TASITOLU, Timor-Leste (CNS) -- Aunque es tentador querer más dinero y más poder, Dios hace grandes cosas a través de aquellos que saben hacerse pequeños, dijo el Papa Francisco a una multitud en uno de los países más pobres del mundo.
En una nación de 1,3 millones de habitantes, el 96% de los cuales son católicos, las autoridades locales estimaron que 600.000 personas se reunieron para la misa con el Papa el 10 de septiembre en un parque de Tasitolu, a unos ocho kilómetros de la capital de Timor Oriental, Dili. Llegaron de todo Timor Oriental, pero también de Indonesia.
Las personas sentadas cerca de las barreras metálicas más cercanas al altar dijeron que habían llegado al lugar a las 4 de la mañana para la misa de las 4:30 p.m. Se juntaron bajo paraguas amarillos y blancos para evitar los peores efectos del intenso sol en un día sin nubes.
Incluso el primer ministro Xanana Gusmão y los miembros de su gobierno llegaron con más de una hora de antelación; se sentaron en una plataforma de ladrillo cerca del altar y también tenían los paraguas especiales para las visitas papales, aunque los bajaron cuando empezó la Misa.
Antes de dicha Misa, Gusmão presentó al Papa Francisco a una larga fila de personas enfermas o discapacitadas. El Papa bendijo a cada una de ellas mientras el primer ministro las ayudaba a levantarse y/o las apresuraba.
Las oraciones y lecturas fueron de la Misa votiva por el reinado de María, “la madre de un Rey que quiso nacer pequeño, hacerse nuestro hermano, pidiendo el “sí” de una joven humilde y frágil”, dijo el Papa. “María entendió, hasta el punto que eligió permanecer pequeña durante toda su vida, se hizo cada vez más pequeña, sirviendo, rezando, desapareciendo para hacer lugar a Jesús, incluso cuando esto le costó mucho”.
Pidió a la multitud que pensara en cómo el nacimiento de un niño es un momento de alegría y cómo “ante un recién nacido, incluso el corazón más duro se conmueve y se llena de ternura. La fragilidad de un niño lleva siempre un mensaje tan fuerte que toca incluso los ánimos más endurecidos”.
Elogiando al pueblo de Timor Oriental por seguir teniendo una tasa de natalidad relativamente alta, el Papa Francisco dijo que “la presencia de tanta juventud y de tantos niños es un regalo, es un don inmenso, renueva constantemente nuestra energía y nuestra vida”.
Cerca del 65% de la población de Timor Oriental es menor de 30 años y es “un país joven en el que en cada rincón la vida se siente palpitar y bullir”, afirmó el Santo Padre.
Si cada bebé trae alegría, dijo el Papa, cuánto más debería la gente maravillarse por el hecho de que en Cristo, Dios mismo se hizo humano “para abrirnos al amor del Padre y dejarnos modelar por Él”.
La cercanía de Dios es a través de un niño. Dios se hace niño y no es sólo para asombrarnos y conmovernos, sino también para abrirnos al amor del Padre y dejarnos modelar por Él. Para que Él pueda sanar nuestras heridas, arreglar nuestras divergencias, poner en orden la existencia.
La respuesta a ese don, dijo, debe ser abrirse a Dios “para que Él pueda sanar nuestras heridas, arreglar nuestras divergencias, poner en orden la existencia”.
“No tengamos miedo de hacernos pequeños ante Dios y ante los unos frente a los otros; no tengamos miedo de perder nuestra vida, de dar nuestro tiempo, de rever nuestros programas y redimensionar, cuando se requiera, nuestros proyectos, no para minimizarlos, sino para hacerlos todavía mejores a través del don de nosotros mismos y la acogida a los demás”, les dijo el Papa.
Con docenas de indígenas presentes y vistiendo trajes tradicionales, el Papa Francisco dijo a la gente que dos símbolos tradicionales de Timor Oriental también hablan de la “fuerza y la ternura del padre y la madre”.
El “Kaibauk”, que representa los cuernos de un búfalo de agua (también conocido como búfalo asiático) y se lleva como tocado, “simboliza fuerza y energía y el calor. Puede representar el poder de Dios que da la vida”, dijo el Papa, mientras que el “Belak”, que representa la luna y se lleva como un collar, “habla de paz, de fertilidad, de dulzura, a la vez que simboliza la ternura de la madre, que con los delicados reflejos de su amor vuelve resplandeciente lo que toca por la misma luz que, a su vez, recibe de Dios”.
El Papa Francisco pidió a la gente que rezara en la liturgia para saber reflejar en el mundo la luz potente, la luz tierna del Dios del amor”.