 2014; Rigoberto Uran segundo en el Giro en dos años consecutivos (2013 y 2014) y segundo en 2017 en el Tour.
Este último trienio vio el ascenso de la estrella de Egan Arley Bernal Gómez, quien se convirtió en el primer latinoamericano tanto en ganar el Tour de Francia en 2019 como en lograr el doblete histórico al ganar el Tour de Italia de este año. Sólo unos pocos han logrado esta hazaña a su edad (24 años) y son monstruos sagrados como Gino Bartali, Felice Gimondi y Eddy Merckx.
Gracias a la colaboración de don Nixon Huerfano, de la diócesis de Sepaquirá, nos pusimos en contacto telefónico con la mayor fan de Egan Bernal: su madre, doña Flor Gómez. Le hicimos algunas preguntas para conocer mejor a nuestro campeón y nos respondió con una sencillez desarmante.
Colombianos celebrando la vistoria de Egan Bernal.El nombre Egan surgió durante una consulta médica: el médico al que acudió Mamá Flor eligió este nombre para indicar el bebé que llevaba. El médico le puso el nombre de Egan, que significa "fuerte, capaz, campeón". Más tarde, este médico se convirtió en su padrino de bautismo y en su primer testimonio de fe. Para mí, dice la Madre Flor, Egan representa un ejemplo de valentía, porque está inspirando a otros jóvenes a superarse luchando por sus sueños, ya sea el ciclismo o cualquier otra cosa. Egan, continúa la madre, ha vivido momentos difíciles durante su trayectoria, pruebas de las que siempre ha salido luchando con pasión, amor y compromiso.
Parte de esta pasión es también la situación de Colombia, que tras cincuenta años de guerrilla vive en estas semanas momentos sociales realmente preocupantes, con tensiones y enfrentamientos que también cuentan con víctimas entre los manifestantes. El Papa Francisco, en el Ángelus del 9 de mayo lo recordó: "Quisiera expresar mi preocupación por las tensiones y los enfrentamientos violentos en Colombia que han causado muertos y heridos: recemos por su patria".
Ciertamente, este triunfo no puede ser la solución a estos conflictos, dice Mama Flor, pero al menos es un bálsamo que cura las numerosas heridas de muerte, destrucción y el covid. Ver ondear la bandera de Colombia, escuchar el himno y cantarlo juntos, ver a la gente alentando a Egan y gritando su nombre y ver a la gente por fin celebrando, es un orgullo para mí y es también una esperanza para los muchos jóvenes colombianos que pueden ver en Egan algo hermoso que querer y creer.
La última etapa del Tour de Italia obligó a todo el país a detenerse e interrumpir manifestaciones, protestas y conflictos: toda la nación, con la respiración contenida, esperaba la llegada de Egan a la Piazza Duomo de Milán.
Para una madre no hay mayor alegría que ver a su propio hijo que, gracias a la fuerza de sus piernas pero también a su inteligencia y disciplina, se ha convertido en una fuente de esperanza, alegría y unidad para todo un pueblo que sufre la falta de armonía.
A la población de la Guajira, una de las regiones más pobres del país, Egan destinó los fondos recaudados por su Club de Fans Italiano, llevando alimentos, ropa y bicicletas. También en Zipaquirá, su ciudad natal, está el centro deportivo donde Egan comenzó a vivir su pasión por el ciclismo y también la Fundación Mezuena que hoy ayuda a madurar a jóvenes talentos para que se conviertan en campeones del ciclismo juvenil.
La última palabra que mamá Flor dedicó a su hijo fue sobre la fe. Egan vive de forma muy discreta la relación con Dios que invoca sobre sí mismo y sobre su madre en cada encuentro, a través del gesto más sencillo: la señal de la cruz. Siempre recuerda e invoca la bendición de Dios sobre él y sobre su madre. Egan tiene un corazón que desde la infancia ha dejado crecer en él la semilla de la fe.
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