Recientemente, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano emitió una declaración titulada "El derecho a no tener que migrar". Pero ¿qué significa realmente el derecho a no migrar?
Este principio básico de la enseñanza social católica sobre la migración a veces causa confusión porque parece contradictorio. Alguien podría decir: Por supuesto, tienes derecho a permanecer en tu país de origen.
Sin embargo, la decisión de migrar no siempre es libre o fácil porque las circunstancias afectan la libre voluntad de las personas. La violencia, los conflictos, la pobreza endémica, y el cambio climático influyen en las decisiones de las personas de dejar su tierra natal.
En consonancia con la enseñanza católica, el objetivo del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral es apoyar la mejora de las condiciones en los países para que sus ciudadanos no sientan la necesidad de marcharse. Esto significa promover los derechos humanos, la libertad, y la seguridad en estos países.
A menudo, hay un conflicto entre el derecho a la vida, la libertad, y la seguridad versus el derecho a la libertad de movimiento.
La enseñanza social de la Iglesia sobre la migración, comenzando con "Exsul Familia" -- la constitución apostólica sobre la migración del Papa Pío XII -- deja claro que el derecho a migrar es un derecho humano básico.
Esta decisión fue reafirmada por el Papa Juan XXIII, por el Concilio Vaticano II, y, más recientemente, por el Papa Benedicto XVI, quien declaró: "Es necesario reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a permanecer en la propia tierra".
San Juan Pablo II expresó: "Es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración".
El Papa Francisco ha hablado con frecuencia sobre el derecho que tienen las personas a criar y mantener a su familia en un entorno seguro, en su país de origen.
La enseñanza social de la Iglesia se basa en el principio de la dignidad de cada persona humana.
Cada individuo tiene derecho a permanecer en su patria, pero ese derecho está condicionado por la capacidad de poder acceder a otros derechos humanos básicos.
Si estos derechos no están disponibles, entonces la persona es libre de migrar en busca de mejores condiciones de vida o, lo que es más importante, para escapar de la muerte.
Una vez que se entiende la doctrina social de la Iglesia, no se puede afirmar que la Iglesia fomenta o alienta la migración de un país a otro. Siempre es deseable mejorar las condiciones de vida en cada país, para que las personas no tengan que emigrar.
La migración conlleva desafíos innatos para los seres humanos, algunos de los cuales pueden ser muy perjudiciales si no se controlan de manera adecuada.
El desplazamiento y la separación de la familia, el idioma, y la cultura siempre tiene efectos perjudiciales.
Es la enseñanza y la esperanza de la Iglesia que las personas prosperen donde han nacido. En consecuencia, la labor de la Iglesia es apoyar a que existan condiciones de vida aceptables en todos los países para que las personas no tengan que ejercer su derecho a emigrar.
Por esta razón, las críticas recientes a las organizaciones de Caridades Católicas y otros grupos sociales que ayudan a los migrantes -- sin importar su estatus legal -- deben entenderse a la luz de la constante y sabia enseñanza social de la Iglesia.