Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano
La Asociación de la Propagación de la Fe, hoy conocida como Obra de la Propagación de la fe, fue fundada hace 200 años por iniciativa de una mujer. Se constituyó como asociación el 3 de mayo de 1822 por Pauline Jaricot, una francesa de Lyon, joven de familia acomodada, dedicada a diversas obras de caridad e impulsada por el deseo de hacer algo por las misiones. El objetivo era apoyar el apostolado de los misioneros ofreciéndoles ayuda. Pauline comenzó reuniendo a 10 amigos: les pidió que rezaran y donaran un centavo cada semana, invitando a cada uno a comprometer a otras 10 personas a hacer lo mismo. Se crearon varios grupos, la idea de Pauline se difundió rápidamente y se organizaron actividades para recaudar fondos. Se desarrolló un verdadero movimiento misionero espiritual que traspasó las fronteras de Francia y creció en otros países. El principio fundamental es el que la joven francesa tenía en mente: rezar y ofrecer por la obra de evangelización de la Iglesia.
Los logros de Pauline inspiraron a monseñor Charles de Forbin-Janson, obispo de Nancy, iniciador de la Obra de la Infancia Misionera, que en 1843 decidió involucrar a los niños en los proyectos misioneros, para que, mediante la oración y la colaboración material, pudieran ayudar a sus compañeros más necesitados. “Un Ave María al día, una monedita cada mes” para curar a un niño y salvar su alma, este fue el compromiso propuesto. Y fue otra mujer, Jeanne Bigard, quien en la Francia del siglo XIX dio vida a otra obra misionera, la de San Pedro Apóstol, destinada a apoyar a los seminaristas en tierras de misión.
Cien años después de su fundación, la Obra de la Propagación de la Fe, el 3 de mayo de 1922, recibió de Pío XI el título de "Pontificia" con el Motu Proprio Romanorum Pontificum, junto con las Obras de la Santa Infancia y de San Pedro Apóstol. Las tres Obras se convirtieron así en el instrumento del Pontífice para apoyar la missio ad gentes de la Iglesia con la oración y la caridad, ofreciendo un constante apoyo espiritual y material a los misioneros. En 1956, con Pío XII, la Unión Misional, concebida por el padre Paolo Manna del Instituto Pontificio para las Misiones Extranjeras (PIME) en 1916, se convirtió en "Pontificia" con el objetivo de animar y formar a los fieles bautizados en su responsabilidad misionera a través del servicio pastoral de obispos y sacerdotes. En la actualidad, monseñor Giampietro Dal Toso es el presidente de las cuatro Obras Misionales Pontificias y las direcciones nacionales de cada país coordinan sus actividades.
Además de los 200 años de actividad y el centenario de su reconocimiento como organización "pontificia", la Obra de la Propagación de la Fe celebra este año la beatificación de su fundadora Pauline Jaricot. La ceremonia tendrá lugar en Lyon el 22 de mayo y estará presidida por el cardenal Luis Antonio Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. La vida de Paulina no sólo está ligada a la Obra de la Propagación de la Fe, sino que hay muchos actos de caridad y diversos proyectos realizados en la Iglesia. Además de animar a monseñor de Forbin-Janson, mantuvo correspondencia con el Santo Cura de Ars y conoció a Gregorio XVI. También fue responsable del Movimiento del Rosario Viviente, que difunde la oración mariana por todas partes a través de miles de asociados.
En la actualidad, la Obra de la Propagación de la Fe promueve la espiritualidad misionera sensibilizando a las comunidades cristianas y a los fieles mediante la meditación de la Palabra de Dios, la Adoración Eucarística y el Rosario misionero, y, a través de las diversas iniciativas de las Direcciones Nacionales, sostiene el Fondo Universal de Solidaridad para la Evangelización del mundo, de manera especial en la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra el penúltimo domingo de octubre. El año pasado, la Obra apoyó a 893 circunscripciones eclesiásticas en territorios de misión con una contribución para gastos corrientes e invirtió más de 10 millones de dólares en la formación de catequistas. A pesar de las dificultades causadas por la pandemia, también continuó apoyando a los cinco colegios romanos de Propaganda Fide, que reciben a sacerdotes y religiosos de países de misión para su formación en las Universidades Pontificias, así como haciendo una contribución a la Congregación para las Iglesias Orientales para sus actividades misioneras.