Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
Dentro de la nunciatura camina con su mochila al hombro "porque nunca se sabe dónde se va a estar en los próximos segundos...".
Como la mayoría de los ucranianos, Monseñor Visvaldas Kulbokas se comunica cuando los misiles y las bombas de alrededor le dan un respiro.
"Esta mañana hay una relativa calma, nos han dicho que podemos salir a ver si hay tiendas abiertas". Opciones de precariedad ordinaria para quienes han perdido sus horarios y hábitos para convertirse en refugiados en sus propias casas. Pero si en torno a un pueblo se intenta sobrevivir -y se espera en las negociaciones iniciadas en la frontera con Bielorrusia- en el corazón del Nuncio en Ucrania la guerra ha desencadenado una visión "superior". Una visión que reconforta, de una humanidad, tanto cercana como lejana, capaz de ser solidaria más allá de todas las expectativas.
- Su Excelencia, durante cinco días Ucrania ha estado en guerra. ¿Cómo está reaccionando la población?
Por un lado, la situación es muy dramática: incluso ahora, cuando me muevo de un lugar a otro dentro de la nunciatura, siempre llevo una mochila con todo lo que necesito, porque nunca sabes dónde vas a estar en los próximos segundos... Pero debo decir que esta situación ha creado consecuencias que yo definiría hermosas. Aquí en Kiev hay mucha solidaridad a nivel parroquial -me refiero a la comunidad católica, la grecocatólica-, pero ayer también hablamos con el portavoz de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú, acompañado de expresiones de solidaridad con el país, con el pueblo.
Asimismo hablamos con el asistente del muftí de Ucrania, y también nos dijeron que si necesitamos algo, ellos han organizado comida y refugio en su mezquita... Por tanto, hay mucha solidaridad a nivel confesional e interreligioso, así como mucha solidaridad a nivel global, al menos en gran parte del mundo, y veo que se está prestando mucha atención, se está recogiendo mucha ayuda... Y sobre todo los corazones: los corazones que están cerca.
- Así que no sólo hay miedo o resignación...
Como creyente, hago una lectura que es muy importante para mí: mientras hablamos, se están llevando a cabo conversaciones entre ucranianos y rusos en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, pero el diálogo político siempre es difícil porque hay varios intereses en juego.
Yo tengo una visión diferente de lo que veo. Creo que si yo fuera Dios y viera una gran solidaridad entre los seres humanos -que se ayudan, se apoyan, abren sus corazones, en definitiva, muestran amor y cercanía- diría: ¡qué maravilla ver a los seres humanos convertidos en hermanos! Y la conclusión sería: ya es suficiente, la prueba, el desafío del drama ha sido superado, ya no hay necesidad de guerra.
Aquí está la paz como un regalo. Incluso en el gran mal de la guerra, hay frutos de la conversión de la humanidad. La percepción es que esta fraternidad ha crecido enormemente en pocos días. Hablando de esto con las religiosas de la nunciatura, compartimos esta lectura tan alentadora de lo que está sucediendo.
- ¿Qué ha pasado en estas últimas horas?
Hoy es un día especial porque los ejércitos se están reagrupando. Al menos la primera parte del día es de relativa calma. Incluso hemos recibido mensajes del gobierno de que, si queremos, podemos salir a ver si hay alguna tienda abierta y algunos de la nunciatura ha ido a ver si pueden abastecerse de algo. Podemos respirar un poco, pero no sabemos qué va a pasar en las próximas horas... Por supuesto, a este nivel humano, el drama es muy grande.