Gabriella Ceraso - Ciudad del Vaticano
Un volumen rico en reflexiones teológicas que puede suscitar una "nueva esperanza y una nueva solidaridad", basadas en la certeza de que como ocurrió en los primeros difíciles meses de la propagación de la pandemia, también hoy, la presencia del Señor nos acompaña y nos alienta.
Es con este deseo que el Papa Francisco firma el Prefacio del libro titulado "Comunión y Esperanza" publicado por la Librería Editora Vaticana - Dicasterio para la Comunicación. Redactores del libro son el cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el padre George Augustin, sacerdote alemán que fundó y dirige el Instituto que lleva el nombre de su compatriota cardenal.
En palabras del Papa, el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. El coronavirus, como una tormenta -y me viene a la mente la solemne oración del 27 de marzo pasado en la Plaza de San Pedro- nos sorprendió a todos, cambiando la vida familiar, el trabajo y las actividades públicas y dejando a su paso muerte, penurias económicas y distancia de la Eucaristía y de los sacramentos.
Esta dramática situación, desenmascarando la vulnerabilidad del hombre, su inconsistencia y su necesidad de redención y que cuestionando tantas certezas en la base de nuestras vidas, nos ha colocado ante -escribe el Papa en el Prefacio- "interrogativos fundamentales sobre la felicidad" y "sobre el tesoro de nuestra fe cristiana".
¿Dónde están las raíces más profundas que nos sostienen a todos en la tormenta? ¿Qué es realmente importante y necesario? La "pandemia", escribe Francisco, "es una señal de alarma que nos lleva a reflexionar precisamente sobre esto. "Es un tiempo de prueba y elección para que podamos orientar nuestras vidas de una manera renovada a Dios, nuestro apoyo y nuestra meta.
El Papa vuelve a llamar a todos a la "solidaridad" y al "servicio" contra la "injusticia global" y la indiferencia. De hecho, la emergencia nos hace comprender cuánto "dependemos de la solidaridad de los demás y nos empuja a servir a los que nos rodean de una manera nueva: "debemos ser sacudidos por la injusticia mundial", escribe, "para poder despertar y escuchar el grito de los pobres y de nuestro planeta tan gravemente enfermo".
El inicio de la pandemia coincidió con el tiempo de la Pascua, hace notar el Papa, y de ahí viene el mensaje que ilumina el presente y el futuro y evita la parálisis: es el mensaje de la victoria de la vida sobre la muerte. "La Pascua - escribe Francisco - nos da esperanza, confianza y valor, nos fortalece en la solidaridad" y en la fraternidad. "El peligro de contagio de un virus debe enseñarnos otro tipo de 'contagio', el del amor, que se transmite de corazón a corazón. Estoy agradecido por los muchos signos de disponibilidad a la ayuda espontánea y de compromiso heroico del personal sanitario, de los médicos y de los sacerdotes. En estas semanas hemos sentido la fuerza que provenía de la fe".
Y a la fe en Cristo, se dedica el último pasaje del Prefacio. Francisco recuerda el "doloroso ayuno eucarístico" que muchos cristianos han experimentado debido al cese de las celebraciones públicas y la solución de emergencia de las transmisiones mediáticas, pero también subraya que ninguna "transmisión virtual puede sustituir la presencia real del Señor en la celebración eucarística". De aquí la alegría por la reanudación de la vida litúrgica normal porque, escribe, "la presencia del Señor Resucitado en su Palabra y en la celebración eucarística nos dará la fuerza necesaria para afrontar los difíciles problemas que nos esperan después de la crisis". Y a toda la humanidad como Jesús a los discípulos de Emaús repite, como signo de esperanza para el futuro: "¡No tengan miedo! Yo he vencido a la muerte".