Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
Todavía hay demasiado sufrimiento derivado del trabajo precario, el trabajo forzado y el desempleo juvenil. El tema del trabajo digno, en el centro de la Agenda 2030 de la ONU, fue abordado en días pasados en el seminario web "Trabajo decente y agricultura: para que nadie se quede atrás", en el que participaron diversas personalidades, y cuyas conclusiones fueron encomendadas a Monseñor Fernando Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y la APM.
Un tema, el del trabajo digno, estrechamente vinculado a un crecimiento económico más inclusivo. Una cuestión especialmente cercana al corazón de la Iglesia, un tema central de la doctrina social. En el anuncio de la web se lee:
“Desde el inicio de su pontificado el Papa Francisco ha atribuido a la palabra 'dignidad' un profundo significado en sus intervenciones sobre el tema del trabajo. Se trata de generar, promover y acompañar procesos que den lugar a nuevas oportunidades de trabajo digno, especialmente para los jóvenes”
Con referencia al sector de la agricultura, la Santa Sede está convencida de la necesidad de adoptar una cultura del trabajo agrícola basada en la centralidad de la persona humana. La protección de los derechos de los trabajadores permite apoyar una cadena agrícola y alimentaria equitativa, especialmente para los pequeños productores, generar bienestar en las comunidades locales y promover la cohesión social. Y precisamente con vistas a la Cumbre sobre los sistemas alimentarios de septiembre, se celebró este encuentro para "llamar la atención sobre la fatiga del trabajo agrícola, que debe recuperar plenamente su dignidad y dar a las personas la oportunidad de expresarse y contribuir plenamente al desarrollo integral de la sociedad".
Federica Cerulli Irelli, funcionaria del Ifad encargada de las asociaciones, habló de la labor del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola para garantizar la dignidad del trabajo de los productores rurales. Entre los puntos más destacados que surgieron durante el seminario web, señaló que la sostenibilidad en el ámbito agrícola no sólo se refiere a la sostenibilidad medioambiental o económica, sino también a la social. También destacó la centralidad de la agricultura para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la Agenda 2030: la agricultura, ciertamente, como sector intensivo de mano de obra, permite que mucha de la población pobre encuentre empleo.
Sobre las amenazas más fuertes contra la dignidad del trabajo rural, Cerulli Irelli explica cómo la conversación del seminario web también se centró en gran medida en el contexto italiano y, por tanto, en la explotación de la inmigración, la marginalidad de las poblaciones que buscan empleo y ven en Italia una oportunidad de rescate y se encuentran, en cambio, con la explotación. En el contexto del trabajo del Ifad, que se centra en los países en vías de desarrollo, los retos más importantes son los de atraer y mantener a los jóvenes en las zonas rurales, dándoles oportunidades de empleo no sólo en el sector agrícola sino también en las industrias relacionadas. El sector de la agricultura digital también es muy importante, ya que ofrece la posibilidad de utilizar tecnologías innovadoras que permitan a los agricultores estar mejor conectados con los mercados financieros, la información y el conocimiento. Este, señala la funcionaria del Ifad, es un sector en el que los jóvenes pueden encontrar empleo fácilmente, incluso en las zonas rurales.
El acceso de las mujeres a la tierra es otro "gran reto que intentamos abordar", afirma, señalando que el 70% de la mano de obra agrícola es femenina, pero las mujeres no tienen más del 10-20% de la tierra, lo que limita su capacidad de negociación, de contribuir a los procesos de desarrollo y su dignidad como trabajadoras de la tierra. Por ello, el Ifad, además de otras agencias de la ONU y ONG, se esfuerza por convertir a las mujeres en protagonistas de la transformación agrícola.
En cuanto a la importancia de centrarse en los pequeños productores rurales, Cerulli Irelli señala que, al tener un acceso limitado a los fertilizantes, por ejemplo, están mucho más centrados en la conservación de la biodiversidad local que les permite preservar los recursos naturales de los que disponen, para transmitir sus conocimientos a las generaciones, que son los que les permiten no sólo adaptarse al cambio climático, sino también contribuir a mitigar ese mismo cambio. Otra cuestión es que la gran mayoría de las personas más pobres del mundo son pequeños agricultores que no tienen los recursos necesarios para rentabilizar su trabajo. Pero que al mismo tiempo aportan el 50% de las calorías que se consumen en el mundo actualmente. Por tanto, es crucial permitir que estos trabajadores desarrollen su potencial agrícola, permitiéndoles también que se mantengan con lo que producen, y no sólo que lo produzcan para el resto de la población.
El Ifad, recuerda además, es una institución financiera. Por eso, "todo lo que hacemos – explica – se hace a través de negociaciones con los gobiernos de los países en vías de desarrollo que reciben préstamos y esto nos permite interactuar con los gobiernos para promover políticas de apoyo a los trabajadores agrícolas, a la pequeña agricultura, al trabajo para los más débiles como los jóvenes, los migrantes, las mujeres, los indígenas, los discapacitados". Por último, destacó la importancia de este seminario, que reunió a personas con experiencias diferentes, al tiempo que subrayó la importancia de la contribución de la Iglesia, que tiene una perspectiva global. Por ello, en vísperas de la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios Sostenibles de septiembre, es importante promover un esfuerzo global para que estos sistemas alimentarios sean inclusivos para todos, tanto desde el punto de vista del trabajo como de los beneficios del consumo.
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