Salvatore Cernuzio y Felipe Herrera-Espaliat - Ciudad del Vaticano
El 75% de su cuerpo quedó paralizado cuando tenía seis años, pero su voluntad de vivir, no, eso nunca sufrió una parálisis. Michael Haddad, libanés de la zona del Monte Líbano, deportista profesional y embajador de buena voluntad de la ONU para cuestiones medioambientales, se reunió hoy con el Papa Francisco al final de la Audiencia General. Era solo un niño cuando un accidente de moto acuática le causó una lesión medular que lo inmovilizó del pecho para abajo. Desde entonces, ha perdido tres cuartas partes de sus funciones motoras.
Ese trágico evento, que probablemente habría sumido a cualquiera en una espiral de desesperación, fue en cambio el comienzo de una nueva vida, aunque nada fácil. El trabajo fue muy duro, la fatiga inmensa, los retos muchos y, en un principio, la silla de ruedas se presentó como única posibilidad de movimiento. Luego vinieron las muletas y los primeros pasos inciertos. Sin embargo, Michael ha superado todos los obstáculos bajo el lema personal “La discapacidad es solo un estado mental".
Gracias a la medicina y a la investigación científica, ahora puede esquiar y escalar libremente una montaña, ostentando tres récords mundiales. Gracias a su fe, mantiene la llama encendida, lo que le lleva a ser no solo un hombre sereno, sino también un testigo en numerosas campañas de sensibilización y un ejemplo para muchos otros en su misma condición. "Como persona incapaz de caminar, levantarse y sentarse de forma autónoma, decidí explorar mi potencial. Descubrí que nada es imposible. Esto se debe a dos cosas: la fe y la determinación. Fe en nuestro Creador, fe en nosotros mismos. Determinación, en la certeza de que dentro de nosotros hay potencialidades ilimitadas para avanzar y vencer todas las barreras", afirma con total convicción.
Haddad se mueve gracias a un exoesqueleto, desarrollado especialmente por un equipo de ingenieros, médicos e investigadores, que estabiliza su tronco, hombros y brazos. Así logra empujar su cuerpo hacia adelante y avanzar un paso a la vez. Levantarse de la silla de ruedas, sobre todo después de estar mucho tiempo sentado, le cuesta esfuerzo, pero Michael no se rinde y, de hecho, concedió esta entrevista en la plaza de San Pedro estando todo el tiempo de pie. "Soy fuerte", asegura. Estira primero la pierna derecha, luego la izquierda, se levanta y se arregla la corbata. Ni una sola vez durante estos esfuerzos hace una mueca de dolor. Siempre sonríe, con un rostro que, a los 40 años, todavía tiene rasgos infantiles. "Sonreír, eso también es una misión. Es un síntoma de la felicidad que llevo dentro. Uno de los propósitos en la vida es ser feliz, Jesús nos dijo que transformáramos el miedo en alegría", puntualiza.
Michael es creyente: "Soy cristiano, creo en Jesucristo", dice. Y añade que la fe le ha ayudado en todas las batallas, incluyendo la que lleva a cabo a diario y que él llama "mi gran misión", es decir, crear conciencia en el mundo acerca de los problemas medioambientales. "Decidí caminar, explica, porque la tierra está en silla de ruedas. Debemos unirnos para salvarnos a nosotros mismos y al planeta. Lo hago bajo una bandera, la de las Naciones Unidas, con la que intentamos en todo el mundo hacer este cambio. Y debemos hacerlo ahora".
Una rama de un cedro y una foto de un bosque junto a una iglesia fueron los regalos que Michael le dio al Papa.Michael ha escalado montañas, esquía, ha cruzado desiertos y también ha participado en dos maratones: una en El Cairo y otra en Beirut, en su Líbano natal, para recaudar fondos para la reconstrucción del hospital devastado por la explosión del puerto en agosto de 2020.
Ahora tiene otra misión: recorrer 100 kilómetros en el Polo Norte. Una aventura que debía enfrentar en 2020 y que se saltó por la pandemia. Ahora está prevista para febrero o marzo de 2022. "Ciertamente es un reto”, comenta Haddad, quien añade que "recorrer 100 kilómetros hasta el Polo Norte no es solo un mensaje, sino una contribución a la ciencia. Trabajo con un gran equipo científico y me han considerado una de las pocas personas en el mundo que puede hacer algo así en mi condición. Por ende, todo lo que estamos planeando antes, durante y después de esta caminata contribuirá a la investigación científica para ayudar a que otras personas vuelvan a caminar".
Este miércoles, en la primera fila de la Audiencia General en el Patio de San Dámaso, acompañado por Theresa Panuccio, representante oficial del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), saludó al Papa, conversó con él y le pidió una bendición para su misión en el Ártico.
"Cuando le conté al Santo Padre mi historia, posó su mano sobre mi cabeza. Le dije que intentamos llevar un mensaje de humanidad, a favor de la tierra y del medio ambiente. Me bendijo y le pedí: 'Padre, reza por mí'. Y él me respondió: ‘Reza por mí en el Polo Norte’. No puedo quitarme esta frase de la cabeza. Me ha dado fuerzas y mucho que pensar. Me siento más comprometido, ya no solo, sino junto con el Papa para intentar hacer este cambio".
A Francisco, Michael le trajo dos regalos: la ramita de un cedro, símbolo de su patria, el Líbano, un país al que Juan Pablo II llamó ‘un mensaje’. "Es un árbol eterno, que se menciona varias veces en la Biblia, y se llama el Cedro de Dios", detalló. El Papa también recibió una foto de una iglesia rodeada de uno de los bosques de cedros más antiguos. "La madera de esos cedros se conectó a la tierra hace diez mil años. Así que hay un doble significado: la historia y la estrecha relación del hombre con el planeta. Antes vivíamos en los bosques, es hora de recordarlo, porque sin un planeta sano no hay humanidad sana. Debemos enviar este mensaje al mundo".
"Gracias", repitió el Papa varias veces. Y Michael le pidió al Pontífice que se tomaran un selfie. Una foto que ahora muestra con orgullo desde su teléfono inteligente.
Michael Haddad obtuvo una "selfie" junto al Santo Padre