¿Conmemoras o celebras un aniversario? Todo depende de si ves el acontecimiento como algo positivo o negativo. Un claro ejemplo de esto es el aniversario de la Ley de Inmigración de 1924, que restringió severamente la inmigración de países del sur y este de Europa, así como de naciones asiáticas. Hay quienes creen que esta supuesta interrupción de la inmigración tuvo efectos positivos para los inmigrantes que ya estaban establecidos, permitiéndoles progresar con menos competencia. Otros argumentan que facilitó la migración de afroamericanos del sur al norte, mejorando así sus condiciones económicas.
Un análisis cuidadoso de la ley también debe tener en cuenta la intención de los legisladores al promulgar una ley antinmigración basada en el origen nacional, y no simplemente en la restricción de la entrada de inmigrantes. Aquellos excluidos fueron considerados inaceptables para el futuro de la sociedad estadounidense. La eugenesia y otros prejuicios anticatólicos y antisemitas, como la influencia del Ku Klux Klan, contribuyeron a la aprobación de esta ley tan discriminatoria. Hoy en día, a pesar de que sus efectos positivos no han sido comprobados, algunos la siguen elogiando.
Algunos ejemplos concretos de los efectos de la ley lo demuestran. Un año después de su aprobación, la inmigración total había descendido de aproximadamente 700.000 a 300.000 personas, una tendencia que se mantuvo durante muchos años. Algunos países también sufrieron pérdidas drásticas: Polonia pasó de 31.000 a 6.500; Italia, de 42.000 a 5.000; y Rusia, de 24.000 a 3.000, lo que redujo significativamente la migración judía.
Otras restricciones a la inmigración asiática hicieron prácticamente imposible que los asiáticos emigraran a EE.UU. También se implementaron nuevas restricciones regulatorias, especialmente en la aplicación de disposiciones relacionadas con la carga pública, lo que significaba que los posibles inmigrantes no podían acceder a ningún beneficio en los Estados Unidos. La ley también eliminó el plazo de prescripción, permitiendo la deportación en cualquier momento si un extranjero permanecía en el país infringiendo la ley, cuando anteriormente existía un plazo de cinco años. La inmigración procedente del hemisferio occidental (Norteamérica y Sudamérica) se redujo a la mínima expresión.
La historia de la inmigración parece haberse repetido. La llamada teoría de reemplazo actual, que sostiene que la admisión de nuevos inmigrantes no blancos es un plan para cambiar la composición de la sociedad estadounidense, es un ejemplo claro. Lamentablemente, las actitudes actuales que favorecen las restricciones se generan a partir del mismo tipo de prejuicios que permitieron que la ley de 1924 entrara en vigor. La desafortunada herencia de aquella ley todavía resuena en nuestra sociedad actual.
Quizás sea un buen momento para completar este breve repaso histórico sobre la inmigración. En 1952, se intentó corregir el impacto negativo de la Ley de 1924 mediante la Ley de Inmigración y Nacionalidad. Aunque el presidente Harry S. Truman la vetó, el Congreso anuló su decisión y la ley entró en vigor, aunque apenas mejoró la situación creada por la Ley de 1924. No fue hasta 1965, cuando se modificó la ley general vigente, que las restricciones según la nacionalidad de origen se convirtieron en parte del pasado.
La ley de 1965 teóricamente permitió que cada país del mundo tuviera un límite anual de 20.000 inmigrantes, basada en relaciones familiares y necesidades laborales. Aunque esta ley cambió significativamente los efectos discriminatorios de la ley de 1924, después de más de 50 años ha demostrado ser insuficiente para abordar las necesidades actuales en términos de empleo, reunificación familiar y protección de extranjeros vulnerables.
El aniversario de la Ley de Inmigración de 1924 debería ser recordado como una mancha en nuestra historia de inmigración, no como un hito digno de celebración.