Svitlana Dukhovych - Ciudad del Vaticano
"El domingo por la mañana, los discípulos de Jesús fueron al sepulcro donde habían depositado su cuerpo y lo encontraron vacío. Del mismo modo, los subterráneos y los refugios antiaéreos de las ciudades ucranianas quedarán un día vacíos, porque Cristo ha resucitado y también para nosotros habrá una resurrección". El padre Roman Hrydkovets, sacerdote greco-católico ucraniano, utiliza a menudo esta comparación cuando habla con los habitantes de Chernihiv, la ciudad ucraniana a la que llegó en diciembre del año pasado para desempeñar su servicio sacerdotal y en la que ha permanecido a pesar de los peligros que ha traído la guerra. No es casualidad que el padre Roman hablara de los refugios: desde el principio de la invasión rusa decidió que su misión era estar allí donde estaba la gente -en los sótanos- y ofrecerles una palabra de consuelo y esperanza.
El padre Roman es de Kiev, donde estudió en el seminario y luego completó sus estudios de misología en Roma. Fue ordenado sacerdote el año pasado y en diciembre lo enviaron a Chernihiv, capital de la región del mismo nombre, en el norte de Ucrania y en la frontera con Bielorrusia y la Federación Rusa. Allí le pidieron que fundara una nueva comunidad greco-católica. "La parroquia sólo existía en el papel", dice sonriendo. "Todavía no había nada: ni gente, ni iglesia, ni terreno para construirla. Tuve que empezar desde el principio. Aunque no tenía parroquia, el joven sacerdote decidió quedarse en Chernihiv cuando estalló la guerra. "La gente empezó a esconderse en los refugios y sentí que mi misión era estar con ellos. La primera noche, del 24 al 25 de febrero, fui a un gran refugio, donde había mucha gente. Me puse la sotana, saqué mi Biblia y simplemente me quedé allí con ellos, rezando en silencio. Todavía no sabía qué debía hacer exactamente, pero luego empecé a conocer a la gente y a invitarles a rezar juntos. Como la mayoría de las personas no eran practicantes, les daba una intención (por ejemplo, por la paz) y una breve invocación "¡Dios sálvanos!" que debían repetir diez veces. También había muchos niños en esos sótanos. Los dibujos en las paredes lo demuestran. Todas las noches, antes de irse a dormir, el joven sacerdote con barba y ojos alegres los reunía a su alrededor y les narraba una historia.
En Chernihiv, la guerra se ha sentido desde el primer día. La ciudad fue rodeada por el ejército ruso, que lanzó misiles, alcanzando edificios administrativos y residenciales, escuelas y hospitales, causando víctimas civiles. Hubo días en los que la situación humanitaria en la ciudad fue muy crítica, especialmente después del 25 de marzo, cuando los soldados rusos destruyeron el puente que cruzaba el río Desna, bloqueando así la llegada de ayuda humanitaria. El 5 de abril, el ejército ruso se retiró de la región de Chernihiv. En este momento, dice el padre Roman, casi no hay nadie en los refugios. Sólo quedan personas cuyas casas fueron destruidas por el bombardeo. "Uno de estos sótanos", continúa el padre Roman, "se ha convertido en un lugar de encuentro para las familias con niños que conocí cuando nos escondíamos de los bombardeos. Vienen todas las noches para volver a escuchar mis historias. Se ha convertido casi en una tradición".
El sacerdote relata también los momentos difíciles en los que trató de dar su apoyo a personas que habían sufrido tanto y estaban conmocionadas por la crueldad, la violencia y la injusticia. "Es natural que surja la rabia, así que me quedaba a su lado, les dejaba hablar y luego les invitaba a rezar a Dios para que nos sostenga y nos libre del ataque del enemigo".
"Cristo salvó nuestras almas, y la Iglesia debe dar testimonio de ello tanto en tiempos de paz como de guerra", añade el padre Roman Hrydkovets. Según él, la misión de los cristianos es dar testimonio del amor de Dios, pero este amor no es algo abstracto, sino que también incluye el amor a la patria y estar dispuesto a defenderla cuando sea necesario. "Por encima de todo, debemos ayudar a la persona a entender que hay Alguien que ha salvado su alma, y aunque su cuerpo muera, el alma es inmortal".