Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
El Líbano, desgarrado, lleva casi un año sin gobierno, desde que el Primer Ministro Hassan Diab dimitió tras la devastadora explosión que sacudió la zona portuaria de Beirut el pasado 4 de agosto. La jornada del 1 de julio pretende reavivar las luces de la esperanza en este país afligido desde hace varios años por una grave crisis económica y financiera.
Más de la mitad de la población libanesa vive por debajo del umbral de la pobreza y la mayoría de los libaneses han visto reducido su poder adquisitivo. Según las estimaciones de la ONU, la tasa de pobreza aumentará al 55% en 2020. El porcentaje de libaneses que viven en la extrema pobreza ha pasado del 8% al 23%. Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, el 41% de la población tiene difícil acceso a los alimentos y a las necesidades básicas. Según los datos facilitados por el Banco Mundial, se prevé que el producto interior bruto se contraiga un 9,5% a finales de 2021. La tasa de desempleo ha aumentado considerablemente y la pobreza galopante también ha afectado a la clase media. Dirigiendo su mirada hacia este atormentado país, el Papa Francisco, al final del Ángelus del 29 de junio, en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, lanzó un nuevo llamamiento invitando a rezar para que el País de los Cedros "se recupere de la grave crisis que atraviesa y vuelva a mostrar al mundo su rostro de paz y esperanza". En el Ángelus del pasado 30 de mayo también se produjo un importante anuncio. En esa ocasión, Francisco entrelazó sus palabras con los sufrimientos y las esperanzas del País de los Cedros.
El próximo 1 de julio me reuniré en el Vaticano con los principales líderes de las comunidades cristianas presentes en el Líbano, para una jornada de reflexión sobre la preocupante situación del país y para rezar juntos por el don de la paz y la estabilidad. Confío esta intención a la intercesión de la Madre de Dios, tan venerada en el Santuario de Harissa, y desde este momento os pido que acompañéis la preparación de este evento con la oración solidaria, invocando para ese querido país un futuro más sereno.
30/05/2021Como expresaron recientemente los obispos del Líbano al concluir el Sínodo de los Obispos de la Iglesia Maronita, la jornada de reflexión sobre la preocupante situación del Líbano puede contribuir a reafirmar la identidad de la Tierra de los Cedros como "modelo de libertad, democracia y convivencia cristiano-islámica, en el respeto del pluralismo". Una esperanza, la de los prelados libaneses, que enlaza con las palabras pronunciadas por el Papa Francisco el 4 de abril de 2021 con motivo del mensaje Urbi et Orbi para la Pascua.
Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultad e incertidumbre, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.
La promesa de una visita al Líbano, hecha por el Papa Francisco en su conversación con los periodistas tras el viaje apostólico a Irak, fue acompañada, no sólo en el País de los Cedros, por sentimientos de emoción y esperanza. En la rueda de prensa del 8 de marzo de 2021 durante el vuelo de regreso, el Pontífice dijo estas palabras al responder a una pregunta sobre una posible e inminente visita:
El Líbano sufre, el Líbano es más que un equilibrio, tiene la debilidad de las diversidades, algunas aún no reconciliadas, pero tiene la fortaleza del gran pueblo reconciliado, como la fortaleza de los cedros. El Patriarca Raï me pidió que por favor hiciera una parada en Beirut en este viaje, pero me pareció poco. Una migaja ante un problema, de un país que sufre como el Líbano. Le escribí una carta, le prometí hacer un viaje. Pero el Líbano en este momento está en crisis, pero en crisis -no quiero ofender- en crisis de vida".
30/06/2021Fomentar la estabilidad en Líbano requiere "un renovado compromiso político nacional e internacional". Así lo subrayó Francisco el 8 de febrero de 2021, al reunirse con los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. En esa ocasión, el Pontífice recordó que el país "atraviesa una crisis interna y corre el riesgo de perder su identidad y verse aún más involucrado en las tensiones regionales".
Es más necesario que nunca que el país mantenga su identidad única, también para garantizar un Oriente Medio plural, tolerante y diverso, en el que la presencia cristiana pueda ofrecer su contribución y no se vea reducida a una minoría que hay que proteger. Los cristianos constituyen el tejido conectivo histórico y social del Líbano y, a través de las numerosas obras educativas, sanitarias y caritativas, deben tener asegurada la posibilidad de seguir trabajando por el bien del país del que fueron fundadores. Al debilitar a la comunidad cristiana se corre el riesgo de destruir el equilibrio interno y la propia situación libanesa. La presencia de refugiados sirios y palestinos también debe tratarse desde esta perspectiva. Además, sin un proceso urgente de recuperación económica y reconstrucción, el país corre el riesgo de caer en la bancarrota, con la posible consecuencia de peligrosas derivas fundamentalistas. Por ello, es necesario que todos los dirigentes políticos y religiosos, dejando a un lado sus propios intereses, se comprometan con la búsqueda de la justicia y con la realización de verdaderas reformas por el bien de los ciudadanos, actuando de forma transparente y asumiendo la responsabilidad de sus actos.
En su mensaje Urbi et Orbi para la Navidad de 2020, el Papa expresó, en particular, su deseo de que "el Líbano pueda recorrer un camino de reformas".
Que la estrella que iluminó la noche de Navidad sea una guía y un estímulo para el pueblo libanés, para que, en las dificultades que atraviesa, con el apoyo de la comunidad internacional no pierda la esperanza. Que el Príncipe de la Paz ayude a los dirigentes del país a dejar de lado los intereses particulares y a comprometerse con seriedad, honestidad y transparencia para que el Líbano siga un camino de reformas y continúe con su vocación de libertad y convivencia pacífica.
Estas palabras vienen precedidas por las que el 24 de diciembre de 2020 Francisco dirigió en una carta a los libaneses con motivo de la Navidad. "Grande es mi dolor", dice la misiva del Papa, "al ver el sufrimiento y la angustia que sofocan el ingenio y la vivacidad innatos del País de los Cedros. Más aún, es doloroso ver secuestradas todas las más queridas esperanzas de vivir en paz y de seguir siendo para la historia y para el mundo un mensaje de libertad y un testimonio de buena convivencia; y yo, que con verdadero corazón participo, como lo hago en todas vuestras alegrías, también en todas vuestras penas, siento en el fondo de mi alma la gravedad de vuestras pérdidas, sobre todo cuando pienso en los muchos jóvenes que se ven privados de toda esperanza de un futuro mejor. Pero en este día de Navidad "el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz", la luz que mitiga los temores e infunde a todos la esperanza en la certeza de que la Providencia no abandonará nunca al Líbano y sabrá convertir incluso este luto en algo bueno".
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