Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
El juez joven, el beato que vivió plenamente su realidad, incluidas las amenazas de la mafia, el muchacho que pagó heroicamente con su sangre. Así definió a Rosario Livatino el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin en un mensaje con motivo de la conferencia: "Droga, las razones del no. Ciencia, contraste, prevención y recuperación", que se celebrará en la tarde de mañana 6 de mayo en el Senado de la República. Una iniciativa que se inspira en el libro, escrito por Alfredo Mantovano, vicepresidente del Centro de Estudios Livatinos, titulado: "Droga. Las razones del no. La ciencia, la ley, las sentencias".
En su mensaje, el cardenal Parolin destacó que el libro es "un punto de referencia válido para comprender las numerosas consecuencias negativas de una elección permisiva", y se refirió especialmente a la dificultad de distinguir claramente entre drogas "duras" y "blandas". El tema de la droga", añadió el cardenal, "implica directamente el tema de la persona y su dignidad, en particular bajo los dos perfiles calificativos de libertad y socialidad". Parolin hace hincapié en la dimensión recreativa de las drogas, obtenida "al precio de una fractura entre la percepción subjetiva y la realidad circundante". Esto es algo paradójico porque se logra "mediante la alteración de aquellas facultades por las que el sujeto puede decirse persona". Facultades que hacen al hombre libre y dueño de sí mismo.
El cardenal invita a ir más allá, a indagar en las causas que conducen a la adicción. "Se trata de un malestar existencial que adopta diferentes formas, según la condición personal y social", como "la soledad, el desconcierto ante los retos de la vida, la falta de sentido y -sobre todo para los adolescentes y jóvenes- de un contexto familiar rico en relaciones sanas y educativas".
El cardenal Parolin explica que el reto también para la Iglesia es ofrecer "modelos y estilos de vida acordes con la dignidad de la persona, verdaderamente liberadores y socializadores, capaces de responder a la exigencia de vida plena que hay en lo más profundo de cada ser humano". El camino, por tanto, no es "secundar" las formas de alienación, sino fomentar "la búsqueda de las razones para vivir, las únicas capaces de promover una auténtica libertad de la persona humana mediante el pleno desarrollo de sus capacidades, no alterándolas, suspendiéndolas o reduciéndolas". El ejemplo de Livatino, por tanto, es el "verdadero antídoto contra cualquier necesidad desordenada de evasión", es redescubrir en cambio "la dignidad que el consumo de drogas niega, frustra y compromete".