Fabio Colagrande - Ciudad del Vaticano
Uno de sus libros, en el día de las felicitaciones navideñas a la Curia Romana en 2019, Francisco lo eligió como regalo para los cardenales. Y el compromiso editorial y, más en general, como comunicador, es ciertamente una de las figuras que distingue desde hace años la actividad de don Luigi Maria Epicoco, a quien el Papa ha designado como asistente eclesiástico del Dicasterio para la Comunicación y editorialista de L'Osservatore Romano.
Sacerdote desde 2005, ordenado por el entonces arzobispo dela región italiana L'Aquila, Giuseppe Molinari, Don Epicoco vivió como joven sacerdote la tragedia del terremoto que sacudió su ciudad de adopción el 6 de abril de 2009, cuando en su función de capellán de los estudiantes universitarios le impactó en particular el drama de los ocho jóvenes de la Casa dello Studente que quedaron bajo los escombros.
En la actualidad, el sacerdote italiano, autor de varios libros de carácter espiritual, tiene una cátedra de filosofía en el Laterano y en 2019 el cardenal vicario Angelo De Donatis lo nombró decano del Instituto Superior de Ciencias Religiosas Fides et Ratio Issr en la capital de los Abruzos. En la entrevista concedida a los medios de comunicación del Vaticano, Don Luigi Epicoco habla de la posibilidad de hacer posible la "comunión" a través de la comunicación y de interpretar la profesión del periodista como "constructor de puentes".
¿Cómo recibió su nombramiento?
Lo recibí con sorpresa y al mismo tiempo con alegría. Espero realmente poder contribuir de alguna manera a la labor de un Dicasterio de la Santa Sede que tiene la preciosa tarea no sólo de comunicar el Magisterio del Papa, sino también de hacer posible la comunión a través de la comunicación.
¿Qué papel cree que puede tener un asistente eclesiástico en un dicasterio del Vaticano dedicado a la comunicación?
Creo que tiene el mismo papel que pueden tener los fisioterapeutas, los médicos de la grada o los entrenadores durante un partido de fútbol, es decir, los que están ahí, no jugando el partido, pero están implicados de alguna manera en el cuidado de los que juegan, los que viven el juego en primera persona. El Dicasterio de la Comunicación está formado por personas competentes que ponen su corazón y su profesionalidad al servicio, no sólo del Dicasterio, sino de toda la Iglesia. Creo que este nombramiento del Papa quiere ser una ayuda más para acompañar esta competencia y esta eficacia.
También ha sido nombrado editorialista del diario de la Santa Sede y es un apreciado escritor de la edición católica. ¿Qué desafíos ve para los comunicadores católicos de hoy?
Ante todo, creo que el reto es rastrear constantemente la verdad, sin hacerlo de forma ideológica, sino saliendo a buscar en los pliegues de las noticias o incluso en los movimientos culturales ese "hilo conductor" de la verdad que a veces permanece oculto. Un buen periodista, un buen escritor, debe conseguir sacar a la luz este hilo de verdad y cuando lo consigue, sin duda, encuentra un punto de encuentro con lo lejano, con lo diferente. Veo al comunicador católico como un constructor del diálogo y no como un miliciano que utiliza su pluma, su profesión, para hacer el mal.
En su último Mensaje de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa Francisco subraya que en el periodismo nada puede sustituir a ver por uno mismo. Entonces, ¿la relación es importante también en esta profesión?
Creo que en esta profesión es importante tener una relación con la realidad y no con los prejuicios que a veces se segmentan dentro de nosotros y sustituyen la experiencia de la realidad. Es un poco como decir que el Papa ha vuelto a poner en el centro la gran categoría del testimonio. Por lo tanto, para ser un buen periodista, el periodista debe volver a ser sobre todo un testigo.
En sus libros suele insistir en la necesidad de que los creyentes reconozcamos nuestras propias debilidades y se las confiemos a Dios. ¿Podría ser este también un punto de partida para su nueva tarea?
Bueno, yo creo absolutamente que sí. El Evangelio cuenta un milagro realizado por Jesús a partir de la merienda de un joven: cinco panes y dos peces que al final alimentaron a una multitud de miles de personas. No sólo es mi intención sino que es la gran esperanza de que lo poco que llevo en la mochila de mi experiencia, de mi ministerio, pueda ser útil para alguien. Así también a este Dicasterio y espero que a todos los que trabajan en él.
SU CONTRIBUCIÓN A UNA GRAN MISIÓN: APOYARNOS PARA LLEVAR LA PALABRA DEL PAPA A TODOS LOS HOGARES