Un hospital de maternidad bombardeado, fosas comunes, tumbas sin nombre con cientos de cuerpos sin vida. Mariúpol se ha convertido en un verdadero cementerio de personas. Lo relata en su carta hodierna el Arzobispo de Kiev, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, en el décimo quinto día de guerra. Narra que en la ciudad de 400 mil habitantes la gente “se está muriendo de hambre y frío”. “Misiles granadas y bombas caen sobre sus cabezas”. Es a la “conciencia del mundo” que el pastor habla y suplica: “¡abran corredores humanitarios!”
Porque “desde tiempos de las represiones de Stalin que Ucrania no ha visto semejantes fosas comunes ni sepulturas de personas enterradas sin el debido respeto” Monseñor Sviatoslav al mundo entero aclama, también en nombre de los que no tienen voz:
“¡No a la masacre en Ucrania!”; “¡Detengan el asesinato masivo de personas!”
En defensa de los que mueren cada día ante los ojos del mundo entero, hoy, como en días pasados, Monseñor Sviatoslav pide que se salve el cielo de Ucrania: “hacer todo lo posible”, dice, “para cerrar el cielo ucraniano a las armas rusas, a los aviones rusos que lanzan bombas sobre los civiles”.
Hoy ante nuestros ojos en Ucrania se está produciendo un terrible desastre humanitario.
A la comunidad ucraniana mundial se dirige, pidiéndoles hacer llegar a todos “la verdad sobre el genocidio del pueblo ucraniano”. Y exhorta a las iglesias a que se recen misas y oraciones por las almas de aquellos que son enterrados en fosas comunes “sin oración ni entierro cristiano”.
“Con nuestra oración, – dice – con lo que podamos hacer para ayudar a las víctimas, con nuestra voz que se dirige a la conciencia del mundo: ¡paremos la locura de esta guerra!”. Y concluye:
¡Oh Dios, salva a Ucrania! ¡Oh Dios, salva a nuestros hijos e hijas! ¡Oh Dios, dale fuerza al ejército ucraniano para detener esta ola mortal que se abalanza sobre Ucrania! Oh Dios, bendice a tu pueblo y salva a tu gente.